Los perros son considerados los fieles amigos del hombre, algo que en el séptimo arte se ha mostrado con icónicos caninos que han mostrado el lazo sólido entre ellos y los humanos. Nombres como Lassie, cuya primera aparición fue en 1943, esa adorable collie que hacía de todo por proteger a sus dueños, o Benji, pequeño de raza mestiza que sobrevivía a los retos que la calle le ponía que comenzó su saga cinematográfica en 1974, así como la triste historia verdadera de Hachiko, que en 1987 tuvo su primera versión sobre un Akita inu que murió por conservar la esperanza de que su dueño regresara y tiene erigida una estatua de bronce frente a la estación de tren de Shibuya.
Todos ellos han marcado generaciones, probando que el género y la presencia de los caninos ha sido importante. Ahora, gracias al realizador Simon Cellan Jones llega la adaptación de una aventura verdadera sobre un corredor sueco llamado Mikael Lindnord y su perro adoptado llamado Arthur con Mark Whalberg como la versión estadounidense del atleta que, en su afán de buscar ganar, descubre la importancia del trabajo en equipo y los lazos que unen en Arthur: Una amistad sin límites, donde el perrito callejero acompañó al corredor y su grupo a través de montañas, ríos y más alimentándose solamente de pequeñas dosis de albóndigas.
Producida también por Whalberg, que últimamente ha desarrollado cierto gusto por encarnar personajes o situaciones basadas en hechos reales (Horizonte profundo, 2016; El Milagro del Padre Stu, 2022), la cinta de Cellan Jones se divide en dos partes. La primera que muestra la carrera que el equipo de Michael tiene y que busca ganar a como dé lugar, mostrando la actitud arrogante de este atleta venido a menos que busca su última oportunidad por conseguir la gloria a pesar de las diferencias que puede tener con sus compañeros.
Durante esa primera mitad, la resiliencia de la fuerza humana es la que mantiene una narrativa que recurre todos los lugares comunes de las cintas que involucran una competencia con Michael Light (Whalberg) se convierte en su propio enemigo al tener que enfrentar el fracaso de sus anteriores intentos, algo que lo tiene frustrado y atorado en su vida familiar.
Es aquí que el arco del protagonista se va desarrollando poco a poco, pues Light muestra cierta vulnerabilidad al comenzar a confiar en su equipo, más allá de las diferencias que tiene con Leo (Simu Liu), la falta de experiencia de Olivia (Nathalie Emmanuel) o el lesionado veterano Chik (Ali Suliman).
Pero en una subtrama poco abordada de inicio, tenemos un vistazo de este curioso perro de raza mestiza (al igual que Benji) llamado Ukai, que se convierte en la pieza clave para la conexión emocional del relato en la segunda mitad del filme. Lo único que sabemos del adorable canino es que es callejero, la ha pasado muy mal y que no confía del todo en los humanos. Es todo un nómada y su paso lo lleva a encontrarse con Michael en un punto de su travesía donde el futuro “Rey Arthur” se convierte en la pieza de unión clave para el equipo.
Tomando como base el libro escrito por el mismo Mikael Lindnord, Simon Cellan Jones y su guionista Michael Brandt explora dos caras de una misma aventura, aquella que muestra todos los retos de este tipo de carreras de supervivencia enfocándose en este cuarteto de perdedores que buscarán perseverar para llevarse un triunfo que todos necesitan.
Aunque el camino que recorren y los retos resultan un tanto predecibles, existen momentos bien logrados donde la angustia vivida por ellos es transmitida al espectador. Pero es hasta que Arthur entra en la mezcla que la cinta toma otro ritmo, enfocándose en la dinámica entre él y los competidores, así como en el lazo que crea con el líder del grupo.
A través de este relato inspiracional tradicional, Whalberg muestra su impasible rostro de siempre en un personaje que elude toda expresividad mostrando una evolución interna que deja de lado al egoísta y orgulloso tipo para comenzar a comprender que el trabajo en equipo y el escuchar a los demás es primordial para convertirse en un tipo desinteresado por el triunfo, enfocándose justo en los lazos, las amistades y ese pequeño canino cuya resiliencia y acompañamiento en los momentos más determinantes es lo que los saca adelante.
Aunque hay situaciones muy forzadas y la emotividad no es tan profunda, Arthur: Una amistad sin límites logra sus mejores momentos gracias a Ukai y su peculiar carisma que recuerda al de los caninos citados de inicio, generando un interesante paralelismo entre la lucha que Michael tiene y las viejas heridas que lo acongojan con las del perro que lo acompaña, mismo que también demuestra esa fortaleza a pesar de sus golpes y dolores que carga pero que no lo debilitan en ningún momento, encontrándose a sí uno en el otro para terminar por conciliar el pasado que los lastimó tanto y construir un bonito futuro.
Con todo y las limitaciones en momentos dramáticos que no acaban por conectar o que son exageradas para la conveniencia narrativa, Cellan Jones saca mucho mayor provecho de esta nueva colaboración con Whalberg (la anterior siendo un rotundo fracaso con The family plan de Apple TV) gracias a una edición correcta, es la química inherente entre el protagonista humano y el cuadrúpedo lo que hace que la historia de Arthur se vuelva algo bello para toda la familia, recordándonos nuevamente del poderoso lazo que existe entre perros y hombres, resaltando que la compañía de un buen amigo canino puede ser el lazo que nos haga sobrellevar y entender mejor nuestras vidas.
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