Opinión

Pájaros en el alambre

Si no quieres que se sepa, ni lo pienses. Eso dice gente conectada con las agencias de inteligencia, antes espionaje, por el acelerado desarrollo de los artilugios para ver y escuchar que en nuestro tiempo ya no tienen barreras. El espionaje es un juego que todos los poderosos juegan.

El problema del acceso a la información que sus dueños no quieren compartir está resuelto. Es posible escuchar conversaciones privadas, extraer mensajes de las redes, vaciar los celulares, seguir rutas de autos, aviones, barcos, motos, trenes, submarinos. Es posible detectar depósitos bancarios sospechosos en cualquier lugar del mundo. Como ya se ha visto ni las computadoras de las fuerzas armadas están del todo encriptadas, siempre hay una rendija por la cual colarse.

El problema no es, repito, el acceso a los datos, es tener objetivos claros de qué hacer con la información que se recaba. Hay que procesarla y ponerla en ruta de resolver un problema, por ejemplo, el de la inseguridad en México. Información es poder. Es un axioma al que le hace falta precisar que en efecto información es poder siempre y cuando el que la tiene sepa para qué usarla.

Un hacker trabajando

Un hacker trabajando

No hay manera de que los jefes de las bandas criminales dedicadas al trasiego de drogas o la trata de personas estén en al anonimato en calidad de fantasmas. No es posible. Los jefes del narco son como CEOs de empresas multinacionales. Todos los días acuerdan compras, ventas, traslados, depósitos, ejecuciones, raptos, torturas, negociaciones, a nivel nacional e internacional.

En el caso del fentanilo, tienen que estar en contacto con proveedores chinos, capitanes de barcos, con agentes aduanales de tres o cuatro puertos del Pacífico, con la flotilla de camiones, con los laboratoristas, con sus socios en EU, en fin, una cadena que incluye cientos de personas. Apuesto a que los tienen ubicados, no los agarran porque no quieren, porque no tienen un plan, porque así están bien las cosas, por, así como están las cosas, ellos también salen ganando.

Se dice poco, pero México es el paraíso de Pegasus, el spyware creado por la empresa israelí NSO con sede en Tel Aviv. La empresa se promociona como aliada en la lucha contra el terrorismo, igual y sí. En México pululan los escándalos de que el Pegasus se usa para espiar a periodistas que publican información que incomoda al presidente en turno y a figuras de la oposición para dar con sus flancos débiles como si tienen amantes, no pagan la pensión, no han salido del clóset, le van al América o despotrican contra alguna autoridad en sus charlas (no tan) privadas. La posición oficial, ratificada hace un par de días ante la ONU, es que en México no se espía a nadie. Afortunadamente, es una afirmación falsa. La información es un elemento clave en el proceso de toma de decisiones. La tecnología de vigilancia es muy poderosa.

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La pregunta es una vez que tienes el dato qué sigue. Digamos, por poner un ejemplo, que las autoridades se enteran de que un capo del narco está haciendo una transacción en un banco fronterizo. Alguien como el Mencho, por nombrar a alguien. Seguro ha pasado. ¿Por qué no lo detienen y lo presentan ante un juez? Entre otras razones porque no tienen lista una averiguación previa, no tiene una orden de captura, porque no han hecho su chamba, andan en otras cosas.

El mundo está lleno de pájaros en el alambre, lo que casi no hay es gente que procese esa información y tenga un plan para sacarle provecho para que vivamos en un país más seguro, sin tantos homicidios, masacres, extorsiones, sin tantos hogares enlutados. Esa información se tiene que traducir en paz. Tiene que servir para presentar capos ante la justicia. Hasta ahora ha servido sobre todo para la grilla, para intimidar periodistas, eso qué.