Opinión

Acapulco, huracán de violencia

La alcaldesa de Acapulco, Abelina López, tiene una de las chambas más complejas del servicio público en México. Gobernar el puerto ya era antes del golpe devastador de Otis un trabajo difícil, pero después del huracán las autoridades municipales perdieron las riendas y la plaza quedó a merced de las bandas criminales que son las únicas realmente organizadas.

Homicidio en Acapulco

Homicidio en Acapulco

Cuartoscuro

El aviso de lo que venía se dio en las largas noches de los saqueos que siguieron al huracán, que se convirtieron en un operativo delincuencial de alta escuela. La policía local simplemente se hizo a un lado y se dedicó a ver de lejos el espectáculo de la población vaciando todos los comercios, y a la mafia encargándose de los locales más jugosos, incluidas sucursales bancarias con todo y cajeros automáticos. El deterioro del tejido social en el puerto afloró. Mostró la cara más fea de la bahía más bonita del mundo. Apena decirlo, pero la gente en Acapulco ya normalizó la vida fuera de la ley.

Volvamos a Abelina. La alcaldesa tomó la decisión de tirar la toalla y decir ante los medios que la inseguridad la rebasaba. Fue su forma de pedir auxilio a las fuerzas federales, únicas con la capacidad de recuperar el control y regresar, de manera paulatina, la paz al puerto. Para nadie es un secreto que la relación política y personal de Abelina con la gobernadora Evelyn Salgado es distante y en varias ocasiones ambas han salido a decir que no hay pleito sino cariño, lo que todos allá interpretan como que no se pueden ver ni en pintura. El distanciamiento es añejo y lo importante es que también impacta en la inseguridad.

Con motivo de la realización del más reciente Tianguis Turístico escribí que salvar a Acapulco no es opcional, algo que puede hacerse o no, es una obligación. Reanudar la actividad turística, incluso incrementarla, es clave para la estabilidad social de un estado como Guerrero que ha sido golpeado, con fuerza igualmente devastadora, por fenómenos naturales, por bandas del crimen organizado que ahí operan.

Las autoridades estatales y del municipio de Acapulco se han quedado muy cortas en materia de seguridad que es la primera responsabilidad de cualquier gobierno. Brindar seguridad es la base del contrato social original: te obedezco a cambio de su protección. Si no me cuidas quedo libre del compromiso de obedecerte y el caos toca a la puerta. El municipio no puede ni con la extorsión a transportistas. Terminar con la extorsión que padecen los transportistas de Acapulco y meter a los extorsionadores a la cárcel es una tarea básica, elemental, de primer año, para cualquier cuerpo policiaco medianamente capacitado. Claro que si los policías tienen una asociación estratégica con los extorsionadores las cosas se complican.

La respuesta está en las fuerzas federales que sacarán las castañas del fuego una vez más. Ayer en la mañanera el Ejército dio el acuse de recibido a la queja de Abelina. El general Ricardo Trevilla, jefe del Estado Mayor Conjunto de la Defensa Nacional, acaso el militar mejor calificado para hablar del tema de la seguridad avisó que se citó al comandante de la región, al comandante de la 27 Zona Militar con sede en Acapulco, y también se coordinarán con los mandos de la Guardia Nacional para revisar toda la estrategia. La intención es fortalecer los efectivos, fortalecer el despliegue en esa plaza, sobre todo en las colonias en donde se están presentando ilícitos.

Las fuerzas armadas le darán a Acapulco una nueva oportunidad, pero la regeneración plena del puerto pasa por la decisión de los acapulqueños de vivir dentro de la ley, de asumir que el Estado de Derecho es su mejor blindaje. Que por una vez la policía estatal y la municipal sean parte de la solución y no del problema. Cuando todo se vale, nada tiene valor.

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