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Carlos Eichelmann Kaiser estrena ‘Zapatos rojos’: “No hay nada más político que lo poético”

ENTREVISTA. El cineasta mexicano llega a las salas de cine con su ópera prima luego de triunfar en festivales fílmicos

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Fotograma de 'Zapatos rojos'.

Fotograma de 'Zapatos rojos'.

CORTESIA

Carlos Eichelmann Kaiser presentó en el 2022 su ópera prima en el Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), Zapatos rojos, una cinta que sigue los pasos de un campesino en la Ciudad de México en busca de su hija, encontrando en el camino a una aliada inesperada, una trabajadora sexual con quien terminará desarrollando una relación como de padre e hija, todo en una ciudad que no tiene clemencia con los foráneos ni con aquellos que cataloga de invisibles.

Con motivo de su estreno, Crónica Escenario tuvo la oportunidad de charlar con él.

En 2022 vimos en el Festival Internacional de Cine de Morelia Zapatos rojos y ahora, casi año y medio después, por fin vamos a poder tener su estreno, ¿cómo ha pasado el tiempo para Zapatos rojos en estos años?

Fíjate que Zapatos rojos tuvo una inusual larga carrera por festivales, estuvimos un año entero, un año natural, por eso se hizo un poquito larga la espera, pero finalmente estamos listos para estrenar.

Pareciera que son dos años y han pasado mucho tiempo, pero la película sigue siendo tremendamente actual con sus temas. ¿De qué nos habla esto, Carlos?

Nos habla tristemente de que las cosas no han mejorado, supongo. No es una noticia agradable que siga siendo coyuntura el tema de la violencia en general y sobre la mujer en particular, que es un poco de lo que habla la película.

Aunque creo que la película está siempre relacionada con una visión un poco más poética y menos coyuntural, menos panfletaria, hay un poco de valores más universales, como lo puede ser la culpa, la soledad y la redención

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Es muy interesante sobre todo esta película, la manera en que logras encontrar a tu actor principal, un hombre que no es actor y que, sin embargo, transmite tanto con lo que hace. ¿Cómo fue llegar a Tacho?

Lo de Tacho fue un milagro, cerca de una casualidad. Déjame decirte que Tacho es una persona tremendamente especial. Es una persona muy sensible, con una sensibilidad bien particular y llegué a él de casualidad prácticamente, fue una casualidad, una enorme casualidad.

Yo pertenecía a un grupo de resistencia civil contra las mineras de San Luis Potosí y ahí alguien puso un reportaje y ahí salía Tacho, quien era uno de los ejidatarios que había sido afectado por la minera.

Me impresionó muchísimo el enorme parecido que tenía con el personaje que yo estaba escribiendo en aquel momento, no solo físicamente, sino la manera de hablar, el ritmo interno, ese mundo interior que tiene Tacho, que se le ve en la mirada, esa frugalidad en los gestos. Abonaba a un nivel de realismo que iba a ser imposible conseguir con un actor profesional.

Además, tiene un rostro demasiado cinematográfico, muy fotogénico para tu película.

Yo creo que él nació para la pantalla, te lo digo de verdad, es una cosa curiosa. Siento que él, en algún punto de su juventud, quiso ser actor. Debió haber sido un tipo muy guapo de joven. Tiene una cara muy afilada, con facciones muy fuertes, pero insisto en la sensibilidad. Es alguien que definitivamente ve el mundo de manera distinta.

Ve el mundo como si fuera un niño, como si todo fuera la primera vez. Como si se viera sin conceptualizarse, como si se viera por primera vez, donde todo tiene una magia especial, todo es diferente, único, fresco, nuevo. Y así fue también trabajar con él. Todos aprendimos un poco a ver el mundo por primera vez a través de los ojos de Tacho y eso fue muy refrescante. 

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Y bueno también tienes a Natalia Solían, quien nos contaba que ésta era realmente su primera película.

Natalia sí es una actriz profesional. No había hecho cine, venía en aquel momento del teatro, ahora ya ha hecho varias películas, pero en aquel momento sólo había hecho teatro y tenía muchas más tablas y, digamos, argumentos profesionales que Tacho. Y la elegimos con la idea de darle un equilibrio al tono de la película y también de apoyar un poco a alguien tan inexperto como Tacho.

Lo que creo que sucedió al final fue la cosa al revés. Natalia tuvo que adaptarse a este nivel de realismo tan brutal que proclama Tacho. Entonces fue un poco el mundo al revés, en vez de que Tacho se adaptara a Natalia, o Natalia ayudara a Tacho, fue Tacho quien marcó la pauta.

¿Qué recuerdas de esa semana de filmación allá en el desierto?

La recuerdo dura, toda la filmación, no sólo esa semana. La recuerdo dura porque estamos en plena pandemia, además, fue el primer encierro de la pandemia por llamarlo de alguna manera, donde no había vacunas, donde se sabía muy poco de la enfermedad. Había mucha desinformación, había mucho miedo. Y bueno, Tacho tenía 72, era una persona de altísimo riesgo.

Entonces todos estábamos muy afectados con un alto nivel de estrés. Sin embargo, también pienso que eso le dio a la película un rigor que ahora permanece en la pantalla. Es decir, todo el equipo estuvo altamente concentrado en la película. Yo nunca he visto tal nivel de rigor en un equipo como el de esa película. Y fue por la pandemia. 

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Fotograma de 'Zapatos rojos'.

Carlos, en la película la Ciudad de México tiene un protagonismo muy grande. Las calles, el transporte público. Nos trae un director que quiere esta ciudad y que conoce también las debilidades de la misma. ¿Cómo fue elegir las locaciones para esta cinta?

Mira, la realidad es que esa parte de la película está basada en cómo yo percibo la Ciudad de México y sobre todo en la sensación que me dejó esta ciudad la primera vez que vine a vivir aquí.

Yo soy de San Luis Potosí y la primera vez que vine a vivir a México, bueno, la primera y única, cuando vine a establecerme aquí, tiene este misterio y esta crueldad al mismo tiempo y esta magia, pero a la vez es peligrosa y todo en una sola cosa y todo al mismo tiempo. Y yo quise plasmar eso un poco en la película.

La verdad es que esta parte de la película, concretamente esta parte de la película es mucho mi mirada sobre la ciudad, sobre la sensación que la ciudad me dio cuando yo llegué a vivir a ella.

Algo que impacta de la película es que, a pesar de hacer una denuncia fuerte, no es amarillista, no es maniquea, sino es muy honesta. ¿Cómo fue para ti llegar en el guión a este nivel?

Cuidamos mucho que la película no fuera una película totalmente coyuntural, que se alejara lo más posible del panfleto y del acto político pero bueno, al final, no hay nada más político que lo poético, creo firmemente en esas palabras. Así que intenté abordar el tema de la película.

La razón por la cual quisimos contar la historia a través de este prisma es porque no creo mucho en este cine contemporáneo que lo único que provoca es la herida gratuita o poner el dedo en la llaga sin proponer ningún tipo de solución. Siempre tuve claro que quería hacer una película afirmativa.

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Zapatos rojos habla sobre esta violencia sobre la mujer, de la inoperancia de las autoridades, pero sobre todo habla del amor de un padre a su hija. ¿Cómo surge la inquietud de hablar de este tema?

El impulso primario de la película era hablar sobre la relación que tenía yo con mi padre y supongo que de ahí viene toda esta historia de la relación padre-hija. Sí hay otros temas, yo creo que la película tiene tres temas principales. Uno es la relación paternal, que está ahí desde el impulso que te menciono.

Después está la culpa, que para mí es un tema muy relevante en la película, la culpa viene cargada de su reverso, que es la catarsis o la sublimación de la culpa. Y finalmente está el tema de la violencia. Creo que esos son los tres pilares en los que descansó la película.

Recuerdo en Morelia las audiencias completamente entregadas a tu película. ¿Esperabas este tipo de reacción?

La verdad es que no. Esta reacción la vi, afortunadamente, en muchas partes del mundo. Y celebro mucho que la película tiene mucha mexicanidad, finalmente está filmada en México, con las circunstancias que prevé el propio país.

Pude ver es que defiende valores bien universales y entonces la gente conectaba con la película en la India, o en Marruecos, o en España, o en Italia, o en Japón, o en Sudamérica. Y eso es muy reconfortante, ver que desde una mexicanidad aparente, se empiezan a defender valores más universales, más profundos.

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Después de dos años ya recorrido estos tiempos de festivales, todas estas cuestiones con la película, Carlos, ¿cómo ves tú Zapatos rojos?

Pues la veo con mucho cariño. La veo también como una buena ópera prima que es irregular y no es una película perfecta, pero abrazo mucho esas fracturas, esas irregularidades que tiene. Porque también pienso que estas irregularidades propias de la ópera prima la vuelven una película fresca, con cierto riesgo, arrebatada, diferente.

La veo con mucho cariño. También si te soy sincero, estoy muy contento del estreno en el sentido de que necesito soltar la película y a lo que sigue. Ha sido un viaje maravilloso, pero sumamente intenso y ahora necesito ya pensar un poco en lo que sigue.

¿Ya tienes algún proyecto para adelante?

Sí, estoy filmando ahora una película. La estoy filmando por partes. Porque voy siguiendo el clima. Ahora tengo que esperar por cierto la temporada de lluvia. Ya filmé la primera parte de la película. La segunda la filmaremos en la temporada de lluvia de la ciudad, que es en verano. Será por ahí a finales de julio, principios de agosto. Y la película la vamos a terminar en invierno, en diciembre.

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¿Tienes algún título provisional de ella?

Sí, de momento se llama Lo sagrado, pero luego sucede que los títulos se transforman según avanza el proyecto. Es más, incluso los vas encontrando hasta en la edición. Me acuerdo que Zapatos rojos se llamaba 500 millones de zapatos rojos y al final, en el cuarto de edición, acabamos entendiendo que el título de la película tenía que ser mucho más simple y al final se llamó Zapatos rojos simplemente.

¿Cómo surge esta simbología de los Zapatos rojos?

Bueno, el Zapato Rojo es un objeto que está, digamos, conceptualmente muy relacionado con el feminicidio. Y esto es por la obra de una artista/activista o activista/artista que se llama Elina Chauvet. Elina sufre un feminicidio de su hermana, no recuerdo la época exacta, creo que fue en 2009, y es a raíz de ese feminicidio que ella lo que hace es tomar espacios públicos muy relevantes, no solo en México, sino en todo el mundo.

Lo ha hecho en todo el mundo, en las principales plazas públicas del mundo, toma esos espacios y los llena de pares de Zapatos rojos en un reclamo hacia el feminicidio. Esto puede ir un poco más lejos e irnos incluso a aquella famosa estatua que hay del holocausto. Donde hay muchos zapatos vaciados en cobre.

Una escultura muy famosa en símbolo de los asesinados en el holocausto. Y supongo que viene la conceptualización entre el zapato y el asesinato. O el zapato rojo y el feminicidio. Esto es una suposición personal, ¿qué es lo que queda de los desaparecidos? Son los zapatos.

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