Opinión
Martha Delgado

79ª Asamblea General de la ONU: Líderes mundiales enfrentan crisis globales y los desafíos del multilateralismo

Nueva York. Esta semana, la gran manzana ha vuelto a ser el epicentro de la diplomacia global con la 79ª Asamblea General de la ONU. Los líderes mundiales han llegado con la tarea de buscar soluciones a algunos de los desafíos más complejos que enfrenta el planeta, desde crisis de seguridad hasta el cambio climático y la recuperación económica. En un mundo cada vez más interconectado, las respuestas a estos problemas requieren no solo de diálogo, sino de acción coordinada y estrategias a largo plazo.

El conflicto en Gaza ha sido uno de los temas más delicados. Tras los eventos de octubre de 2023, la comunidad internacional ha redoblado esfuerzos para mediar entre Israel y Palestina. Estados Unidos, junto con Egipto y Qatar, ha estado en el centro de las negociaciones, intentando forjar una tregua que no solo enfríe las tensiones actuales, sino que también siente las bases para un futuro más estable en la región. La diplomacia, en este caso, no es solo cuestión de resolver un conflicto inmediato, sino de establecer mecanismos que permitan una paz duradera, un esfuerzo que requiere paciencia y colaboración internacional.

Los esfuerzos de paz no se limitan a Medio Oriente. La guerra en Ucrania, que sigue reconfigurando las dinámicas de poder en Europa, y el conflicto civil en Sudán, también están en el radar de los diplomáticos. Aquí, la ONU ha jugado un papel crucial al mantener abiertos los canales de diálogo, aunque las soluciones aún parecen lejanas. Cada vez más resulta indispensable continuar el diálogo y el debate sobre los conflictos armados pues, gracias a la globalización, dichos conflictos tienen un impacto en todas las naciones.

De la misma manera, la comunidad internacional también ha girado su atención a una dimensión igualmente crítica: la economía.

En esta Asamblea, los líderes han enfatizado la importancia de apoyar a los países que enfrentan crisis económicas. Haití es un claro ejemplo. Con Canadá y el primer ministro haitiano Garry Conille al frente de las discusiones, se ha planteado cómo la cooperación internacional puede ser la clave para revitalizar la economía de este país caribeño, que sigue luchando contra años de inestabilidad. El enfoque ha sido claro: más que asistencia inmediata, se necesita un compromiso a largo plazo que permita construir una economía más resiliente.

A la par de estos esfuerzos, la inclusión de las mujeres en los procesos de desarrollo ha sido otro punto fundamental. Afganistán, un país marcado por años de conflicto, enfrenta el reto de incluir a las mujeres en su reconstrucción bajo el régimen talibán. Aquí, los esfuerzos de naciones como Suiza, Indonesia y Qatar han destacado la necesidad de garantizar que las mujeres tengan un papel central, no solo como beneficiarias, sino como actoras clave en la construcción del futuro de su país. La participación femenina en la vida política y económica ya no es solo un tema de derechos humanos, sino una cuestión estratégica para el desarrollo.

El cambio climático, inevitablemente, ha sido otro de los grandes protagonistas de la semana. Mientras se acerca la COP29, los líderes han discutido cómo la transición hacia economías más sostenibles no solo es una necesidad ambiental, sino también una oportunidad económica. África, en particular, ha sido señalada como un ejemplo de cómo las regiones más vulnerables al cambio climático pueden, con el apoyo adecuado, liderar el camino hacia un desarrollo resiliente. Las discusiones han ido más allá de lo ambiental, entrelazando la seguridad y el desarrollo económico como partes de un mismo desafío global.

Y en medio de estas conversaciones, el futuro de la propia ONU no ha quedado fuera de la agenda. El Pacto para el Futuro, un acuerdo que ha estado en negociación durante meses, es una apuesta por revitalizar el multilateralismo en tiempos de creciente incertidumbre. Aunque no se espera que este pacto transforme radicalmente la ONU de inmediato, sí es visto como una oportunidad para que la organización comience a adaptarse a los retos actuales y futuros. Entre las reformas que están sobre la mesa, destacan la necesidad de ajustar el Consejo de Seguridad y mejorar las operaciones de mantenimiento de paz.

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El Secretario General de la ONU, en su discurso de apertura, ha sido claro al insistir en que los compromisos adquiridos deben traducirse en acciones concretas. Sus llamados no solo se centran en la resolución de conflictos, sino también en la importancia de fortalecer el sistema humanitario y asegurar que la cooperación económica sea inclusiva y sostenible. Los líderes que asisten a esta Asamblea son conscientes de que la acción colectiva es la única forma de abordar los desafíos globales, desde las crisis económicas hasta los desastres climáticos.

Muchas de las discusiones más interesantes se están dando en los eventos paralelos que se desarrollan fuera de la ONU, organizados por fundaciones, la sociedad civil y el sector privado en todos los temas apasionantes de la agenda multilateral como la nueva agenda urbana, las estrategias de financiamiento para la conservación de la biodiversidad o la inteligencia artificial.

El multilateralismo, a pesar de las tensiones y las diferencias, sigue siendo un camino apropiado para enfrentar los problemas compartidos. Las decisiones que se tomen esta semana en Nueva York marcarán el rumbo de la cooperación internacional en los próximos años, y los esfuerzos que se realicen en política, economía y desarrollo serán clave para construir un mundo más equitativo y sostenible.