Escenario

‘Desafiantes’: Virilidad amenazada

CORTE Y QUEDA. La nueva película de Luca Guadagnino tiene una reflexión más profunda más allá del triángulo amoroso. Uno de los filmes mejor actuados del año hasta el momento>

Una joven atleta se recupera de una lesión
Fotograma del filme. Fotograma del filme. (Cortesía)

El ritmo vertiginoso de los diálogos, los alucinantes encuadres de cámara, la edición y, sobre todo, la banda sonora de tecno-rock industrial de Trent Reznor y Atticus Ross hacen de Desafiantes una experiencia sensorial electrizante, vertiginosa, trepidante; una sinfonía de figuras en movimiento en un despliegue perfecto de gracia que hace que los partidos de tenis parezcan una estilizada coreografía.

Los cuerpos de los tres protagonistas se exhiben siempre semidesnudos y sudorosos, ya sea por el ejercicio físico o por el sexo que practican con la misma pasión con la que se entregan en la cancha.

Desafiantes arranca con un insignificante partido de tenis. No es Wimbledon, ni el Abierto de Australia, o el de Francia; es un torneo de Desafiantes en New Rochelle, pequeña ciudad satélite de Nueva York. Los Desafiantes están en la liga inmediatamente debajo de los Grand Slam, que son el máximo escalafón al que se puede aspirar a competir en el tenis.

A los torneos de Desafiantes acuden tenistas jóvenes a punto de dar el gran salto, o profesionales exitosos que pasan por una mala racha. Lo único excepcional de la circunstancia disminuida en la que se encuentran los protagonistas, son ellos mismos.

Art Donaldson (Mike Faist), reconocido tenista de 31 años tiene que participar en el torneo de bajo nivel porque se recupera de una lesión. Tanto él como su contrincante Patrick Zweig (Josh O’Connor), son especímenes perfectos; hombres con una musculatura y vigor que explican porque los juegos se organizaban en la antigüedad para el deleite de los dioses del Olimpo. Lo mismo se puede decir de Tachi Duncan (Zendaya), la misteriosa mujer que los observa detrás de grandes lentes oscuros desde las gradas.

Tachi es la entrenadora y esposa de Art. Se mueve con soltura en los exclusivos círculos a los que la riqueza de su marido le da acceso, pero detrás de la ropa de diseñador oculta una profunda amargura por tener que conformarse con un papel secundario cuando era ella la jugadora prodigio que estaba destinada al éxito. Una grave lesión sufrida en la cancha corta de un tajo sus aspiraciones. Tachi desplazó su pasión por el tenis hacia una obsesión por la carrera de Art, quien acaba realizando sus sueños por ella.

El partido con el que comienza y termina la historia tiene lugar en agosto del 2019. Desafiantes nos revelara en una serie de flashbacks las circunstancias que llevaron a los protagonistas a coincidir en New Rochelle.

La cinta nos traslada primero al 2006, cuando los entrañables amigos Art y Patrick ganan el torneo de dobles en el Abierto de Estados Unidos de ese año. Apenas han terminado la Prepa, pero han sido amigos inseparables desde que ambos tenían 12 años. En ese torneo conocen a Tashi, un prodigio del tenis femenil que está llamada a convertirse en una gran estrella.

Ambos caen embelesados ante su belleza, pero sobre todo ante su ferocidad en la cancha. Tachi se mueve con la seguridad y elegancia de una pantera y su pasión por el deporte no tiene límite. Ellos definitivamente no la comparten. Art y Patrick pertenecen a familias adineradas mientras que Tashi es de baja extracción social. Para ella, el tenis es su boleto para salir adelante. Los muchachos tienen otras opciones.

Tachi se da cuenta de la atracción que ejerce sobre los chicos y coquetea con ellos. Incluso acepta la invitación de visitarlos en el cuarto de hotel que comparten y los anima a que realicen un ménage a trois. Pero, Tashi solo quiere jugar y los deja a medio camino. No sin antes prometer que aceptará salir con el que gane el torneo de singles al día siguiente. Patrick gana y comienzan una relación. Art, obsesionado con Tashi, hace lo que puede para separarlos.

Art logra sembrar la duda en cada uno acerca de la fidelidad del otro y después de una fuerte pelea con Patrick sufre el accidente en la cancha que arruinará su carrera. Tashi culpa indirectamente a Patrick de lo ocurrido y se refugia con Art. Ambos sacan a Patrick de su vida. Sin embargo, la sensación de que Tashi nunca olvidó a Patrick, persigue a Art, quien lo rechaza en las pocas ocasiones en que se vuelven a encontrar. 

El trayecto por el que nos lleva el cineasta Luca Guadagnino toma más de dos horas y nos lleva al mismo punto de partida, a la misma cancha, pero observaremos la escena de forma totalmente diferente. La cancha misma se ha convertido en un tablero donde se juega un duelo a muerte. No es la pericia, ni el entrenamiento, ni siquiera la fuerza física la que definirá al ganador, la lucha es atávica, cuerpo a cuerpo: son dos machos que se miden y se enfrentan por una hembra.

La secuencia final es un auténtico duelo de actuaciones. Solo la extracción teatral que comparten Faist y O’Connor les pudo dar la capacidad para utilizar todo el cuerpo para narrar lo que realmente está en juego en esa cancha.

El atletismo, la plasticidad, la gesticulación que se necesitan para transmitir en un teatro son las únicas herramientas con las que crean la catarsis final, el gran clímax, sin articular una sola palabra. El partido adquiere su dimensión épica utilizando puros recursos cinematográficos que elevan la historia al nivel de una ópera o incluso una tragedia griega.

La última secuencia es arte cinematográfico puro; en extreme close -ups, cámara lenta o acelerada los jugadores se dicen todo con las miradas, el cuerpo, la respiración. La secuencia final da también una brillante vuelta de tuerca.

Mientras que la película se ha concentrado en la rivalidad amorosa entre los dos hombres, no se ha ocupado de la que al final es la verdadera gran tragedia en Desafiantes, la pérdida del amigo entrañable de la infancia.

La decisión que debe tomar uno de los jugadores en la cancha podría, por un lado, resarcir la relación con la mujer anhelada, pero, por el otro, podría hacer algo mejor: reparar la que perdió con su amigo y a la vez, ayudarlo a emanciparse para siempre del yugo que lo ha reducido como profesionista… y como hombre.

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