Opinión

La ciudadanía más joven (II)

En nuestra colaboración anterior, planteamos la necesidad de que los jóvenes asuman un papel mucho más activo en la toma de decisiones públicas que incidirán en la dinámica del desarrollo de la sociedad por los próximos años. En total, la juventud está conformada por 31 millones adicionales de personas que van de los 15 a los 29 años de edad, lo que representa prácticamente una cuarta parte de la población nacional. De ellas y ellos, como mencioné la semana pasada, el pasado 2 de junio 15 millones de entre 18 y 24 años tuvieron la oportunidad, por primera vez en sus vidas, de encontrarse frente a una boleta presidencial y ante la posibilidad y responsabilidad de elegir a quien conducirá el país por los próximos seis años.

La participación de la juventud, empero, tiene que trascender a la cita con las urnas que cada tres años se da a nivel legislativo y municipal y definirse a partir de los objetivos que se persigan para el país y desde un ideario de valores fundamentales desde los que se construya un destino nacional. A esto último, a esa colección de principios irreductibles, es a lo que a continuación me referiré a partir de señalar, de manera enunciativa y no limitativa, aquellos que considero indispensables de ser considerados por la sociedad, en general, y la juventud, en particular.

La dignidad es, desde prácticamente cualquier enfoque filosófico e incluso religioso, la cualidad que distingue a las personas de cualquier otro ser vivo por cuanto hace a su condición individual, como a la posibilidad de formar parte de una comunidad, así como en su relación frente al poder. Para lograr la dignidad de los individuos, la comunidad internacional decidió, hace más de siete décadas, reconocer una serie de derechos, denominados humanos, que tendrían que asumirse como universales, progresivos, interdependientes e indivisibles.

La libertad es uno de los bienes – derechos – más preciados con los que puede contar una persona y que, en buena medida, determina su destino individual y como parte de una colectividad. Es justamente en este segundo elemento, el de la colectividad, así como en su señalamiento expreso en la ley y no en el simple capricho del poder, donde la libertad debe encontrar límites y formas o mecanismos para su ejercicio.

El concepto de igualdad ha sido muchas veces pervertido haciéndolo pasar como una noción absoluta, cuando en realidad debe de ser vista como un ideal a partir de las oportunidades y del trato que el Estado y la ley den sin distingo de las características y peculiaridades de las personas. La igualdad no pretense asumir que unos y otros somos idénticos, sino justamente provocar que nuestras diferencias no sean un argumento para colocarlos en un nivel de inferioridad o menoscabo frente al resto.

Junto con los anteriores, una sociedad – en este caso, una juventud – que pugna por la libertad y la igualdad de y entre las personas, respectivamente, logra generar las condiciones necesarias para alcanzar la inclusión plena de sus individuos en la vida colectiva. La inclusión es, por tanto, la consecuencia obvia y natural de una comunidad que privilegia tanto la libertad como la igualdad de quienes la conforman.

La ética, señalan grandes filósofos como Adolfo Sánchez Vázquez, no es otra cosa que la distinción colectiva y generalmente aceptada de lo correcto y lo incorrecto, por lo que su contenido, aquello que diferencia lo bueno de lo malo, no es igual para toda sociedad en todo momento, sino que evoluciona y cambia de lugar en lugar. Lo que ayer fue correcto no siempre lo será, y ello forma parte de lo que como colectividad nos determina. Habrá que preguntarse qué de lo que hemos sido no puede seguir formando parte de nuestra actualidad.

En la próxima Cratología, abordaremos siete valores adicionales que, en nuestra opinión, deben formar parte de aquello a lo que la juventud no esté dispuesta a renunciar para la construcción de la sociedad de los próximos años y que, en su caso, deberán convertirse en piedras angulares de nuestro actuar individual y colectivo: honestidad, identidad, solidaridad, pluralidad, responsabilidad, sustentabilidad y trascendencia.

Profesor y titular de la DGACO, UNAM

Twitter: @JoaquinNarro

Correo electrónico: joaquin.narro@gmail.com

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