Escenario

‘El carretón del desierto’: Un filme que desafía la modernidad como el judío errante entre títeres

ENTREVISTA. El cineasta y productor Jorge Prior estrena un documental sobre la experiencia de llegar a una ranchería con su troupe de títeres>

Titiriteros mexicanos
Fotograma del filme. Fotograma del filme. (Cortesía)

En el desierto, en el norte del país, existe una compañía muy especial, desafiando las modernidades, la polaca Kasia y el español Jaime recorren los caminos en un carretón lleno de sus cosas, el cual, al llegar a una ranchería, se transforma en un escenario teatral con su troupe de títeres, llenando la imaginación de todos aquellos los ven.

Ellos son los protagonistas de El Carretón del Desierto, el trabajo más reciente del director y productor Jorge Prior. En Crónica Escenario tuvimos la oportunidad de charlar con él con motivo del estreno comercial de esta cinta.

Viendo El Carretón del Desierto no podía dejar de pensar en tus otros trabajos, en la manera siempre esta cosmogonía aparece en los lugares menos esperados. ¿Cuándo empezaste a trabajar en él pensaste que íbamos a poder conectarle así, con tus otros trabajos como director y productor?

Es algo que no pensé, pero que ya algún compañero me hizo esas conexiones que no vi, personajes que caminan, que deambulan y que buscan, sí. Tengo una película que ahora estamos tratando de rescatar que se llama El Ombligo de la Luna, que son unos personajes que deambulan por todo el país, tratando de volver a sus orígenes porque la Ciudad de México está destruida, fue filmada en 1985. Tengo otra que se llama ¿Qué sueñan las cabras? que son los pastores, que también es una reflexión sobre la vida y la muerte.

Jorge, ¿cómo se da el primer contacto con Kasia y Jaime?

Una de las condiciones para ser cineasta es que eres curioso o estás muerto. Tienes que buscar, tienes que leer los periódicos, tienes que estar viendo tu realidad y tienes que contagiarte de ella y te tiene que gustar. De ahí, un pequeño reportaje en La Jornada, hará unos diez años, hablaba de ellos, lo hizo un compañero periodista de Zacatecas, lo leí y me dije “tengo que hacer algo con esto”, y busqué al reportero y me pasó su correo.

Y tardé como seis meses en ponerme en contacto con ellos y poder decirles, “me gustaría visitarlos, me gustaría ver lo que hacen, y si me permiten, llevo una cámara”. En ese tiempo el internet era muy malo, en las rancherías, sobre todo, hicimos una cita y tuve que comprarme un plano en el INEGI de los caminos rurales de Zacatecas y, de ahí, nos lanzamos a la aventura. No sabíamos con quién íbamos, ni a qué íbamos.

Me llevé a un fotógrafo, un sonidista, y nos lanzamos. Y llegas a ciertas horas de carretera, dos de terracería y llegamos a Mazapil, en Zacatecas, a una pequeña ranchería, y ahí estaban, ahí estaba el carretón, ahí estaban ellos dos, ahí estaban sus caballos. Es un encuentro que, por supuesto, sigue presente en mi vida, en memoria, porque sigo con ellos, nos seguimos viendo, son mis amigos y los volvimos cómplices para contar esta historia que ustedes están viendo.

¿Qué tal ver las reacciones, no solo de los niños, sino de los adultos en las rancherías, al presenciar las obras de El Carretón del Desierto? ¿Qué tal fue para ti ver estas reacciones?

Ellos van a lugares donde nunca ha habido un espectáculo, donde nunca ha llegado algo como eso, quizás han pasado otras cosas, pero los niños ven por primera vez los títeres y ven por primera vez estas expresiones. Y también los adultos, porque llegas a la comunidad donde hay 400 o 300 habitantes, y la mitad de la comunidad va a ver este espectáculo. Adultos, niños, ven algo que no han visto y lo disfrutan y los cambian.

Ellos se visten de negro, pero una vez que agarran un títere, ellos desaparecen a la vista de los espectadores. Y se concentran en el títere y el títere empieza a expresarse y a decir, y eso es magia, y lo que hacen es magia y es cautivante. Al final, ellos ponen al frente una cubeta, dan las gracias y la gente le pone un peso, cinco pesos, o una bolsa de arroz, una bolsa de frijoles, o los invitan a comer. Ese es el pago y con eso han sobrevivido 10 años en el desierto.

Me gusta mucho esta idea que tienes en el documental de poner a los títeres a presentarse en medio del desierto. Recordé mucho de estas historias de Cachirulo en su momento, de este mundo de infancia que muchos vivimos, que era muy lúdico y que se ha ido perdiendo en las nuevas generaciones. ¿Cómo surge esta iniciativa de presentarlo así en la película?

Empecé haciendo un documental como todo el mundo, la entrevista, “cómo estás, quién eres, cómo te llamas”, de repente me di cuenta que estaba entrevistando a la mitad de la familia, tenían que hablar los títeres. Les dije, bueno, “ahora les toca a los títeres que me expliquen su historia y la historia de ustedes”. Les di un tiempo para que se prepararan y empezaron a preparar estas pequeñas viñetas.

Entonces descubrí que me faltaban muchas cosas que decir y muchas cosas que preguntarles a ellos, porque los títeres, me soplaron y me dijeron los secretos de ellos. Por ejemplo, los sueños. En las entrevistas nunca había hablado de los sueños. Los títeres me dijeron, “los sueños son los sueños, somos parte de ellos”. Y entonces en la película se habla sobre los sueños. Nos hablan sobre caminar y sobre libertad y nos hablan sobre el judío errante, que es caminar y ser, estar. Toda una filosofía de vida que es explicada a través de los títeres.

Más que ser una película para niños, que la pueden ver los niños, es una película para adultos inmaduros, como nosotros, que podemos tener esta fantasía, que necesitamos que nos cuenten historias como nos contaban de chicos y los títeres cumplen esa función. Cuando ya tuve las dos partes, la parte humana y la parte de la fantasía de los títeres, entonces ya pude encontrar lo que es este documental y ver esta historia.

Hay documentales que llegan a su final de forma natural. Pero hay documentales como El Carretón del Desierto, que terminan donde pueden terminar porque la historia no acaba. ¿Cómo decidiste que ibas a llegar solamente hasta ese punto después de estar trabajando tanto con ellos?

Pues porque, como todas las cosas, tenemos que decir hasta aquí porque la historia sigue. Ellos siguen ahí. Ellos están ahorita en México, están por aquí. Y son mis amigos, se sigue platicando. Y ahora hay un tercer elemento que no está en el documental, fruto del amor de ellos hay un niño de cuatro años, que incluso este sábado el niño va a presentar la función. Las cosas sí cambian, pero como documentalista, tienes que decir hasta aquí llego porque si no, nunca acabas y nunca cuentas y nunca concretas. Yo creo que en ese sentido está completo.

La historia se dejó abierta porque ellos siguen en los caminos y siguen trabajando y seguirán y ya se consideran mexicanos y dicen que ahí terminarán sus días, lo que estará por verse porque cuando llega un niño las cosas cambian. Ellos podían pasar hambres y penurias, ahora ya no se puede porque hay un niño ahí y hay un compromiso, las cosas cambian. Entonces ya es una historia un poco distinta, pero de todos modos sigue siendo romántica, fantástica y que nos cuestiona nuestros modos de vida.

Un momento que a mí me llama mucho la atención, y que me gusta mucho del trabajo, es cuando te cuentan la historia del caballo que se enferma. Porque habla de una cuestión que ellos no habían pensado y tenían que enfrentar. Y los lleva a conocer hierbas, curaciones de caballo, curaciones de muchas cosas. Se me hace un momento muy mágico. Porque también nos lleva a nosotros, como espectadores, a conocer algo que nunca nos hemos preguntado. ¿Cómo fue para ti sentir la emoción de ellos cuando te platicaban estas anécdotas del diario que tenían?

Sí, eso es fantástico, porque esa es una actitud que muchos deberíamos de tener, que es llegar a un lugar, estar con la gente y aprender de lo que está ahí. Entonces, aprendieron de los rancheros, aprendieron a montar caballos, aprendieron a andar en ellos, aprendieron a curarlos, aprendieron a curarse ellos, todo con los elementos del desierto. El desierto es uno de los personajes principales de la película, es un ambiente y es una propuesta y es un lugar que es muy importante.

Y ellos han aprendido del desierto, que a lo mejor a nosotros nos parece un poco difícil, o complicado o imposible, el pensar que podemos vivir en el desierto con todas esas carencias, pero ellos lo han resuelto. ¿Y cómo lo han resuelto? Aprendiendo. Escuchando. Con la gente de la comunidad. Y eso no cualquiera lo hace. Es aprender a escuchar. Que los artistas, cuando son verdaderos artistas, una de las virtudes es saber escuchar.

Y aquí solo me hace regresar un poquito a lo que empezaba esta entrevista. En El Ombligo de la Luna, estamos en este México apocalíptico. Y aquí podríamos pensar que estamos en un mundo tipo “Mad Max” donde no hay nada también. Un mundo apocalíptico en el cual la civilización que conocemos no existe. Nos lleva también a esta parte de la cosmogonía, de esta gente que está aprendiendo a conectar de nueva cuenta con su naturaleza. ¿En qué momento vamos a dejar que Jorge Prior regrese de nueva cuenta a estos temas una forma más amplia?

Son los temas y un tema que está atrás de todos es México. Este país tan complejo, tan difícil, y ahora que estamos atravesando además un momento extremadamente complicado y difícil. Lo que me gusta de esta película es que es una luz en el túnel. Es la posibilidad de la felicidad y la posibilidad de comunicarte y la posibilidad de que haya otro México. Siempre mis personajes están atorados y siempre tratan de salir del caos, muchas veces lo logran y esperamos que en este caso sí lo logren.

Este sábado 16 de marzo tienen una presentación, ¿dónde será?

Yo tengo un lugar en Coyoacán, en Avenida del Convento 34, muy cerca del Museo de las Intervenciones, el sábado a las doce del día van a estar ellos en vivo. Yo creo que es una experiencia conocerlos, porque sí hacen un gran espectáculo. Kasia toca el saxofón, el acordeón, el niño va a estar listo y vamos a iluminar y vamos a hacer que eso sea una fiesta para recibirlos. Es la primera vez después de 10 años que se presentan en la Ciudad de México y también porque hay que apoyarlos.

Finalmente siguen en el desierto con dificultades, hay que buscar que tengan funciones, que se presenten para que hagan lo que les gusta hacer pero que reciban y puedan vivir de ello. El espectáculo se llama El Burrito Bailador, que es un burrito que anda con ellos, que no carga, ese burrito sólo está en las funciones, es parte del espectáculo. El burrito no pudo venir, pero hay un títere que lo sustituye.

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