Apenas he leído 54 páginas de las 400 que componen el “Informe de la Comisión Independiente sobre la Pandemia COVID-19 en México. Aprender para no repetir”. Cada página es una prueba de su soberbia y amoralidad en el manejo de la pandemia, don Hugo.
El Informe fue coordinado por Mariano Sánchez Talanquer y Jaime Sepúlveda, cuyas credenciales académicas y científicas están fuera de toda duda, igual que las del equipo que les acompañó. En otros países del mundo hay comisiones similares, así que no vale el cuento de que es temporada electoral.
Los autores empiezan el Informe reconociendo que, previo a la pandemia, el sistema de salud pública sufría carencias estructurales, además de que desde 2016 la inversión en el sector había disminuido.
A partir de ahí, la debacle.
Recordemos que durante sus primeros 100 días, la 4T se enorgulleció de recortar –todavía más- el presupuesto al sector y reducir 30 por ciento del personal, en nombre de la “austeridá”.
Para cuando la Organización Mundial de la Salud emitió la alerta sobre el virus y su letalidad, éste todavía no llegaba a México. Fueron semanas preciosas para planear y organizar los hospitales, el personal sanitario y las medidas de contención. En vez de eso, usted y el presidente minimizaron la amenaza.
Como principal responsable de las acciones sanitarias, usted rechazó el uso extensivo de pruebas, porque solo servían para “caracterizar la tendencia general de la epidemia”; o sea, fines estadísticos. No doctor (¿?) López, las pruebas tenían el principalísimo objetivo de detectar casos para romper la cadena de trasmisión; es decir, si una persona resultaba positiva, alertaría a su entorno y las personas de dicho entorno se harían pruebas, y así sucesivamente. Baste un dato: mientras en México se aplicaba una prueba, en España fueron 19.
Los más desprotegidos fueron, como de costumbre, los más pobres. La epidemia llegó cuando habían transcurrido un par de meses del lanzamiento del INSABI, el cual tuvo serios problemas para operar al no tener acceso a los dineros por falta de reglas de operación. Nada se hizo para solventar la coincidencia de dos hechos nefastos.
La pandemia era un asunto, éste sí, de seguridad nacional y no actuaron en consecuencia. No hubo una rectoría por parte del Poder Ejecutivo y abandonaron a su suerte a los estados. Al sector privado de salud lo dejaron a que se rascara con sus propias uñas; dentro de la primera ronda de vacunas, no incluyeron a médicos, enfermeras y personal administrativo que ahí laboraban.
Hubo una mentira tras otra en el manejo de la pandemia, privilegiando siempre lo político.
Negaron sistemáticamente la ventaja de usar de cubrebocas; afortunadamente, la sociedad los ignoró.
En mayo de 2020, el gobierno anunció la reapertura de los “Municipios de la Esperanza”, supuestamente sin casos COVID. ¿Cómo sabían si los tenían o no, siendo que el Sistema de Vigilancia no los contemplaba en el registro? Es más, el Sistema contaba con pocos datos y atrasados.
En noviembre de 2020, el presidente declaró: “A nuestros adversarios se les olvida comparar. (…) En México, en proporción a la población, han fallecido menos personas que en España”. Falso. Para entonces y de acuerdo con la OMS, “en México se habían registrado 36 por ciento más muertes en exceso por todas las causas, contra 20% en España.” Y mire que España no se ganó ninguna medalla por su desempeño.
Presumieron que no faltaban camas, pero todos conocemos casos de alguien que no fue recibido por la saturación en los hospitales. Peor todavía, ante la falta de directrices claras a seguir, “la mayor parte del sistema público ofreció una mala calidad en la atención. El caso del IMSS fue especialmente grave, pues en algunos de sus hospitales se registró 100% de mortalidad.”
Y hablando de muertos, el nivel real de letalidad durante la primera ola fue de 30 por ciento; la cifra del ocho por ciento que usted manejaba en sus conferencias vespertinas era la esperada a nivel mundial. Para 2020, la letalidad en México “oscilaba del 10 al 14 por ciento, (…mientras que) en Argentina, Brasil y Estados Unidos se ubicaba en 1.9, 1.5 y 1.2 por ciento, respectivamente.”
En síntesis, 40 por ciento de las “muertes en exceso durante la pandemia sucedieron por fallas en la gestión gubernamental, (pues ésta se caracterizó por) la excesiva centralización y personalización de las decisiones.” Usted y el presidente ignoraron a otros especialistas, tanto de México como del extranjero, y nunca quisieron rectificar sus errores.
Pero lo que más me enfurece es que siempre tomaron la decisión que costara menos dinero, en aras de la “austeridá”.
Los familiares y huérfanos de esos 300 mil muertos en exceso se los agradecen.
P.D.1 ¿Está usted incluido en la lista de posibles perdonados con la nueva Ley de Amnistía? Supongo que sí.
P.D.2. Por cierto, la CDMX tuvo una cantidad desproporcionada de enfermos y muertos por COVID. ¿Y así quieren seguir gobernando?
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