Recuerdo que en casa, hace algunos años, mamá ponía cassettes y bailaba hasta que su respiración se agitaba y las gotas de sudor se hacían perlas en su cuello. Miguel Mateos, Miguel Ríos, Alaska y Dinarama; los éxitos relataban historias apasionantes de corazones rotos, amantes despechados y llantos incontenibles, todos al ritmo de guitarras rockeras y baterías intensas. Todos tenían un toque de magia especial, de nostalgia por la espera de los amores peculiares, pero existe un intérprete que se quedó especialmente grabado en mi mente.
Mi madre me tomaba de las manos, pequeñitas, para bailar al son de “Nada contra Nada”, “Amándote” y “Enamorándonos”, en la voz del hombre de cabello rizado, con un estilo y energía que le permitieron cosechar el sobrenombre de ‘El Ángel del Rock’. Así, introduzco al personaje de nuestra entrevista del día de hoy: el maestro Laureano Brizuela, quien se presentó, el pasado 18 de abril, en el Lunario del Auditorio Nacional en la Ciudad de México.
Decía el maestro Brizuela, en la conversación, que hacía ya mucho tiempo desde que se había presentado en México con un plan de acción que le permitiera recorrer el país, Centroamérica y Estados Unidos. El Lunario, le parece un lugar encantador de encuentro directo y cálido con el público. “Los tienes todos ahí, together, todos tranqui y el lugar tiene un trabajo de acústica muy interesante, entonces, es un placer para nosotros trabajar en un lugar así y más como una introducción, como la primera tocada en la ciudad con mi banda que me acompaña desde hace 15 años y nos vamos a dar el gusto de dar un recorrido cronológico muy interesante”, dijo.
Brizuela sabe que el público tiene el crédito por adueñarse, hacerse de las canciones, de convertirlas en parte de sus cotidianidades y está profundamente halagado de poder “sembrar” canciones en el soundtrack de la vida de sus oyentes.
“Siempre habrá una canción que ilumine imágenes de la primera vez que nos enamoramos, de la despedida de los estudios y nos quedan canciones que nos hacen entender que la vida pasa siempre, pegadisima, al arte de la música y ese ha sido el logro de las décadas, haber dejado canciones en el alma de la mente. Aunque traigas muchas propuestas nuevas, siempre tienes que cantar esas primeras canciones, si vas a ver a MacCartney, quieres escucharlo cantar ‘Yesterday’”, anotó el maestro Laureano.
Para él, los parámetros sí han cambiado, los de creación de la música, incluso aseveró que se ha perdido el encanto tradicional de la escucha, aquel que hacía que la gente comprara el disco tras haber escuchado los éxitos en la radio, sin parar. Durante la evolución, consideró, el techo más alto estuvo en los ochenta, cuando cada artista tenía una personalidad estrictamente definida. Tras esto, al mundo lo consumió la vorágine tecnológica, que fomentó la extinción de muchos valores de la industria musical.
“No te olvides que cuando sacamos el proyecto, también había un público nuevo, era un advenimiento de algo que no se veía. Quizá se me dio el chance porque yo no amenazaba a la política local, ni al sistema; yo empecé a cantar en Argentina, luego lo pausé por cinco años para producir desde Puerto Rico, grababa en Estados Unidos a otros artistas, eso me ayudó a definir mi camino y llegar con esto y que te digan que aquí no sonaba nada orientado al rock; de alguna manera había un acto de censura política y todos los organismos de comunicación estaban avisados de no pasar nada del sur, de los chicos que levantaban el dedo. Lo mío hablaba de paz, de la energía del hombre, luego con el tiempo fui metiendo cosas de denuncia, pero eso abrió una puerta gigante”, recordó.
El maestro recordó el feeling de lo que estaba antes de lo digital, la percepción del trabajo del estudio que estaba en la cinta y la desaparición del gis del disco que en algún punto fue parte del sonido. En el disco Alborada, mezcló la música en análogo y la voz en digital, lo que dio cómo resultado un producto brilloso. Después de los ochenta, dijo, la oferta se hizo tan amplia que cualquier persona podía hacer su estudio en casa, aunque jamás será tan sencillo como para reducir todo a una caja de ritmos adornada con lo que sea porque, al final, “la música es una arquitectura muy seria”.
Actualmente, para el Brizuela, hay un decaimiento muy claro en cuanto a la calidad de las letras, aunque no le ha pegado a toda la gente joven. Algunos adolescentes y adultos de primer ingreso están buscando los antecedentes musicales de los padres e insisten en escuchar cosas que los deslumbran.
“Ni los Beatles tienen dos millones de views y después de 60 años siguen sonando maravilloso, pero hay muchos chicos de los dos mil que están redescubriendo lo que en un principio quisieron ignorar: la historia. Hay señores que me dicen, mira te presento a mi hijo o a mi nieto y no sabe nada, pero a ver, a ver, si yo cuando tenía 15 o 20 sabía de la música renacentista, los clásicos, Chopin, Schubert, tangos, valses, boleros mexicanos y a mí me cabía todo en mi mentalidad y resulta que un chico de hoy no tiene ni idea de que los Beatles existieron. Estos chicos creen que están inventando la historia y no es así”, aseguró
Laureano Brizuela reía a carcajadas, decía cada una de las letras de las palabras con jovialidad, manoteando frente a sus ideas, mientras reflexionaba sobre esos jóvenes que sí están descubriendo la música de antes. “Ahora aparecen muchas figuritas nuevas muy bien maquilladas, muy bien estructuradas, muy bien cirujeadas, que aparecen simplemente para dar un look estético escénico pero nada más, porque vocalmente no ofrecen nada, porque sus canciones no dicen nada”, declaró.
¿Es un desafío interesante para Laureano Brizuela el público nuevo? Su respuesta fue que sí, que lo es porque se dejan descubrir y él se redescubre con ellos, porque la clave está en buscar el nexo que tenía con sus padres para que las nuevas audiencias se den cuenta de la sinceridad de los intérpretes. “Ahora pareciera que cualquier chico con un aparatito se convierte en una estrella y no es así, la verdad está arriba del escenario. La música no te deja nunca, sobre todo cuando te sabes meter al mundo musical y sabes hacer canciones que le puedan llegar al alma de la gente que la seguirá cantando dentro de 30 años”, apuntó.
“No sé si en 10 años nos acordaremos de alguno de los reggaetoneros de ahora, son como los carros, todos hechos iguales porque salen de la misma matriz, arriba no importa el color que le pongas, suena todo igual, pero sí seguiremos oyendo ‘Sueños Compartidos’ o ‘Yesterday’ y me da mucho gusto porque le cantas a la gente que sabe lo que haces y que van con sus chiquilines que descubren que hay otros caminos”, dijo Brizuela, en un mundo en el que los sencillos salen como si de pan caliente se tratara.
El maestro se preocupa por la grandísima oferta musical, que entorpece la creación de figuras imperecederas. Recordó que los medios de comunicación seguían de cerca a las estrellas en los ochenta, que eran duros con las críticas, que los artistas buscaban sacar su música sin importar qué. Brizuela se asoció con Melody en México, creó su legado y desafió la prohibición no dicha del rock en el país, que no permitía que se rompieran los moldes. Siempre se preocupó por tener una banda en vivo, por dejar de lado el playback, incluso en los programas de televisión que no lo permitían.
La entrevista comenzó a extenderse, los diez minutos autorizados se convirtieron en media hora de una conversación que pareció de solo un instante, pero es que Laureano estaba lleno de un fuego inapagable. “Me dan mucha pena los chicos de 15, 16, 18 años, porque están creciendo con esto y no sé cómo lo van a tomar emocionalmente, cuando tengan cuarenta van a decir: yo con este perreo me enamoré, hmmm, no creo, no va a pasar de la calentura del perreo, no van a recordar porque todo suena igual”, dijo.
Me dijo que jamás compitió con nadie, que creó un perfil que se esforzó por mantener en un estándar de alta calidad, buscando la excelencia de la arquitectura musical, buscando algo memorable y eso es lo que conforma un puente de identidad único con el público. “Cuando estás acompañado de buenos músicos, todo vale y ahí está el secreto de la música, si quieres que perdure, si quieres que sea un buen plato y no comida chatarra, porque el buen plato siempre lo repites, tiene que estar acompañada de buena instrumentalización”.
Concluyó, admitiendo que su sonido jamás será tímido, que lo suyo son las power ballads, pero que jamás se sintió identificado con las cosas pesadas, que lo importante fue siempre mantenerse firme en su estilo, que el tiempo no ha pasado en vano y que la vida será lo que tenga que ser, que el lenguaje de la música tiene que ser universal, entendible para todos, necesariamente impresionante. “La música pasa por una buena canción. Siempre que me presente en este país que quiero tanto, será para divertirme, crear y meter a la gente en el tema que viene para corearlo, cantarlo y pasarla bien”.
Así, sin más, señoras y señores, Laureano Brizuela.
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