Opinión

Esa es la democracia

No hay una explicación única, ni sencilla, para el resultado electoral que parecía perfilarse anoche. Si Claudia Sheinbaum será presidenta de México, como indicaban los primeros datos del PREP, la propaganda de Morena y varias encuestas, se habrá confirmado el arraigo social que ha alcanzado el movimiento de López Obrador.

Ni su desastrosa gestión, ni el aumento en la violencia y la inseguridad, ni el dispendio en obras absurdas, ni la corrupción de sus cercanos, han sido suficientes para minar el consenso de López Obrador y su partido. Aunque falten precisiones y haya pendientes numerosos reclamos sobre las votaciones, es claro que una gran cantidad de mexicanos refrenda el desempeño del presidente. Las redes clientelares, la entrega de ayudas financieras, el temor al cambio, el aparato del Estado, pero también las contradicciones, los errores y las tardanzas de la oposición, jugaron a favor de Claudia Sheinbaum.

El presidente Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum

El presidente Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum

Cuartoscuro

Los votos han de contarse y bien. Esa es la democracia. Los perdedores, si compiten en buena lid, tendrán que reconocer los resultados. Pero la evidencia parece contundente y, para quienes hemos apostado por una opción distinta a la que nos ha gobernado en los últimos años, el resultado de ayer será profundamente desalentador. Abundarán balances y reproches. Presenciaremos, como ha comenzado a ocurrir, el realineamiento de grupos y poderes fácticos que reforzarán el presidencialismo sin equilibrios. Algunos consideraremos que la sociedad no merece un gobierno arbitrario e insensible como el que, en vista del comportamiento que se le ha conocido, será el de Claudia Sheinbaum. Precisamente por esos rasgos, serán más necesarios que nunca los contrapesos, las instituciones capaces de equilibrar, el análisis crítico. Pero el resultado de esta votación, de confirmarse las tendencias, es un golpe para la diversidad y paradójicamente, aunque surja de una elección, es un golpe para la democracia mexicana.

Ha sido el central, pero el resultado de la elección presidencial no determina todo el saldo político de esta jornada electoral. Anoche, a la hora en que teníamos que enviar este texto, no había datos confiables sobre las elecciones para gobernadores, ni para renovar el Congreso de la Unión. De ellos dependerán el contexto, los eventuales contrapesos y, sobre todo, los márgenes para tomar decisiones que tenga la próxima presidenta de la República. Todo ello es evidente, pero resultará fundamental. Lo que Sheinbaum llama el segundo piso de lo que algunos consideran transformación, con todas sus consecuencias ominosas para la democracia, estará sujeto a esas circunstancias.

Ayer, después votación abundante, los partidos y sus candidatos nos tuvieron atónitos en una irresponsable competencia en donde todos se declaraban ganadores. “Albazo” es un verbo que se conjuga en el tiempo de la vieja pero, por lo visto, vigente política mexicana. Proclamarse triunfador sin tener toda la información que avale esa certeza no es una actitud comprometida con la claridad sino, al contrario, una forma de engaño.

A las 18 horas, cuando cerraban las casillas en casi todo el país, los líderes de Morena y por otra parte los dirigentes de la coalición opositora, decían que habían ganado la mayor parte de las gubernaturas, incluyendo la Ciudad de México. Clara Brugada y Santiago Taboada se dijeron triunfadores. Alguien tenía que estar mintiendo.

Igual que sucedió con las encuestas previas a la elección, las encuestas a la salida de las casillas tenían una debilidad esencial. Muchas de las personas entrevistadas se negaron a decir por quién votaron. Algunas estimaciones sugerían que la tasa de rechazo a las encuestas entre quienes acababan de votar fue del 50% y otras, del 80%. Con esa enorme cantidad de desaires a los encuestadores era difícil, pero sobre todo insensato, declarar ganadores. Pero eso fue lo que hicieron casas encuestadoras y medios de comunicación (notoriamente Televisa y El Financiero) al adjudicar la mayoría a Claudia Sheinbaum sin ofrecer datos que respaldaran tales anuncios.

En Televisa Enrique Acevedo y Denise Maerker, ambos en una actitud imprudente, para decirlo con elegancia, aseguraron a las 7 de la noche que ese resultado lo ofrecían “en base a la información estadística, en base a los datos” pero sin ofrecer una sola cifra. Pocos minutos después, esa televisora transmistió un video que hace una burda apología de Claudia Sheinbaum. Hacía décadas que no veíamos una actitud tan abyecta, respecto del poder político, en la televisión mexicana. Es muy triste que entre quienes la protagonizaron se encuentre Denise Maerker, una periodista inteligente y que en muchos otros momentos ha reconocido el valor de la pluralidad y la discusión de ideas.

La cultura de la cargada, que se expresó en la campaña de Sheinbaum, fue desplegada con prisa y sin miramiento alguno. Al mismo tiempo que Televisa daba sin datos el albazo propagandístico, la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y Televisión felicitaba a la candidata de Morena.

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Sheinbaum tuvo el cuidado de postergar su proclamación, aunque desde aquellas horas estaba preparado su encuentro con la prensa. La danza de jactancias sin datos corrió a cargo de Mario Delgado, el presidente de Morena. La variopinta colección de personajes que encabezan a ese partido es uno de los indicios iniciales de los problemas que enfrentará como presidenta.

Si Sheinbaum es presidenta, gobernará un país dividido. El odio, la mentira y la desconfianza escinden a la sociedad mexicana. El responsable de esa polarización es el individuo que la hizo candidata y a quien ella ha prometido continuidad y fidelidad. Si mantuviera la actitud y las políticas de López Obrador, Sheinbaum no cumpliría con su deber de gobernar para todos los mexicanos y tendríamos otro sexenio de populismo autoritario. Hay quienes consideran que, ya con la responsabilidad de gobernar este país, tomaría decisiones que contrastarían con la megalomanía destructora del actual presidente. Hasta ahora, Sheinbaum no ha ofrecido muestras de que su gobierno sería distinto al de López Obrador. Es muy posible que, acicateado con los triunfos de ayer, se exacerbe el comportamiento excluyente y monolítico de Morena y su candidata.

Están por aquilatarse, por otra parte, los saldos del frente opositor. La cantidad de gubernaturas, curules y alcaldías, indicará la eficacia de esa alianza. Gracias a su candidata presidencial, la oposición pudo movilizar a millones de mexicanos. Los resultados de la elección obligarán a ese movimiento ciudadano a revisar muchas cosas pero, también, a agradecer el empeño y la tenacidad de Xóchitl Gálvez.