Escenario

“El Secuestro del Papa”, abusos que se pierden en la oscuridad de los tiempos

CORTE Y QUEDA. El nuevo filme del director y guionista italiano deja claro la forma brutal en que las religiones se hacen de fieles adeptos>

El Papa y el niño
Imagen del filme. Imagen del filme. (Especial)

El poder que llegó a ejercer la iglesia católica le llevó a cometer actos deleznables y que atentaron contra cualquiera que se interpusiera en su camino, si bien es ampliamente documentado y conocido lo ocurrido con ejercicios como la Santa Inquisición, hay otras historias de estos abusos que se pierden en la oscuridad de los tiempos, es uno de estos relatos el que se nos presenta en la cinta El Secuestro del Papa (Rapito), el nuevo trabajo de Marco Bellocchio.

Ambientada a mediados del siglo XIX, la cinta narra la historia de Edgardo Mortara, quien a los siete años es arrebatado de su hogar judío por una orden eclesiástica que impedía que un niño bautizado fuera criado por quienes no compartían la fe católica. A pesar de la lucha familiar por recuperar a su hijo, el papa Pio IX obstaculiza cada paso.

El Secuestro del Papa es dirigida por el director italiano Marco Bellocchio, quien se ha destacado en sus películas por mostrar una aguda crítica a la sociedad y la forma en que el poder busca mantener bajo su yugo a cualquiera lo cuestione, por lo que no es de extrañar que esta cinta siga ese camino. Esta película podría parecer sacada de la mente de un guionista con imaginación extrema al mostrar un hecho kafkiano en extremo, lo que hace más aterrador el hecho de que haya sucedido.

La cinta es protagonizada por Paolo Pierobon como el papa Pio IX, Fausto Russo Alesi y Barbara Ronchi como los padres de Edgardo, siendo interpretado él por Enea Sala de niño y por Leonardo Maltese de adulto. Quienes dominan la escena son Paolo y Fausto, quienes representan los dos extremos que se pelean el derecho de educar al niño, uno guiado por el fanatismo religioso, el otro desesperado por ver a su familia separada por una ley absurda y sin sentido. Destaca Enea, quien muestra toda la fragilidad del personaje y que logra transmitir al espectador la lucha interna que lleva, la forma en que se aleja de sus valores familiares ante el inmenso lavado de cerebro que se le hace.

El Secuestro del Papa es un trabajo muy elegante, el manejo de cámaras, el estilo visual, todo deja en claro la gran mano del realizador, quien crea un thriller palaciego cuyos ecos resuenan en la actualidad, si bien podría parecer es algo del pasado, el trabajo deja claro la forma brutal en que las religiones se hacen de fieles adeptos, de la forma en que, sin importar las circunstancias, se busca imponer para obtener lo que desea.

Pero el realismo no está peleado con momentos llenos de fantasía, donde irrumpen en escena secuencias que rayan en lo fantástico y que sirven como rompimientos necesarios para que el espectador pueda respirar y salir del encierro al que se le somete.

Tenemos que aceptar que el título es uno muy engañoso, podría parecer hace referencia a que un Papa ha sido secuestrado cuando en realidad habla de un hecho impuesto por esta figura religiosa, un acto moralmente cuestionable que pone en claro la forma en que un hecho realizado sin conocimiento de la familia, en este caso el bautizo de un niño por parte de la nodriza conlleva a una separación y, sobre todo, a un alejamiento de las raíces.

El Secuestro del Papa no es una cinta para todos los gustos, su estilo no es el típico blockbuster, el director toma las cosas con calma, tomando su tiempo en ir desgranando los hechos, en presentar la lucha de una familia contra todo el estado Vaticano, en ir llevando al espectador por la mente de su joven protagonista, hasta su edad adulta cuando ya esta completamente inmerso en la fe católica, lo que le lleva a traicionar e intentar imponer su creencia a los miembros de su familia. Todo bajo el marco de una ley hecha a conveniencia del estado vaticano que buscaba debilitar a los demás que no se plegaran ante ellos.

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