Opinión

¿Bastón de mando para obedecer?

Debate eclipsado. - El debate entre las candidatas y el candidato a la Presidencia de la República del domingo pasado mostró fortalezas y debilidades de este ejercicio democrático que nació en la década de los años 60 del siglo pasado. Fue una ofrenda de los políticos al poder naciente de la televisión en la formación de las percepciones. En nuestros días hay que sumar a las redes sociales que son el viejo oeste de la política.

En los debates los candidatos se meten al ecosistema de la televisión. Para sobrevivir tienen que seguir sus reglas, que son despiadas, con respecto a su arreglo personal, ademanes, y al tiempo de que disponen para plantear sus puntos de vista. Cronos acecha en los estudios de televisión. Son burbujas de una realidad alterna.

No debe extrañar a nadie que la única que estaba a gusto en el debate presidencial del domingo pasado haya sido Denise Maerker, que es parte de las especies endémicas de los estudios donde los políticos son invitados de ocasión que no saben ni siquiera cómo sentarse, ni hacia dónde ver. Las escleróticas los delatan. Denise salió, naturalmente, con banderas desplegadas.

Para evitar confusiones hay que decir que las cualidades que se requieren para destacar o ganar un debate no son las que se requieren para gobernar un país. Si lo fueran todas las decisiones importantes se tomarían sobre las rodillas, en menos de 30 segundos, para no agotar la bolsa de tiempo. Es una tontería. Si hablar rápido fuera una cualidad política, el presidente de Estados Unidos tendría que ser Eminem que logró meter 1560 palabras en una canción de cinco minutos.

Va un ejemplo: La conductora pregunta: ¿Cómo piensa terminar con la violencia contra las mujeres en un país tan machista como México? Responda en 30 segundos. El solo planteamiento es una humillación. Son reglas disparatadas de la televisión que siempre ha tenido prisa para irse a los cortes comerciales que es donde está el dinero.

No digo que los debates no sirvan, sostengo que están sobrevalorados para elegir a una persona como jefe del Estado. Por cierto, a nadie se le ocurre nunca preguntarles a los candidatos presidenciales su opinión sobre el Estado, su razón de ser, su conformación y responsabilidades, cuando la chamba que están buscando es precisamente ser el jefe del Estado mexicano. Muy raro.

La batalla por la narrativa de lo que ocurrió en el debate continúa. El postdebate saca lo peor de los políticos que, como es del dominio público, les encanta chapotear en el fango. De todo lo dicho hasta ahora se desprende que “el formato” fue el culpable de todos los errores de los candidatos. No es que sean torpes, nada de eso, lo que pasa es que el formato los perjudicó. “El formato” ya es parte de ese selecto grupo de sospechosos comunes en el que también están “los pernos”.

AMLO arruina la fiesta

De la avalancha de comentarios de los últimos días hay uno que vale la pena rescatar. Es la molestia del presidente por el tipo de preguntas que se hicieron en el debate que encierran una crítica a su gobierno y porque, en su opinión, Claudia Sheinbaum no lo defendió bien. Grupos ultras coordinados desde Comunicación Social de Palacio se sumaron a las críticas a la candidata. El presidente promueve así la idea de que Claudia perdió el debate. El mundo al revés.

¿Claudia recibió el bastón de mando para obedecer? Cuando siente que lo necesita, la doctora Sheinbaum se recarga en su propia hoja de servicios, en lo que hizo al frente de la CDMX, donde entregó buenas cuentas. Esa es, sin duda, su fortaleza. El legado de las barbaridades de AMLO es un fardo, cada día más pesado.

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