En el año 2022 se perpetraron mil feminicidios en el país. Una cifra escalofriante. El más notable de ellos, el que tuvo más impacto social, fue el de Debanhi Escobar. Fue una conmoción. A pesar de eso, de la colosal cobertura mediática que recibió, sus asesinos siguen dos años después tan campantes, burlándose del aparato de justicia de Nuevo León, donde ocurrió el crimen. La FGR atrajo el caso sin que hasta la fecha haya reportado algún avance.
Hace dos años, tras una cadena de malas decisiones, Debanhi, que había acudido a una fiesta, terminó en la madrugada parada, sola, en el kilómetro 15 de la carretera que va de Monterrey a Nuevo Laredo, buscando una forma de regresar a casa. Nunca volvió. Deambuló por la zona y después desapareció. Al día siguiente sus padres encabezaron una búsqueda que mantuvo en vilo al país durante dos semanas, hasta que su cuerpo fue encontrado en la cisterna de un hotel ubicado a pocos pasos de donde fue vista por última vez.
El hotel, antes de que se encontrara el cadáver, fue cateado varias veces por la policía. Incluso la cisterna fue revisada. El cuerpo de Debanhi fue sembrado. Se le practicaron tres autopsias, las tres con resultados diferentes, lo que es una anomalía por demás sospechosa. La última autopsia reveló que la víctima llevaba muerta cuatro días, de modo que estuvo viva en algún lugar por lo menos una semana después de que desapareció. Los errores en la indagatoria enviaron la señal de que su intención era enredar las cosas de tal forma que los responsables eludieran la ley. Un camino tortuoso pero efectivo.
Detrás de todo esto hay gente con dinero y poder político con la capacidad de torcerle el brazo a la justicia. Dos mucamas del hotel están detenidas por falsear declaraciones. Es obvio que ellas pueden decir quién les ordenó falsear las declaraciones y de ahí jalar el hilo para llegar hasta los responsables. Es increíble que haya pasado tanto tiempo sin novedades. En Escobedo se asegura que una vez que cambien las autoridades municipales comenzará a revelarse información nueva.
En el caso Debanhi un montón de gente mintió. Personal del hotel y servidores públicos encargados de servicios periciales dijeron lo que les ordenaron que dijeran. Es una tragedia humanitaria. Consterna la incapacidad de los investigadores que se han pasado dos años dando palos de ciego, tal vez con una gratificación en el bolsillo o con una amenaza. La tumba donde están los restos de la chica fue vandalizada, según denuncia. El gobernador de Nuevo León, Samuel García, no ha pagado ningún costo político por la ineficacia de su administración, ni lo pagará porque el padre de Debanhi quiere meterse a la política por Movimiento Naranja, el mismo partido del gobernador.
Después de Debanhi la violencia machista ha matado cientos de mujeres más en México, de modo la acumulación de tragedias conduce a una normalización de la violencia que impide que las cosas cambien. Ni siquiera los casos más sonados tienen oportunidad de esclarecerse. Qué se puede esperar de los cientos de feminicidios que no atraen la atención de los medios o de las redes sociales.
Las muertas se apilan. Suele olvidarse que la primera responsabilidad del Estado, su razón de existir, es brindar seguridad a las personas que viven en su territorio. La raíz del pacto social es te obedezco a cambio de que me protejas. Si no me proteges quedo eximido de obedecerte. Si la inseguridad no tiene un costo político alto, nada cambiará. La gente tiene que castigar en las urnas a los políticos que han fallado en protegerlos. Van dos años de impunidad en el caso Debanhi, ¿qué condiciones políticas deben imperar para que comience a saberse la verdad?
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