Cultura

Paz Alicia Garciadiego: “La novia del cácaro me llevaba todas las tardes al cine y me hizo cinéfila”


“Aprendí a leer cine viéndolo en la pantalla sin que nadie me dijera de qué se trataba la película”, agrega

Feria del Libro de la Frontera

La joven que trabaja en la casa decía que me llevaba al parque, pero en realidad iba a ver su pareja, añade Paz Alicia Garciadiego.

La joven que trabaja en la casa decía que me llevaba al parque, pero en realidad iba a ver su pareja, añade Paz Alicia Garciadiego.

Felif

La guionista Paz Alicia Garciadiego (Ciudad de México, 1949) aprendió a leer cine antes de aprender a leer libros, así lo expresó en la Feria del Libro de la Frontera (Felif) 2024 donde recordó anécdotas sobre la construcción de historias y sus inicios en el mundo cinematográfico.

“Empecé de cinéfila a una edad inverosímil. La muchacha de la casa decía que en las tardes me llevaba al parque, pero me llevaba al cine porque era novia del cácaro, entonces iba al cine a las tres de la tarde, estaba vacío porque era el horario de comida y ponían películas gringas. Me dejaba ahí con palomitas del día anterior y eso fue diario, fue un romance intenso que tuvo ella”, narró.

Garciadiego comentó que eso sucedió cuando tenía dos años y medio, máximo tres, y fue ventaja para ella.

“No sabía leer, pero aprendí a leer cine viéndolo en la pantalla sin que nadie me dijera de qué se trataba la película, aterrada muchísimas veces por las escenas, pero aprendí a leer cine antes de leer. Uno se esfuerza por ir viendo de qué demonios se trata la película”, dijo.

La guionista de El coronel no tiene quien le escriba y Profundo carmesí recordó que de joven nunca pensó que detrás de cada película había alguien que las escribía y que hacían los diálogos.

“Pensaba que los actores eran quienes los inventaban, fueron décadas después que supe de los guionistas. Un día que estaban rehaciendo el Periférico en la Ciudad de México e iba a trabajar, empecé a escuchar una radionovela, nunca había escuchado una, era La sombra del caudillo, entonces empecé a corregir y sugerir cosas a la voz de la radio. Entonces mis compañeras de trabajo, que eran mujeres, me dijeron: tú deberías escribir telenovelas”, narró.

Garciadiego indicó que uno de sus atributos biográficos fue casarse a edad temprana, a los 17 años, entonces su carrera universitaria la hizo cuando ya era madre de dos hijas.

“El director del CUEC me dijo que el cine no era una carrera que se estudia de siete de la mañana a dos de la tarde. Quise entrar a esa escuela y el director de la carrera me dijo: tengo que decirle señora que usted pasó el examen y es mi obligación aceptarla, pero comino a que reconsidere porque el Estado mexicano no está para gastar dinero en amas de casa. Él se llamaba Maldonado”, señaló.

En la charla, la guionista también recordó el momento en que realizó El imperio de la fortuna (1986), adaptación de la novela El gallo de oro de Juan Rulfo.

“Empecé a hacer adaptaciones de cómic, nunca había leído historietas, y empecé a hacer adaptaciones de novelas mexicanas que hacía la SEP en formato de cómic tradicional. Las autoridades habían descubierto que en ese momento se vendían 70 millones de ejemplares de cómics al año y que cada ejemplar lo leían siete personas, lo cual era sin duda una enorme cantidad de lectores. De ahí pasé a adaptar cosas prehispánicas, es decir, estaba en cosas culturales y ahí conocí a Ripstein”, dijo.

Arturo Ripstein la llamó para que hiciera El imperio de la fortuna, pero Garciadiego tenía claro que Rulfo era inadaptable para el cine.

“Le dije que no, tenía mucho miedo, me daba miedo hacer una porquería y me daba miedo decirle que no a un director que admiraba. Le iba a decir que no, entonces le pedí que me llamara al siguiente día, pero a la media hora me llamó diciéndome: lo quiero para el 13 de mayo; mi respuesta sólo fue: sí, está bien”, contó la guionista.

Garciadeigo narró que en ese momento Ripstein le dijo dos cosas que le sirvieron: no quería una cantante de palenques, no quería que aparecieran mariachis y no quería que se pareciera a las fotografías de Rulfo porque eran un México que ya desapareció.

“Me dijo: quiero un México de vulcanizadoras y ahí lo entendí. Siempre me había sentido muy traicionada cuando salía a carretera porque no correspondía el México que se veía desde el coche a la idea de lo que yo pensaba que tenía que ser el campo. En el camino siempre veía a México con estoperoles, vulcanizadoras y con los castillos en las azoteas de las casas por si había que levantar un segundo piso”, indicó.

La creadora también recordó cuando adaptó Principio y fin, inspirado en la obra homónima del escritor egipcio Premio Nobel de Literatura, Naguib Mahfouz.

“Una escena la íbamos a filmar en el Metro, alguien aventándose a las vías porque en la novela se aventaban al Nilo, pero el director del Metro dijo que no podíamos ofender al Metro, que era propiciar los suicidios. Tuvimos que optar por otra versión, los matamos finalmente en un baño de vapor que era un prostíbulo masculino que resultó muchísimo mejor opción”, platicó.