Escenario

PREMIOS ARIEL 64: ‘El diablo entre las piernas’. La vulgaridad convertida en belleza

ESPECIAL. A unos días de la ceremonia de premiación Crónica Escenario comparte detalles de todas las películas nominadas. El texto número seis es sobre un filme que aborda los tabúes de la sexualidad en la vejez

cine

El polémico filme no logró colarse a las nominaciones a la Mejor Película.

CORTESÍA

El sexto texto de nuestra serie de especiales rumbo a la edición 64 de la entrega de los Premios Ariel es el resultado de una de las mancuernas artísticas más importantes de los últimos años y de un filme que aborda los tabúes de la sexualidad en la vejez: El diablo entre las piernas.

DEL AMOR NACE EL ARTE

Arturo Ripstein y Paz Alicia Garciadiego forman una de las parejas creativas más importantes en la historia del cine mexicano. El amor entre ellos surgió en ejercicio de su vocación cuando comenzaron a trabajar en El imperio de la fortuna (1986), él como director y ella como guionista.

Ella ha sido fundamental en la creación de las historias que Ripstein llevó al cine, sin embargo, en su más reciente filme El diablo entre las piernas, Garciadiego ha tomado mayor protagonismo por romper tabúes al escribir una historia que profundiza en el comportamiento humano a partir de la sexualidad de una pareja en la tercera edad.

“Es de esos proyectos que se gestan en soledad, cuando llegas a una edad en tu vida en el que crees que es el momento de poner punto final. Ni siquiera lo escribí pensando que sería película, creía que La calle de la amargura sería mi última película, pero empecé a meditar cuando un día me vi en el espejo y no me reconocí la cara, y me preguntaba con qué cara quiero que me entierren, con la de antes o la de ahora”, dijo la guionista.

Un guion es un cofre de tesoros, pero ese cofre es un molde que tiene límites. Cuando empiezas a escribir una película tomas una serie de consideraciones, pensando en presupuestos, recursos y lo que se puede o no hacer, pero en este caso no había ningún límite, porque en realidad se pensó como una obra literaria”, dijo el cineasta Arturo Ripstein quien habló del filme con Crónica Escenario.

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UN FILME EN CONTRA DE LOS PREJUICIOS

El filme narra la vida de Beatriz (Sylvia Pasquel), una mujer mayor que parece haber realizado los principales deseos de su vida: formar una familia, ver a sus hijos realizar sus propias vidas y un matrimonio feliz. Sin embargo, con los años su esposo (Alejandro Suárez) ha empezado a desarrollar ciertas facetas que se caracterizan por agresiones verbales, insultos y humillaciones hacia ella; al mismo tiempo, Beatriz se resiste a la idea de pasar el resto de sus días sin él y acepta vivir en esas condiciones por el cariño y la costumbre que tiene de su matrimonio.

Los prejuicios encontrados alrededor de la sexualidad en personas de la tercera edad aún son percibidos como un tabú de la sociedad mexicana; esta sencilla reflexión es observada en el último trabajo del director Arturo Ripstein (El castillo de la pureza, 1972) quien junto a su esposa y guionista Paz Alicia Garciadiego (Profundo carmesí, 1996) han construido una historia intimidante desde el propio título de la misma: El diablo entre las piernas.

“La historia de esta película es muy peculiar. Paz y yo hemos trabajado en conjunto aproximadamente 35 años, y en cada película existía una retroalimentación constante, existían falsas buenas ideas que no requerían atención, pero con algunas posturas era ineludible que no fueran tomadas en cuenta; no hubo discusión alrededor de este trabajo, y ahí radica el extraño origen de esta película”, dijo Ripstein.

El director de Principio y fin (1993) habló respecto al proceso de construcción del proyecto, y el gran apoyo que tuvo a su alrededor: “Una vez terminada la preproducción, estaba todo tan bien estructurado que las cinco semanas de rodaje fueron deliciosas. Contaba con un elenco magnífico, además de la posibilidad de trabajar con alguien como Alejandro Cantú (Rencor tatuado, 2019) en la parte fotográfica, que nos regaló un momento maestro; lo he mencionado en múltiples ocasiones, el genio de un director de cine consiste en apoyarse del mejor equipo posible y dejarlos hacer lo que saben hacer”.

UNA HISTORIA SOBRE LAS PASIONES SENILES

Posteriormente, la guionista Paz Alicia Garciadiego contó las diversas inquietudes que había entorno al libreto de esta película: “Me interesaba hablar de los amores seniles, pero más que los amores seniles, las pasiones seniles. En los últimos años hemos observado películas que hablan del Alzheimer sin observar todas sus aristas y consecuencias; lo que yo quería retratar es el proceso de la decrepitud entrando al cuerpo, pero no al alma; también me interesaba hablar de la sexualidad en los adultos mayores, que es literalmente un tabú”. 

Sylvia Pasquel hace el papel de su vida en el cine.

CORTESÍA

Quería hablar de la vejez sexual y, con pasiones, las relaciones necesariamente son turbias y destructivas. Eso parece ser más prohibido que hablar de un incesto en el cine. Porque se tiene la idea de que al hablar de los viejos los tenemos como seres simpáticos, dulces y tiernos, pero aquí no se trataba de una vejez dulce y tranquila, sino donde las pasiones se mueven. Si tuviera que simplificar, diría que los viejitos tienen sexo, tienen pasiones, tienen odio y amor, en ese orden. Sepanlo, les va a pasar a todos”, añadió Paz Alicia.

PASQUEL Y EL PERSONAJE DE SU VIDA EN EL CINE

Sylvia Pasquel, protagonista del filme, narró el proceso de construcción de su personaje, así como su experiencia con el planteamiento del guion: “Desde mi primera lectura del guion, inicio mi labor. El trabajo de mesa junto a Paz y Arturo fue importante para llegar a los tonos y la complejidad que tiene este personaje; Beatriz es desde mi perspectiva una mujer romántica y hasta naíf, y su desarrollo también se logra en el set, con las indicaciones del director para proyectar lo que se necesita en pantalla”.

“Mi personaje es el una niña en el cuerpo de una mujer mayor y aprende a vivir con los celos enfermizos de su marido. Pero al final la historia da una vuelta de carro, porque tiene un cierre muy fuerte de cómo se confabulan las personas en malinterpretar situaciones”, añadió la actriz.

La actriz participó hace unos meses en la obra Nahui Ollin, Virgen Perversa, a propósito de lo cual comparó a sus personajes y su importancia en la actualidad: “El hecho de que estos dos personajes y sus historias cobren tanta relevancia por todo el movimiento feminista que se está dando es una curiosidad, ya que realmente ni la obra ni la película se hacen con esta connotación. Ninguno de ellos se escribió pensando en alguna denuncia de ese estilo sin embargo ambos lo son, no porque se pensaran así sino que se da por este contexto del feminismo que se vive actualmente”, dijo.

LA ESTÉTICA DE LO VULGAR

Filmada en blanco y negro, la película se centra en la vida cotidiana, la cámara dificilmente sale de la casa de la pareja y eso tiene un sentido estético que beneficia al vocabulario vulgar del filme: “Llegamos a la conclusión de que nos quitaron el lenguaje oficial; el único lugar en el que se podía hablar como quisiéramos era inframuros, es decir, dentro de casa”, dijo Ripstein.

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Continuando con los protagonistas de la película, parecería que el mismo uso del blanco y negro, así como los propios recuerdos, juegan un papel importante en la confección del argumento principal; Ripstein argumentó lo siguiente de la parte estética: “La película está proyectada en blanco y negro porque yo conocí a México de esa forma. La mayor parte de mi filmografía estaba planeada con este tratamiento de la imagen, pero siempre existe la dificultad de la distribución y exhibición”.

Volviendo a la parte técnica del proyecto, la percepción de la teatralidad es algo que abordó la guionista respecto al trabajo de cámara: “Muchos tienen la percepción de que la teatralidad es por la reducción de espacios, y yo pienso que el origen de esta sensación viene de la cámara y puesta de la escena. Ripstein está enamorado de la cámara, y ese enamoramiento se observa con sus planosecuencias generando una sensación de teatralidad”.

La guionista de Ciudad de ciegos (1991) extendió su idea de la teatralidad hasta el uso de los planos secuencias y diálogos como forma de respeto a nuestro lenguaje: “Reflexioné acerca de la llegada del cine digital, la posibilidad de que mis diálogos tuvieran alas, como la cámara de Ripstein a través de sus planosecuencias, es decir, siempre me ha molestado la idea que tienen los hispanoparlantes de que el cine es en inglés, haciendo diálogos de una línea, siendo que el español es largo, barroco y abundoso, y esto me ha dado la posibilidad de enriquecer mis textos con el riesgo de que se vuelva teatrales”.

SOBRE LA VIOLENCIA, UN FILME DE PARAÍSOS PERDIDOS

Dado el argumento sobre el cual se basa El diablo entre las piernas, podría tener un impacto importante en relación a los actuales movimientos y debates en contra de la violencia de género, y el director mostró su contundente postura al respecto: “Esto no se hizo por consigna o para denunciar la violencia de género, no poseo aptitudes de sociología o politología, y mis trabajos nunca han tenido ese tipo de enclave o mensaje; a mí me interesan más las películas que las consignas. Hay dos maneras de ver el filme: la primera es con la victimización de una mujer por un hombre con nociones feroces; y la segunda es un hombre que, a partir del recuerdo, la memoria y un pasado que no puede modificar, realiza ciertas acciones. En resumen, es una película de paraísos perdidos”.

“Respecto al momento de la violencia de género y su relación con la película, mi guion está basado en una realidad social e histórica, escribiendo de México y desde México, sin establecer un reflejo inmediato. Hace cuatro años yo no imaginé la historia con la intención de hacer una labor de denuncia, pero con el paso del tiempo la realidad te alcanza, convirtiendo en una coincidencia que el estreno fuera en este momento específico, y no porque hace cuatro años no existiera este problema, sino que simplemente no estaba en la palestra”, añadió la guionista. 

Alejandro Suárez también tiene un papel memorable.

CORTESÍA

“Probablemente pueda interpretarse como una romantización de la violencia de género, porque claramente está. Pero esa perversión no digo que sea buena o mala, sino que es. Logramos contar una historia de amor del siglo XIX en donde las personas necesitaban ser idolatradas, incluso si eso significaba llevarla al punto de una muerte. No se trata de dar mensajes sino mostrar una visión del mundo”, agregó.

Particularmente ha sido llamativo el manejo del vocabulario en esta película, pues no llega a la memoria un filme en el que una mujer haya sido llamada “puta” tantas veces y de formas tan diversas como en El diablo entre las piernas: “Quería hablar de la violencia no a través de los golpes sino de los insultos. La palabra es un instrumento, y cuando uno utiliza una palabra y la repite constantemente, la vulgaridad queda atrás y se convierte en belleza, la repetición hace que las palabras adquieran ritmo y sonoridad, y que trasciendan la pura leperada”, explicó Garciadiego.

“Si uno dice la palabra panocha una vez, suena como algo asqueroso, pero si se repite en varios momentos empieza a tener una sintonía. Por eso le di alas al vocabulario callejero, y además conecta con el siglo XIX; es por mi abuelita, quien murió hace mucho, pero yo sigo hablando como ella”, añadió.

Además enfatizó en dejar claro que para ellos el cine no es una representación exacta de la realidad, “la gente no habla así, las casas no son como salen fotografiadas por Ripstein, la vida real no es como en la pantalla, en esta película vemos una realidad barroca”, comentó.

Como último detalle, un gesto sobre el amor creativo: “Hace muchos años me di cuenta que mi verdadero rival de amores con Arturo Ripstein es la cámara, me daba unos celos feroces. En medio de estos celos descubrí que si él tenía alas con la cámara yo tenía alas con el lenguaje, así que si él puede hacer un plano secuencia de cinco minutos, mis diálogos lo acompañan y vuelan juntos”, concluyó.

NOMINACIONES AL ARIEL: 8

Mejor director: Arturo Ripstein

Mejor Actor: Alejandro Suárez

Mejor Actriz: Sylvia Pasquel

Mejor Coactuación Masculina: Daniel Giménez Cacho

Mejor Fotografía: Alejandro Cantú

Mejor Banda Sonora: David Mansfield

Mejor Diseño de Arte: Alejandro García y Sandra Flores

Mejor Vestuario: Laura García de la Mora

PROYECCIÓN INTERNACIONAL

Selección Oficial del Festival Internacional de Cine de Málaga (Mejor Dirección)

Premios Platino (nominada a Mejor Dirección Artística)