Cultura

Ética y cultura en el Mundial de Futbol

En efecto, del futbol se pueden aprender muchas cosas de relevancia moral...,  se aprende el valor de la cooperación, la dignidad del esfuerzo humano incluso en la derrota

universidad panamericana

Del futbol en sí, no de la FIFA. La falta de integridad y de congruencia moral de la Federación Internacional de Futbol Asociación ha quedado, en este Mundial de Qatar 2022, particularmente expuesta.

Del futbol en sí, no de la FIFA. La falta de integridad y de congruencia moral de la Federación Internacional de Futbol Asociación ha quedado, en este Mundial de Qatar 2022, particularmente expuesta.

El filósofo y premio Nobel Albert Camus escribió «Todo lo que sé de la moral de los hombres lo he aprendido del futbol». En efecto, del futbol se pueden aprender muchas cosas de relevancia moral. Menciono algunas que me parecen muy destacables: en el futbol se aprende el valor de la cooperación, la dignidad del esfuerzo humano incluso en la derrota, la vivencia de la libertad y de la creatividad y cómo éstas son compatibles con la observancia de las reglas (a contrario de lo que cierto “romanticismo de la espontaneidad”, hoy demasiado extendido, supone), la espiritualización de lo corpóreo, el largo alcance de la organización y de la persistencia incluso para sobreponerse al talento (pregunte Ud. a los disciplinados jugadores de Arabia Saudita que ganaron a la virtuosa Argentina) y un largo etcétera.

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Aclaro que he dicho que todas estas y otras enseñanzas morales pueden derivarse del futbol. Del futbol en sí, no de la FIFA. La falta de integridad y de congruencia moral de la Federación Internacional de Futbol Asociación ha quedado, en este Mundial de Qatar 2022, particularmente expuesta. No me refiero solamente a las acusaciones de corrupción en el proceso para elegir a Qatar como sede del campeonato; aquella elección nos queda ya muy lejos (se hizo en el 2010: se designó a Rusia para el 2018 y a Qatar para este año en la misma oportunidad) y habrá que reconocer que probablemente no fue un proceso más corrupto que otros previos y similares y que solamente se hizo más ruido porque el derrotado fue Estados Unidos, precisamente el país donde se hicieron y publicaron las investigaciones. Más irritante resulta la incongruencia en turno: FIFA amenaza con castigar a México por los “gritos homofóbicos” de su afición (sin considerar que es el uso de las palabras lo que marca su significado y en México el uso de ese apelativo en particular es muy polisémico, lo cual no justifica a los infractores pero sí exige una aproximación más cuidadosa al fenómeno). Y esta FIFA, inquisidora y aparentemente “tolerante” hasta un grado punitivo (con todo lo paradójico que ello resulta), es la misma FIFA que designó sedes del Mundial a dos naciones (Rusia y ahora el estado qatarí) cuya posición ante el mismo asunto es bien conocida e irreductible.

Determinar lo que sería correcto en estas designaciones de sedes para el Mundial (o en su caso, para los Juegos Olímpicos) es muy complejo: nos llevaría a una ardua discusión filosófica en donde aparecerían conceptos como la universalidad de los derechos humanos, la libre determinación de los pueblos, el multiculturalismo y la tolerancia, todas nociones con “buena fama” hoy en día pero que entran frecuentemente en pugna en cuanto se trata de aplicarlas con un mínimo de consistencia racional. Pretender hacerlo en esta colaboración sería desproporcionado.

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Lo que sí cabe señalar de momento es que la FIFA no se pone de acuerdo ni consigo misma, y que ello ha sido ahora tan patente que corre el riesgo incluso de que algunas naciones consideren desafiliarse. Esto se suma a otras rencillas internas —motivadas por intereses económicos más pedestres— como la reciente sobre la Superliga europea. Probablemente en los próximos años veamos un re-acomodo del panorama mundial del futbol. Esto conviene tenerlo en cuenta, porque el futbol tiene un peso cultural, político y (evidentemente) económico nada despreciable: por algo Qatar ha invertido sumas récord (se trata del evento más caro en la Historia) con el fin de presentarse como un país “puente” entre el mundo occidental y el mundo árabe.

Con todo, no comparto el juicio de quienes ven este Mundial como decadente sin remedio. Es cierto que el cambio de fechas, la ubicación en un país no tan futbolero de tradición, los debates marginales han generado un inicio algo desinflado, pero todo ello se puede remontar con buen futbol, con la nostalgia de ver el último gran escenario para Messi y para Cristiano, con el añadido —de valor humano, también, y serias resonancias culturales— del encuentro entre culturas alrededor de una pelota. También harán crecer nuestro entusiasmo las sorpresas: porque en el futbol nada está escrito y, como decía Eduardo Galeano, a veces el pez pequeño se come al grande, y eso abre también espacios para la esperanza.

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* Director del área de Humanidades en la Universidad Panamericana, campus México, y profesor-investigador de temas de ética, antropología y hermenéutica. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 1. Ha participado en diversos programas de televisión y publicaciones de divulgación con comentarios sobre las relaciones entre futbol y cultura.