Opinión

Alerta sísmica, la ciencia es vida

Los terremotos del 85 marcan un antes y un después en la historia de la Ciudad de México. Detonó incluso un cambio político. No exagero al decir que lo que hoy se conoce con el rimbombante nombre de Cuarta Transformación, y que se ha convertido en el poder hegemónico, comenzó a fraguarse en el activismo social que la destrucción generó.

Alerta sísmica en CDMX

Alerta sísmica en CDMX

Cuartoscuro

El gobierno priista de Miguel de la Madrid se pasmó ante la magnitud de la devastación. Ahora se puede hablar de señales de agotamiento del antiguo régimen. La ciudadanía, decepcionada, años después se los cobró en las urnas Alrededor de los damnificados, figura que entonces brotó de los escombros, los ciudadanos fueron adquiriendo un protagonismo, basado en la solidaridad, que no soltarían. La ciudad se transformó en bastión opositor y la mejor plataforma para lanzar el asalto a Palacio Nacional.

Los terremotos también movilizaron a un segmento de la comunidad científica del país que, buscando una forma de atenuar los daños, dio con un descubrimiento destinado a salvar vidas, la creación de la alerta sísmica. Fue una creación universitaria al interior de una Asociación Civil, el Centro de Instrumentación y Registro Sísmico, encabezada por el ingeniero Juan Manuel Espinosa, cuyo propósito fundacional fue promover el desarrollo de tecnología aplicada a la instrumentación sísmica como medio útil para mitigar riesgos.

El CIRES se consolidó con el respaldo de la Fundación Barros Sierra. Fue hasta 1989 cuando se pudo desarrollar el Sistema de Alerta Sísmica de la Ciudad de México y un par de años después, en 1991, cuando comenzó a operar con 12 estaciones que cubrían parcialmente la costa de Acapulco, en cuyas inmediaciones está la llamada Brecha de Guerrero fuente de la mayoría de los sismos que se sienten en la ciudad. Fue la primera alerta sísmica del mundo.

Paulatinamente el sistema se fue expandiendo para ampliar su cobertura y hoy día hay estaciones en Jalisco, Colima Michoacán, Puebla y claro Guerrero cuya actividad sísmica puede afectar a la capital del país. El CIRES ha demostrado una vez más que la ciencia es vida. La actividad sísmica que pega en la CDMX es una fatalidad, pero pueden y deben generarse acciones de prevención y la alerta sísmica es una de ellas, no lo única, porque la propia investigación debe tener eco en los reglamentos de construcción para que los inmuebles de la ciudad se diseñen sin excepción para resistir los embates de la naturaleza.

La alerta da una ventaja de tiempo, superior a un minuto, desde que el sismo se detecta a que sus ondas se sienten en la CDMX. Es un tiempo muy valioso para reducir los posibles daños. Es justo mencionar que junto al ingeniero Juan Manuel Espinosa trabajaron académicos del más alto nivel como Gerardo Ibarrola, Óscar Huerta, José Miguel Medina, Samuel Maldonado, Gerardo Legaría, Martínez, Guillermo Atala, Carlos Sainz y Antonio Uribe, cuyos nombres quedaron asociados a la creación de la Alerta. Todos merecen reconocimiento.

Ante un aniversario más de los sismos del 19 de septiembre es momento de subrayar que la cultura de la prevención debe tomarse muy serio ya que puede hacer la diferencia entre vivir y morir, lo apunto sin el menor dramatismo. El propio CIRES anota que la cultura sísmica se debe inculcar en las escuelas mediante cursos de historia sísmica en la ciudad de México. Se debe desarrollar no sólo una cultura sísmica sino una cultura más amplia de protección civil, que englobe todos los desastres y prepare a la población para que responda organizadamente ante situaciones de emergencia.

Se deben realizar entrenamientos colectivos que den a la población rutinas de protección, protocolos, independientemente de que ocurriera o no el sismo. Los simulacros también pueden contribuir a esta preparación. En resumen, la cultura sísmica debe estar basada en el conocimiento, en la confianza y en la coherencia de las acciones

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