La pandemia es el evento más importante -trágicamente importante- del siglo XXI. Puso a prueba a las personas, a las sociedades, a los sistemas de salud, a los gobiernos y Estados. Esa experiencia universal, vivida por miles de millones se seres humanos y por todas las naciones del mundo, al cabo, parecen mostrarnos que lo crucial, lo más importante a la hora de enfrentar una crisis de esas dimensiones, no es el aparato sanitario preexistente: médicos, camas disponibles, hospitales, sistemas epidemiológicos (aunque claro que cuenta), sino las decisiones que se toman en medio de gran incertidumbre. La inteligencia, las acciones concretas y el liderazgo ante situaciones contingentes y cambiantes.
El punto es que la política seguida durante una catástrofe, es el factor decisivo y por tanto, el factor que debe ser estudiado y discutido públicamente, para aprender la dureza de las lecciones y para que no vuelva a pasar.
Si esto es así, el tema no solo puede, sino que debe ser parte de la deliberación pública y por supuesto, de la campaña electoral.
Tal perogrullo viene a cuento porque desde las redes oficiales se han puesto ya, inumerables peros, aprensiones y reparos ante la inminente presentación del documento que una Comisión Independiente de investigación sobre la pandemia, está preparando para ser presentado en estas semanas…. sí, en semanas electorales.
Como si los grandes temas de la discusión pública mexicana dependiera o necesitara del permiso, el gusto o el húmor de los custodios políticos del gobierno.
Por el contrario: este país ha pagado un precio demasiado alto en vidas, sufrimiento y secuelas educativas, económicas, anímicas, como para encoger los hombros, bajar la cabeza y olvidar la peor tragedia provocada por un patógeno mutante, sí, pero también por la forma en que el gobierno lo enfrentó. De eso trata la discusión que, en buena hora, promueve el doctor Jaime Sepúlveda, coordinador y animador principal de esa Comisión.
Este mismo, en el Colegio Nacional, colocaba los datos consolidados, oficiales y se preguntaba ¿Por qué México presenta la mayor mortalidad de personal medico en el mundo? ¿Por qué la mortalidad en exceso -cercana a los 808 mil fallecidos- nos ubica entre las cinco naciones más letales entre todas las que sufrieron la pandemia? ¿Por qué los decesos por cada 100 mil habitantes, es de los más altos del planeta? ¿Por qué protagonizamos uno de los peores saldos de orfandad infantil? ¿Por qué nuestra economía tardó casi tres años en recuperar su nivel productivo? ¿Qué es lo que pasó, cuales son las decisiones que nos arrastraron a esos escenarios y que lecciones debemos asumir para, nunca más, repetirlo?
No me imagino nada más importante, nada que nos informe de la naturaleza de un gobierno, su compromiso con la gente y de la calidad de sus resultados.
Si vamos a la elección de un nuevo gobierno, el actual debería, al menos, darnos su versión seria, rigurosa, de la gestión pandémica. La carga de esa explicación está en el Estado, que por pávida omisión, por falta de responsabilidad, ha preferido abandonar, marchar a paso veloz y voltear a otro lado ante su deber de rendir cuentas.
Frente a ese vacío, la ciencia, la academia, la sociedad civil mexicanas han optado por presentar un documento que muestre la realidad de tres años de crisis sanitaria.
Es una base indispensable, para dimensionar y comprender la drámatica deriva de lo que significó vivir, con este gobierno, la pandemia en México. Atentos.
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