“Sobre Landrián se ha escrito mucho, pero el público apenas lo conoce”, lamenta el director de cine cubano Ernesto Daranas en el Festival Cinélatino de Toulouse acerca de qué le cautivó del cineasta Nicolás Guillén Landrián para dedicarle el documental homónimo.
A Daranas (1961, La Habana) le respaldan más de tres décadas de carrera cinematográfica, en la que los problemas sociales de Cuba han sido protagonistas, en documentales como Los últimos gaiteros de La Habana (2004), ensalzado con el Premio Internacional de Periodismo Rey de España.
Pero si hay algo que le gusta, eso son los retos, sobre todo los que llegan de imprevisto como lo hizo Landrián, fruto de “una visita de trabajo a los archivos de La Habana” en la que le “sorprendió el pésimo estado de conservación del material fílmico”, según explicó a EFE este jueves en una entrevista.
Cinélatino, además de designarle miembro del jurado que otorgó el Grand Prix Coup de Coeur, dejó que su experiencia diese voz al panel “Hola cubanos/as” en un coloquio con “jóvenes comprometidos con la realidad de su país”, pese a que “muchos de ellos se han visto forzados al exilio”.
En esa misma sección hay visionados de filmes como Cuatro Hoyos, de la realizadora Daniela Muñoz Barroso, y un programa de cortometrajes de la década de 1960 dedicado a Landrián, paralelo a la proyección del documental con el que Daranas le homenajea.
Este director cubano ya gozó del reconocimiento en su país con Los Dioses Rotos (2008), un relato en torno a la prostitución, y, en el extranjero, con Conducta (2014); un largometraje que pone en debate el sistema educativo y los entornos marginales, y que fue premiado en España en el Festival de Málaga y nominado a los premios Goya, y los Ariel y los Platino en México.
Y ahora estrena en Francia el documental sobre el camagüeyano Landrián (1938-2003), que fue víctima de la censura cinematográfica tras la Revolución cubana y encarcelado por desviación ideológica en reiteradas ocasiones: “Es un cineasta fascinante en muchos sentidos”, reconoce Daranas con asombro.
En una época en la que el cine cubano era “esencialmente propagandístico, puesto en función de la revolución naciente”, prosigue, “Landrián es el cineasta que se para en medio de esa euforia y se hace preguntas”.
La transgresión del que fue sobrino del poeta Nicolás Guillén traspasó el contenido y la forma al capturar, por ejemplo, en Reportaje (1966) las adversidades del campesinado cubano no sin precederles antes la definición literal del sustantivo que da nombre a la cinta.
“Landrián es posiblemente uno de los cineastas que supo mirar nuestra esencia (la del pueblo cubano) con mayor intensidad”, asegura Daranas.
Sobre su mirada, “delicada, profunda y muy personal”, incide este director, es “impactante” ver cómo “todavía sigue cautivando y todavía sigue siendo absolutamente contemporánea”.
Medio siglo después, el cine cubano aún tiene problemas para alcanzar una repercusión en audiencias extranjeras, aunque las películas de Daranas, como él mismo explica, han tenido “la fortuna de ser defendidas por distribuidores internacionales que se han encargado de moverlas”.
En este caso, expone, se volvió “clave la participación de la productora Altahabana Films y de Luis Tejera, el productor” para sacar adelante el documental ante los problemas de financiación.
La interrupción causada por la pandemia del covid-19 llevó a que el equipo aprovechara para seguir materializando la idea, si bien entonces ya contaba con “una gran cantidad de material fílmico” que tenía preparado, con entrevistas y fotografías inéditas.
Daranas destaca la colaboración de la viuda de Landrián, Gretel Alfonso, y del fotógrafo Livio Delgado, quienes se convirtieron en sus recopiladores de información.
El motor que le llevó a seguir adelante, detalla, es la película Ociel del Toa (1965). “Es realmente la película que me mueve a embarcarme en toda esta aventura”, desvela este director.
El porqué lo retrotrae a su infancia, dado que la historia se desarrolla en “el mismo lugar” donde él vivió hasta los cinco años.
“Mis padres eran maestros de montaña y era entrañable en ese sentido hacia los personajes que salen en esa película. La geografía, la naturaleza, el entorno, era el entorno de mi infancia”, sostiene Daranas.
El vínculo emocional y el saber que la obra estaba a punto de perderse son los factores que han hecho posible la restauración, hasta el momento, de diez de las películas de Landrián.
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