Escenario

‘Ripley’: Lejos de las grandes adaptaciones pero cautivante con el tenebrismo de Caravaggio

CORTE Y QUEDA SERIES. Analizamos la reciente producción de Netflix en manos del director Steven Zaillian cuyo aporte es poner en imagen la estética del crimen

El hombre del maletín
Fotograma de 'Ripley'. Fotograma de 'Ripley'. (CORTESIA)

A pleno sol (René Clement, 1960), primera adaptación al cine de El talentoso Señor Ripley de Patricia Highsmith refleja, desde la elección del título, la esencia de la novela. Luz, brillo, esplendor: eso es lo que representa el mundo de Dickie, un joven millonario estadounidense disfrutando de la dolce vita en la Italia de posguerra. Quizá sea solo un espejismo pero su brillo es tal que logra cegar al advenedizo Tom Ripley.

La Italia que Highsmith describe en su novela de 1955 es la del “milagro económico”; vibrante, excitante, llena de posibilidades. Una Italia que comenzó a producir artículos de lujo (especialmente ropa y zapatos), máquinas de escribir, refrigeradores y automóviles Fiat, Maserattis, Alfa Romeo, etc. El dato es importante porque Ripley observa ese mundo lleno de codiciables objetos que sólo subrayan su su imposibilidad de poseerlos. Como tampoco puede poseer a las personas que los utilizan y complementan con su belleza.

La serie de Netflix dirigida por Steven Zaillian, se distancia por completo de la novela empezando por la fotografía. Aunque extraordinaria, cuenta una historia que no tiene nada que ver con la de Highsmith. El cinefotógrafo Robert Elswittn, utiliza un blanco y negro de alto contraste que es más afín a la visión de la Italia de posguerra de Michelangelo Antonioni, que retrataba pasajes interiores que reflejaban el hastío de la alta burguesía cuyo malestar existencial contrastaba con el confort material que los rodeaba.

Ripley contempla a esa clase alta fascinado y desde fuera en su doble condición de foráneo; por ser estadounidense y por ser de baja extracción social. Tanto la versión francesa de Clement, como El talentoso señor Ripley (Anthony Minghella, 1999) son infinitamente superiores en ese sentido. Siendo inglés, quizá, Minghella entendió que la esencia del drama era una cuestión de clase.

En el primer episodio vemos a Tom Ripley (Andrew Scott) sobreviviendo a duras penas en Nueva York realizando pequeñas estafas con el gran talento que tiene para falsificar firmas. Por fortuna, Herbert Greenleaf, un empresario que construye barcos y veleros, lo busca con la equivocada impresión de que Tom era muy amigo de su hijo, Dickie (Johnny Flynn). Tomo solo lo conocía superficialmente, pero se cuida de que Greenleaf siga creyendo lo contrario.

Greenleaf le ofrece pagarle todos sus gastos para que vaya a Italia y traiga a su desobligado hijo de regreso. Dickie lleva dos años viviendo a todo lujo en Italia e ignora sus peticiones de que lo ayude a hacerse cargo de la compañía. Dickie responde que está concentrado en avanzar su carrera de “pintor”—para lo que, de hecho, no tiene ningún talento. 

Ripley acepta el encargo con gusto y encuentra a Dickie (Johnny Flynn) y a su novia Marge (Dakota Fanning) en el pintoresco pueblo de Atrani, efectivamente viviendo como reyes con el dinero de un fideicomiso de Dickie. Ambos, se la pasan en la playa de día, bebiendo de noche, haciendo viajes de fines de semana y no tienen la menor intención de regresar a Nueva York.

De hecho, ya ni Ripley quiere regresar y más bien se incrusta en la vida de la pareja. Dickie lo invita a que se quede con él en su amplia villa. Pero como todos los que son admitidos en esos cerrados círculos sin tener el pedigrí, Ripley tiene que “cantar por su cena”, es decir, desplegar cualquier otro de los marcadores de estatus que sustituyan al dinero: genio, talento, simpatía o belleza.

El Ripley que interpretaba Alain Delon en la cinta de Clement, tenía esto último a raudales, razón suficiente para ser admitido. El Ripley de Minghella, interpretado por Matt Damon, era joven, atractivo y sobre todo, divertía a Dickie con sus imitaciones. El Ripley de Scott, no tiene nada que justifique que Dickie lo admita en su círculo empezando porque Scott tiene 47 años, no es precisamente guapo y lo peor, parece tan siniestro como es. 

El reparto en lo que concierne a Dickie es también equivocado, sobre todo comparado con el luminoso Jude Law en la versión de Minghella. Flynn ya tiene 40 años y su personalidad es sombría. No proyecta para nada la joie de vivre que atrae a todos a su órbita.

De hecho, en la novela de Highsmith todos tienen 25 años. Y ni hablar del pedante amigo de Dickie, Freddie Miles (Eliot Sumner). Lo que hizo Philip Seymour Hoffman con ese personaje en la versión de Minghella, es poco menos que prodigioso.

Dicho esto, hay una verdadera gran aportación en la serie de Netflix que es exclusiva de Steven Zaillian, quien incorpora tanto a la trama como al diseño de arte, el tenebrismo de Caravaggio, el pintor el pintor homicida del barroco con el que Ripley se llega a identificar de tal manera que ve sus crímenes como un acto estético.

En especial, el cuadro de Caravaggio, David con la cabeza de Goliat (1609), interesa particularmente a Ripley cuando el guía en el museo explica que el pintor se representó en las caras tanto del asesino como de la víctima. En cierta manera, esto resume la absoluta falta de arrepentimiento de Ripley por los crímenes cometidos. Él se veía como víctima de la crueldad casual con la que lo trataban por no ser de la misma clase social. Merecían morir por ser odiosos… y ricos.

Copyright © 2024 La Crónica de Hoy .

Lo más relevante en México