Si bien es cierto que desde los años 40 la cinematografía nacional había comenzado a filmar películas cuyas tramas se centraban en el melodrama cristiano, era curioso advertir que, como tal, se rodeaba el asunto de la Pasión de Cristo para focalizar la atención en los personajes femeninos.
Así ocurrió en María Magdalena y en Reina de Reinas, ambas cintas de Miguel Contreras Torres y filmadas en 1945. Sin embargo, iba a ser José Díaz Morales el primer realizador en abordar la Pasión de Cristo como tema central de un filme; y sobre todo, habría de dar el ‘banderazo’ de salida al imponer la moda de que fueran actores españoles quienes representasen el papel de Jesús en el cine mexicano de ahí en adelante:
De José Cibrián, (primer Cristo en la pantalla nacional en 1942) a Luis Alcoriza (1945) (sí, el grandioso director en su etapa de actor); de Alcoriza a Enrique Rambal (1952); y de Rambal a Carlos Piñar (este último ya hasta 1970, dado que en el ínterin habrían de colocarse Enrique Rocha y Claudio Brook, en 1965 y 1970, respectivamente).
Así, Díaz Morales en Jesús de Nazareth proyectó a la fama a José Cibrián, quien con su semblante sereno y sus ojos fatigados afectados de ptosis, se antojaba un inmejorable intérprete para las múltiples faenas de Cristo (al año siguiente Norman Foster aprovecharía esta misma característica del actor para que encarnase a Hipólito, el pianista ciego enamorado de Santa en la versión de 1943).
Sin embargo, es evidente que no sería hasta 1952 con la estupenda interpretación de Enrique Rambal, quien hacía su debut en nuestro cine y cuyo padre había sido director teatral en su España natal (montando justamente obras como esta), que la cinematografía nacional se probaría en las más altas lides de la apreciación fílmica internacional al ser nominada El mártir del Calvario para competir por la Palma de Oro en el Festival de Cannes en su edición de 1954.
No sólo producto de la interpretación de Rambal, sino de la coherencia narrativa de los episodios de la vida de Cristo, además de una serie de bien logrados efectos especiales que fueron celebrados en la época, el filme recibió el favor de la crítica internacional; y aunque la película no resultó triunfadora, sí sentó un precedente fundamental para la producción nacional en épocas posteriores.
Miguel Morayta, a la sazón compatriota de Rambal, afirmó siempre que nunca gozó de libertad para hacer un cine de autor; si bien no se quejaba amargamente dado que varias de sus películas fueron exitosas y se probó diversos géneros (recuérdense como ejemplos Hipócrita, Vagabunda o El médico de las locas), el director aseveraba que para mantener su empleo, debió ceñirse en gran medida a los pedimentos de los productores con quienes trabajaba, y El mártir del Calvario no fue la excepción.
Dadas las carencias de presupuesto en la producción, la cinta no pudo filmarse en exteriores, sino que las escenografías fueron montadas en su totalidad en los Estudios Tepeyac, hecho por el cual años más tarde, los más severos críticos nacionales se ensañaron contra el filme en este aspecto.
Sin embargo, ello no fue óbice para que ‘tan imperdonable falta’ fuese subsanada con el formidable trabajo una pléyade de buenos actores, además de lograrse una secuencia bastante lógica de las andanzas del hijo de David, quien tras elegir a sus apóstoles y pronunciar el sermón de la Montaña al inicio de la película, va realizando prodigios a diestra y siniestra a lo largo de la trama.
Sea como haya sido, ‘en verdad os digo…’ (frase tan iterativa como inolvidable del Cristo interpretado por Rambal), que Morayta se apuntó un triunfo inenarrable con esta cinta, pues logró conmover a la población -mayoritariamente católica- que acudía a las salas de cine a presenciar el Proceso del Nazareno para luego ejercitar una fortísima catarsis de sus más profundas emociones frente a la pantalla, y años después, como todos hemos atestiguado, frente al televisor.
Con un elenco de gran renombre en el que figuraron actores de la talla de ‘el Señor Teatro’ (Manolo Fábregas) en el papel de un repelente Judas, Carmen Molina en el de la abnegada Martha, Miguel Ángel Ferriz como el fidelísimo Simón Pedro, José Baviera como un displicente Pilatos (en su cuarta interpretación de este personaje en cine) o José María Linares Rivas como el feroz Caifás, la película fue promocionada como ‘El drama más sublime de la humanidad’.
Y si los actores mencionados fueron cuidadosamente elegidos para ejecutar sus roles y lo hicieron estupendamente, lo cierto es que el pináculo de todo ello fue la interpretación del madrileño Rambal, quien a sus 28 años de edad se sometería a un fortísimo programa físico para lograr su cometido actoral, proceso en el que hubo de rebajar cantidad de kilos para emular la figura del galileo, además de que es bien sabido que en la secuencia del viacrucis, el actor cargó una cruz de madera real a petición de Morayta y no una de utilería, como suele hacerse en estos casos.
Completamente compenetrado con su personaje, Rambal logra a través de una destacada caracterización y maquillaje, una voz modulada y cálida y una serie de ademanes suaves y naturales, consagrarse indiscutiblemente como un Jesucristo alabado tanto nacional como internacionalmente dado el enérgico realismo en su trabajo, siendo apenas su debut en el cine mexicano.
La trascendencia de la cinta ha sido de tal magnitud que de las múltiples producciones nacionales sobre esta temática, es El mártir del Calvario aquella que reconocemos, no olvidamos y quizá seguimos viendo cada año si nos la encontramos en la programación de TV abierta, aun con la presencia de las plataformas de streaming. ¿Será acaso que nos gusta sufrir?
El dato: Cabe mencionar que únicamente para las interpretaciones de Jesucristo, los actores españoles seleccionados para el papel eran permitidos de cecear en películas mexicanas, ya que en otros géneros y temáticas habituales, les estaba prohibido.
* Este texto está basado en el artículo 'Cinco cintas mexicanas para ver en Semana Santa' registrado en o SOGEM-INDAUTOR, 2024
Es graduada de la Licenciatura en Historia por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Es Maestra en Ciencias Antropológicas y actualmente Doctorante en la misma especialidad por la propia ENAH, siendo sus líneas de investigación Teoría, critica y análisis cinematográfico del Cine mexicano, así como contenidos digitales y medios audiovisuales.
Posee una Especialidad en Estudios de la Frontera México-Estados Unidos por el Colegio de la Frontera Norte (COLEF), especializándose en Narcocultura y contenidos simbólicos en la esfera mediática. Como Docente de Español como Segunda Lengua (ENALLT-CEPE, UNAM) ha podido desempeñarse como promotora de la cultura mexicana también fuera de nuestro país.
Colaboró en la muestra museográfica Heritage Middle East, realizada en Abu Dhabi, Emiratos Árabes Unidos, en 2019. Ha sido profesora de Historia de Mexico, Contemporánea y Universal a nivel bachillerato, así como de Humanística, Relaciones Bilaterales y Cine Mexicano a nivel licenciatura. Colabora actualmente en diversos proyectos de gestión, promoción y difusión del Cine Mexicano en sus diversas épocas y géneros, impulsados por el STPC- Estudios Churubusco.
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