Opinión

Hay un problema grave de raíz encarnado por el juez Cogan y es suponer que el problema de los altos niveles de drogadicción en Estados Unidos son los narcos mexicanos

El insufrible juez Brian Cogan

El juez Brian Cogan durante el juicio contra Genaro García Lina
Juicio García Luna Reproducción fotográfica de un dibujo realizado por la artista Jane Rosenberg donde aparece el juez Brian Cogan (EFE)

Lo más pernicioso de los juicios en contra del Chapo, García Luna y el Mayo Zambada en Nueva York es que delincuentes mexicanos están en poder de un país extranjero, hostil. Que las instituciones mexicanas no hayan sido capaces de procesarlos aquí es prueba irrefutable de su fragilidad. Simplemente no pueden con casos de alto impacto. Por si fuera poco, tenemos que aguantar las peroratas moralistas de un juez como Brian Cogan que linda, hay que decirlo, con un franco racismo.

Ningún país se puede regodear de su superioridad ética sobre México y los mexicanos, pero mucho menos Estados Unidos que es una sociedad adicta, violenta y corrupta. Hay un problema grave de raíz encarnado por el juez Cogan y es suponer que el problema de los altos niveles de drogadicción en Estados Unidos son los narcos mexicanos, lo que es una falsedad monumental que tiene un claro interés político y que acá nos tragamos sin cuestionar.

La Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Vietnam son los grandes detonadores del narco en México auspiciados por agencias norteamericanas, así fue con la amapola y la mariguana. Se olvida también que México no produce cocaína, la planta crece en Colombia, Bolivia y Perú, donde la producción no se detiene, lo cual genera todo tipo de suspicacias geopolíticas. El caso de la crisis de los opioides es todavía peor. Fue la propia industria farmacéutica norteamericana la que la puso en marcha, abriéndole el paso a ese asesino serial que es el fentanilo.

Los estadounidenses son el mercado. Vuelven millonarios a los narcos con el dinero que les pagan a cambio de su veneno. Los estadounidenses no solo hacen ricos a los narcos, los dotan de un poder de fuego similar al de un ejército regular con las armas que les venden a las bandas criminales sin preguntarles para qué las quieren. Además ponen a disposición de los capos sus circuitos financieros para ocultar y lavar ganancias.

Es cierto que los narcos mexicanos llevan la droga a la frontera, pero la distribución en todo el gigantesco territorio de ese país compete a delincuentes gringos. En todas las preparatorias hay una amplia oferta porque los norteamericanos tienen, en palabras de Obama, un insaciable apetitito de drogas. Y por si fuera poco tenemos que aguantar al insufrible juez Cogan darnos clases de moral.

Glifos

La entrega 14 del Premio Crónica revitalizó la alianza entre el periódico y la comunidad científica y cultural del país. Se cumplió el propósito de que al final de la ceremonia realizada en el Museo de Antropología, los asistentes salieran orgullos de ser mexicanos, confiados en que tenemos fuerza para resolver los desafíos, además de la alegría de contar entre nosotros con personas que han hecho aportaciones extraordinarias al país y al mundo.

La alianza funciona porque los integrantes de la comunidad científica y cultural del país tienen mucho interés en que su voz se escuche a través de un periódico y las plataformas digitales de un medio de circulación nacional. Ellos tienen sus propias revistas especializadas, hacen congresos y encuentros académicos, pero un periódico les permite entrar en contacto con la sociedad en general, más allá de los circuitos académicos en los que usualmente operan.

Y de parte del medio la alianza le brinda un elemento diferenciador positivo. Crónica hace algo que ningún otro periódico del país realiza y además lo hace bien, con alto nivel profesional. La ceremonia de ayer fue también un reconocimiento reiterado a don Jorge Kahwagi por tener la iniciativa de crear el Premio y por su generosidad de mantenerlo hasta convertirla en una joven tradición.

Puede afirmarse que el Premio Crónica ya es una distinción codiciada. Su continuidad en el tiempo está asegurada por la Fundación que tiene la misión de institucionalizar el Premio e ir por más.