Viajar en avión suele ser un riesgo, con todo y que las cifras de mortandad al tomar uno para llegar a algún destino distante han descendido drásticamente. Sin embargo, en el cine han sabido exprimir estas situaciones, desde dramas interesantes como la nominada al Oscar, Aeropuerto (Newman, 1970), pasando por la sátira excesiva de ¿Y dónde está el piloto? (Abrahams y Hermanos Zucker, 1980) o la acción desmedida y alocada de Serpientes a bordo (R. Ellis, 2006). Ahora, toca el turno para tomar vuelo y sumergirse en las profundidades del océano con Atrapados en lo profundo (Fäh, 2024), un relato que intenta coquetear con el suspenso y el drama sin lograrlo del todo.
Sophie McIntosh (Brave New World, 2020), hija de un popular gobernador, emprende un viaje con sus mejores amigos y su guardaespaldas (Colm Meaney) con el dilema de estar constantemente sobreprotegida. Al lado de ella, un par de abuelos (Phyllis Logan y James Carroll Jordan) viajan con su pequeña nieta para que vea a su madre en este paradisiaco destino al que se dirigen.
Sin embargo, sus planes se ven truncados y sus destinos unos cuando el avión en el que van se desploma en el mar a causa de la explosión de una turbina, provocando que el avión quede suspendido en un peligroso risco submarino. Con el oxígeno disminuyendo rápidamente, los sobrevivientes librarán una carrera contra el tiempo por salvarse y llegar a la superficie.
Dirigida por el suizo Claudio Fäh, encargado de dar vida a una secuela de Hollow Man en el 2006 y seguir ampliando el mundo cinematográfico de la saga del Francotirador con Billy Zane y Chad Michael Collins, Atrapados en lo profundo toma todos los clichés de las cintas de supervivencia para intentar crear un thriller dramático no ajeno a cierta cuota inclusiva donde el cast tiene de todo: un irlandés, un mexicano, una afroamericana, dos personas de la tercera edad, vaya, prácticamente cada minoría se representa en los personajes de este ensamble. Incluso los adolescentes torpes sabelotodo que acaban por encontrar cierta redención.
Aunque el guion de Andy Mason se toma su tiempo en desarrollar a estos personajes que van a luchar por su vida en medio de una inverosímil situación, realmente nunca generan una verdadera empatía que te haga preocuparte por su resultado. Sin embargo, el centro de atención recae en Ava (McIntosh) y su crecimiento, aprendiendo a ser independiente en una condición de vida o muerte. Es ella quien se vuelve la guía del grupo para poder salir a flote y evitar ser devorados bajo el mar, aunque su desarrollo obedece meramente a las conveniencias narrativas.
Asimismo, el guion bebe de aquellos relatos serie b sin explotarlos del todo. De hecho, a diferencia de otras historias, carece de la explotación esperada en la presencia de los tiburones, quienes ya son todo un clásico de este tipo de cintas y que han generado cosas tan inverosímiles o absurdas como la saga de Sharknado o la alemana Sky sharks (2020). Aquí, los mortales animales existen pero realmente no se ven, no ofrecen una escena que saque provecho de esa brutalidad y solo ofrece un par de escenas donde el rojo sangre inunda las aguas que carecen de un buen impacto.
Esa falta de miedo o creación de la intimidación repercute en la sosa trama del filme, mismo que dependerá del melcochoso drama de los atrapados en el avión y los lazos burdos que crean entre ellos. Aunque el recurso de bajo presupuesto resulta ingenioso al usar elementos prácticos sobre efectos visuales para recrear los viciosos ataques de los escualos, no le es suficiente para generar esa intimidación necesaria para la atmósfera de encierro que viven los escasos supervivientes del avión.
Aunque la creación de la tensión y la conexión con los protagonistas resulta irregular, si destaca la química entre la heroína involuntaria, Ava, con la experimentada abuela Mardy (Logan, salida de Downton Abbey) y su nieta. Es en sus interacciones e intervenciones conjuntas donde se siente un verdadero sentimiento, logrando así el relato sus mayores puntos en medio de una película de desastre que le hace honor al adjetivo al tomarse demasiado en serio una premisa tan absurda como esta.
Si bien no todo es tan malo en Atrapados en lo profundo, destacando la secuencia del accidente aéreo, que para una cinta serie b resulta bastante efectiva y trae reminiscentes de montajes mejor realizados y con mayores valores de producción como La sociedad de la nieve (Bayona, 2023) o, más apegado al género, Destino final (Wong, 2000), así como una musicalización básica pero efectiva, sentando unos cuantos aciertos dentro del proyecto, la cinta termina por enfrentar problemas en su tonalidad, misma que por muchos momentos hace que se hunda en las profundidades de un abismo submarino lleno de olvidables historias del que, tristemente, no hay salida.
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