Una de las voces más virtuosas para el jazz y el R&B en estas últimas décadas fue, sin duda, la británica Amy Winehouse. Su meteórica carrera ofreció un par de álbumes y canciones que la llevaron a ganar cinco Grammy y el corazón de los melómanos en todo el mundo. Con una vida trágica que llegó a su fin en julio de 2011, era cuestión de tiempo para hacerle una biopic, tratando de capturar la complejidad y esencia de esta peculiar mujer.
Sam Taylor-Johnson (50 Sombras de Grey) fue la directora elegida para llevar un peculiar tramo de la vida de Winehouse en Back to Black, cinta que hablaría del genio detrás de Amy y todo lo que vivió que la llevó a hacer una dolorosa catarsis a través de su música, resultando en el exitoso álbum que da título al filme. Y, como toda biopic de fórmula, la cinta padece de los mismos pecados de otras anteriores (Bob Marley: La Leyenda, 2024; Bohemian Rhapsody, 2018).
Y es que el guion de Matt Greenhalgh, que no es ajeno a escribir relatos de grandes figuras de la música como Ian Curtis de Joy Division (Control, 2007), ni a hacerlos con la realizadora en turno (Mi Nombre es John Lennon, 2009), navega de manera errática y simplista los hechos que marcaron a Winehouse, mostrando una versión muy parcializada de los problemas que la artista enfrentaba en su proceso creativo, así como en la creación de la figura que Amy terminó por ser.
Back to Black decide omitir los factores oscuros de su carrera, dejando de lado su lucha contra el alcohol y las drogas, su bulimia y, sobre todo, esa relación fatídica que acabó por marcar toda su vida al lado de Blake Fielder-Civil, omitiendo incluso el factor del padre explotador que tuvo Winehouse, dándole así una tremenda limpia bonachona a su historia, misma que sólo aporta una parte interesante al describir la relación con su abuela y la influencia que tuvo para la construcción de su persona artística.
Si bien este relato de ficción no es un documental de su vida, pareciera que el temor a hablar de los aspectos más complejos de un artista deja un tremendo sesgo, sobre todo en este caso donde estos hechos y el apoyo de la gente cercana, aquí omitida casi por completo, fueron una de las bases para la creación de este icónico álbum al que hace alusión el título. Sobre todo, pareciera que el relato no aporta nada que no pueda ser visto de mejor forma justamente en un documental como el de Amy (Kapadia, 2015), dejando las buenas intenciones de este relato varadas en la ambigüedad.
No todo es malo en Back to Black. Si hay algo por lo que el filme sobresale sobre otras biopic es, en parte, por la interpretación de Marisa Abela como Amy. Si bien debido a los problemas de guion no muestra algunas de las facetas más complicadas de la cantautora británica, Abela logra hacer un buen trabajo al moverse como ella sin que se sienta como una calca de Winehouse, imprimiendo un toque de carisma necesario para el rol que, por momentos, tiene grandes chispazos pero que no alcanza mejor término debido a las limitaciones impuestas por la historia.
El reparto que la rodea también es bueno, pues Eddie Marsan como la versión poco acertada de su padre sobreprotector y Jack O’Connell como el patán interesado de Blake, tienen buenas intervenciones a pesar de que se queden cortos en mostrar las caras más feas de su relación con la artista. Otro aspecto destacado es la música, pues Back to Black repasa no sólo algunos de los temas de este popular disco sino de su anterior lanzamiento, Frank, todo a través de un gran esfuerzo vocal de Abela, que refuerza con creces su interpretación de Amy a través de ello.
Hay otros aspectos como el diseño de vestuario y maquillaje de Amy que son dignos de reconocimiento al convertir a Abela en ella, respetando esos peinados, sus poses, su constante cigarro y ese paso de su aspecto inicial hacia el que la llevó a la fama. Sin embargo, la edición y ese temor de no querer ahondar en los temas más duros con afán de mantener una memoria pulcra que, por momentos, termina por justificar incluso a aquellos que la hicieron pasar muy malos ratos, termina por dejar esta biopic en un ejercicio mediano que sobresale meramente por su protagonista.
Así, Back to Black rasca solo la superficie de lo que fue Winehouse y su poder creativo, ese que era capaz de captar los aspectos más bellos y terribles de su vida para transmitirlos en sus canciones, intentando mostrarla desde su propia perspectiva, pero creando un sentido plano de las cosas, dejando de lado sus demonios para enfocarse en una romantizada visión bastante irregular que no logra capturar del todo la luz y oscuridad detrás de la gran Amy.
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