Escenario

‘The Substance’: Cuando la enemiga eres tú misma

CORTE Y QUEDA EN CANNES. Con Demi Moore como protagonista, la cineasta francesa Coralie Fargeat destacó en la lucha por la Palma de Oro con su debut en el cine de habla inglesa

Fotograma de 'The Substance'. Fotograma de 'The Substance'. (CORTESIA Festival de Cannes)

Se han realizado muchas películas con el tema de la estrella de Hollywood a la que se le hace a un lado cuando envejece, empezando por la emblemática Sunset Boulevard (Billy Wilder, 1950). Lo interesante de The Substance, el filme dirigido y escrito por Coralie Fargeat estrenado en Cannes, es que, mientras que el pacto faustiano al que entra la protagonista le permite recobrar su juventud, ésta no viene integrada a su persona, sino que llega en la forma de un ente separado.

Así, The Substance incorpora otro gran tema de la literatura y el cine, el del Doppelgänger (doble). Pero, a diferencia de esos entes malvados que se desdoblan y revelan el lado oscuro del original, el doble de Elizabeth Sparkle (Demi Moore) que, eventualmente se convertirá en su enemiga, es ella misma en su juventud.

El Doppelgänger (vocablo alemán para designar al doble fantasmagórico de una persona), se remonta al movimiento romántico de los siglos 18 y 19. En el cine se ha adaptado principalmente en su variante gótica (El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, El Horla y El retrato de Dorian Gray). En su ensayo El Doble y Don Juan, el psicoanalista Otto Rank habla del doble como uno de los grandes mitos generados por nuestro afán de inmortalidad.

El doble se construye en una línea de interrogación acerca de la identidad y la unidad del individuo. Y ese es precisamente el eje de la historia de The Substance y la tragedia de su protagonista, quien ha fincado vida y carrera en su aspecto físico. Por lo tanto, cuando a los 50 años, la televisora en la que ha trabajado toda su vida cancela su exitoso programa de aerobics, todo sentido de identidad y autoestima se desvanece.

Devastada después del implacable despido, Elizabeth está dispuesta a arriesgarse con un nuevo tratamiento médico que promete devolver la juventud. Así se enrola en el enrolarse en el protocolo “Sustancia”. El procedimiento implica inyecciones diarias y direcciones complicadísimas que se tienen que seguir al pie de la letra si no se pueden generar los efectos opuestos.

El pacto faustiano incluye que el ser que surge de la espalda de Elizabeth una vez que se pone la primera dosis (mostrado con lujo de detalle y horror gore), debe intercalarse cada semana con el yo original. El doble aparece cuando dos incorporaciones del mismo personaje coexisten en un mismo espacio o mundo ficcional. Así se origina la presencia simultánea del original (primer yo-matrix en The Substance) y su doble (segundo u otro yo).

A Elizabeth le parece bien ceder a su “yo” más joven, que se llama a sí misma Sue (la bellísima Margaret Qualley), los beneficios de su vida cada semana mientras ella permanece en estado vegetal. El problema empieza cuando Sue se engolosina demasiado y empieza a prolongar el lapso permitido para devolverle las riendas de su ser a Elizabeth.

También empieza a caer en excesos de alcohol y noches de juerga haciendo que quien pague las consecuencias de ello sea Elizabeth. Aquí es donde uno se pregunta si realmente se sostiene la premisa de The Substance. ¿En qué beneficia a Elizabeth que otra persona se posesione de su vida mientras ella no está consciente de los beneficios que le aporta? En la teoría del doble, éste se aparece a pesar de los deseos del original.

Otro asunto que se le podría cuestionar a la película es uno que siempre surge cuando se trata de explotar los elementos que supuestamente estás denunciando en la trama. Las tomas del cuerpo de Sue y otras jovencitas, son extremas y casi puede decirse que colindan con el soft porno. No utilizaré el pedante termino de “cosificar”, pero de seguro es uno que la feminista Fargeat emplearía. Por no hablar de la ironía de que Moore misma representa eso que repudia la película.

Moore ha logrado mantenerse gracias a métodos menos radicales que la substancia, pero que le permiten hacer el papel de una mujer de 50 a los 62 años—y verse de 30. No por ello deja de ser cierto que en cualquier medio donde se tenga la belleza física como una moneda de cambio, tanto ella como cualquier mujer es victima de la discriminación.

The Substance es la primera incursión de la francesa Fargeat en el mercado en inglés, pero retoma un asunto que ya exploró en su cortometraje Reality (2013), en el que el título alude a una tecnología futurista donde un chip implantado en el cerebro te permite verte a ti mismo y que otros te vean, como un modelo.

En 2017, Fargeat realizó Revenge, un thriller hiper-violento de venganza que le valió comparaciones con Julia Ducournau, ganadora de la Palma de Oro por Titane en el 2021. Aunque no es el asunto central, The Substance bien pudo encaminarse por la revancha contra el jefe cruel y misógino que se deshace de Sparkle interpretado por un caricaturesco Dennis Quaid.

Llama la atención que la corporeidad, parece ser un tema recurrente del festival de Cannes este año. Varias películas de la competencia se ocupan de él probablemente reflejando el mundo digital que nos devora y reduce como personas tridimensionales.

Aunque The Substance se vende como un producto moderno, ágil, visualmente vertiginoso, en el fondo se sostiene no por su gore, ni por su horror corporal, sino por sus elementos clásicos y universales. Sparkle aprende por la mala que esa jovencita que tanto quería volver a ser, era en realidad un ser humano horrendo por dentro. La actual, se le revela finalmente como una mujer que, a pesar de sus arrugas, es una persona mucho más bella y sabia; una fábula moral, si no otra cosa.

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