Escenario

‘El hombre de los sueños’: Una dramática y exquisita comedia negra

CORTE Y QUEDA. Este fin de semana llegó a las salas nacionales el célebre filme del noruego Kristoffer Borgli que cautivó en el 2023 con Nicolas Cage como protagonista

Un hombre con una mano de cuchillas
Fotograma de 'El hombre de los sueños'. Fotograma de 'El hombre de los sueños'. (CORTESIA)

El año pasado cuando me tocó verla no daba crédito.

Y no porque dudara de la eternamente confiable A24, ni del minucioso director o del acertado trabajo interpretativo (¡jamás!) de Nicolas Cage; sino porque no me esperaba tal derroche de genialidad narrativa en una historia que solo Kristoffer Borgli podía contar con tal aplomo y que Cage podría bordar a mano como lo hizo con esa impecable actuación.

De hecho, me quedé con ese agradable sabor de boca durante varias semanas esperando poder verla nuevamente lo antes posible en la gran pantalla de los cines mexicanos.

Y luego de casi medio año de espera, llega por fin a refrescar la cartelera nacional, con una bocanada de propuesta osada e inteligente, una de las mejores películas del 2023 para gozo del paladar cinéfilo más exigente: El hombre de los sueños (Dream Scenario) del iconoclasta director Kristoffer Borgli.

El noruego Borgli fue la mente maestra de esa joyita del 2022 llamada Enferma de mí que fue como un bofetón a todos aquellos que dan uso indiscriminado a las redes sociales para tratar de ser alguien y obtener un motivo para seguir adelante en la instantánea vida actual.

Ahora, y sin alejarse demasiado de esa temática, llega esta película bajo el cobijo de A24 que navega entre los absurdos comportamientos humanos fuera de control hasta los más profundos cuestionamientos del porqué de la vida y la muerte narrados entre los géneros de la más pura comedia inglesa negra, el drama más desgarrador y la ciencia ficción de instructivo en una montaña rusa de imágenes oníricas.

El personaje principal Paul Matthews, interpretado majestuosamente por un luminoso Nicolas Cage, resulta el vehículo para que el espectador se identifique de alguna forma con las diversas situaciones por las que pasa y que, como dije antes, empiezan como algo curioso que va escalando del asombro (para el personaje y para nosotros) al terror que representa el que las cosas salgan de control sin aviso previo y sin una pronta solución.

Una total incapacidad para poder prevenir lo que se perfila y que resulta en un eficaz uso de la técnica del giro de tuerca para no perder la atención del espectador y sobre todo, que nunca demos por hecho el desarrollo de la trama.

Nicolas Cage se mueve cómodamente por las diferentes secuencias donde su personaje va de un lado a otro del espectro emocional sin caer en los lugares comunes y mucho menos recurrir a taras actorales disfrazadas de firma personal.

Por eso es que su personaje, que representa a la perfección a una generación a la que le cuesta entender los alcances de las redes sociales, el pusilánime maestro Matthews vive el ascenso repentino de su popularidad por encima del sorprendente hecho de ser el origen de los sueños de gente conocida y ajena a su existencia y la subsecuente persecución, juicio sumario y lapidación digital en una instantaneidad que lo sacude desde lo más profundo de su ser y que, por lo mismo, afecta a todo su entorno familiar aunque en menor medida a sus hijas quienes entienden a la perfección la situación más no el comportamiento de su padre.

La película no puede negar tampoco la terrible tristeza que sutilmente presenta en segundo plano durante todos los momentos por muy hilarantes o siniestros que se presenten y esto no solo tiene que ver con Paul, su esposa Janet (una siempre confiable Julianne Nicholson) o sus amistades sino con todos aquellos que nos son mostrados y que han soñado con el profesor. Una tristeza que refleja un vacío existencial que, como dije al principio, es llenado con una vida digital cuya fragilidad pende del hilo de la cantidad de aceptaciones que se generen a partir de un like, video o, en los casos más arriesgados, comentarios que puedan suscitar diferencias.

Y es esta tristeza implícita la que ironiza toda la propuesta porque Paul no propicia lo que le ocurre al resto de las personas. Nada de lo que sucede es su culpa y sin embargo asume incrédulamente el ascenso a los cuernos de la luna donde se vuelve una aclamada celebridad mundial y de un día para otro vivir aturdido la caída al fondo del infierno y ser considerado un despreciable ser humano donde su incapacidad emocional le impide poder manejar esta nueva y dolorosa situación.

Es en este punto de la historia de Borgli que todos tocamos fondo sin saber que va a pasar porque, de una u otra manera, nuestra identificación con el entrañable profesor (sobre todo como hombre que ronda esa edad en la vida real) ya está metida hasta la medula.

Y, aun así, el director nunca nos suelta de la mano.

Nicolas Cage tiene en El hombre de los sueños una de las mejores interpretaciones de su carrera.

Su constante presencia en películas tipo B que lo elevaron a un actor confiable para a todo tipo de papeles y no empequeñecerse ante argumentos francamente absurdos, le hicieron ganarse no solo el respeto de los cinéfilos que veían siempre con buenos ojos su pasión por actuar sino también el corazón de todos al interpretar impecablemente sus personajes por más disparatadas que fueran las historias de las películas donde aparecía como protagonista.

Por eso, verlo en cintas como Pig (2021) de Michael Sarnoski; The unbearable weight of massive talent (2022) de Tom Gormican e incluso la deliciosa Renfield (2023) de Chris McKay nos hace confirmar que Cage está pisando firme nuevamente y que vienen proyectos muy disfrutables teniéndolo a él como protagonista… Y ¿por qué no? que siga haciendo el cine clase B, como Mandy (2018) de Panos Cosmatos o la maravillosa Willy’s Wonderland (2021) de Kevin Lewis que resultó, por mucho, superior a la original convirtiéndose en un gozo al alma cinéfila B que llevamos dentro.

Y desde luego que, al ver esta película, no podemos evitar el asegurar que Kristoffer Borgli va, con paso seguro y firme, en camino a las grandes ligas de realizadores cuyos trabajos se describen con la simple mención de sus apellidos: Los Kaufman, Jonze, Anderson, Jarmush o Lynch por mencionar a los más sobresalientes de ese Partenón.

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