El 2 de junio tenemos dos opciones reales: respaldar las ineptitudes y los abusos del gobierno actual, o apostar por un cambio. No hay más.
Votar por Claudia Sheinbaum es apoyar el deterioro de los servicios públicos ocasionado por el gobierno de López Obrador. En 2018 el 82.5% de la población estaba afiliada a algún sistema de salud. En 2023 era únicamente el 62.1% Uno de cada cinco mexicanos perdió la atención a la salud que recibía antes de este gobierno (INEGI, 22 de mayo).
Votar por Sheinbaum es mantener el retroceso en la educación básica, con los ideologizados libros de texto para las primarias. En secundaria, de acuerdo con la prueba PISA, dos de cada tres estudiantes están por abajo del nivel mínimo que se requiere en matemáticas.
Votar por Sheinbaum implica respaldar la ineficiencia y la complicidad en el combate al crimen organizado. En este gobierno habrán sido asesinadas cerca de 200 mil personas.
Votar por Sheinbaum es hacerlo por la militarización de la seguridad y de numerosas actividades públicas.
Votar por Sheinbaum es justificar la corrupción y la impunidad de personajes como Amílcar Olán, amigo de los hijos del presidente, que ha recibido miles de millones de pesos del Tren Maya y la distribución de medicinas, entre otros negocios. El atraco a Segalmex y la bonanza inmobiliaria de Rocío Nahle, forman parte de la desbordada cadena de corrupción al amparo de este gobierno.
Votar por Sheinbaum es avalar la ignorancia y la irresponsabilidad en decisiones del Estado. Durante la pandemia promovió el empleo de ivermectina, un producto veterinario que no combate el Covid. Y no olvidemos la tragedia en la Línea 12.
Votar por Sheinbaum es hacerlo por un proyecto autoritario: desmantelamiento del sistema de justicia, desaparición del INE, liquidación de organismos autónomos como el de transparencia, fortalecimiento del poder unipersonal de la presidencia de la República.
Votar por Sheinbaum es aceptar el gasto de miles de millones de pesos en caprichos personales como los que ha impulsado López Obrador: AIFA, refinería, trenes, entre otras obras que, lejos de ser útiles, destruyen el ambiente y se convierten en nuevas cargas para el país.
Votar por Sheinbaum es hacerlo por la intolerancia. Diálogo y negociación política no están entre sus habilidades.
Sheinbaum es la candidata de un gobernante autócrata que la eligió y la impuso a su movimiento. La favorece el poder de un Estado capturado por una sola fuerza política. Con el embuste de que si ella no gana perderán programas sociales, esa campaña promueve el miedo entre los ciudadanos.
A Xóchitl Gálvez la impulsa una amplia y multicolor coalición. Los tres partidos del Frente opositor pusieron en paréntesis sus diferencias para enfrentar el mal mayor que sería un nuevo sexenio obradorista. A Gálvez, para esa candidatura, no la propusieron los partidos sino un potente movimiento ciudadano. Es una coalición diversa, que incluye a los partidos pero va más allá de ellos.
La propaganda obradorista quiere mostrar al Frente opositor como si lo conformara un solo bloque: fifís, neoliberales, nostálgicos de privilegios, aspiracionistas, clasistas; se trata de los adversarios del pueblo según la tramposa caracterización que hacen el presidente y sus seguidores. La polarización que ha promovido y que es una de sus peores y más costosas herencias, le permite a López Obrador etiquetar al Frente opositor con ese simplismo maniqueo.
A Xóchitl Gálvez la respaldan ciudadanos de todas las condiciones, que coinciden en la defensa de las libertades y la democracia. Entre muchos otros, en esa coalición hay madres sin medicamentos para sus hijos, médicos y enfermeras maltratados por el gobierno cuando el país más los necesitaba, maestros que advierten el deterioro de la enseñanza en sus escuelas, trabajadores a quienes la retórica oficial no les basta para comprar su canasta alimentaria básica, científicos denigrados y desdeñados por un gobierno ignorante, periodistas temerosos de ser censurados, mujeres que en defensa de sus derechos han tropezado con la misoginia y la insensibilidad del gobierno, madres y familiares de desaparecidos que encontraron cerradas las puertas de Palacio Nacional.
Esos son algunos de quienes apoyan la posibilidad de cambio que ofrece Xóchitl Gálvez. Reducir esa candidatura al interés de los partidos que la respaldan es un ardid simplificador y falso.
Xóchitl Gálvez no es el mal menor delante de los riesgos que significa la candidatura de Sheinbaum. Gálvez es una mujer de probada capacidad, que ha sido exitosa en la empresa y el servicio público y con talento para escuchar, razonar y acordar —y, algo no menor, para reír—. Tiene un respaldo social inédito que le da un auténtico margen respecto de los partidos que la apoyan y ha dicho que gobernaría con todos y para todos, más allá de colores políticos. Eso es algo que Sheinbaum es incapaz de decir o hacer.
Hay dos opciones. Por eso votar por Movimiento Ciudadano, en donde hay candidatos muy apreciables pero que es un partido dominado por la frivolidad y las ambiciones de sus líderes, equivale a desperdiciar el sufragio. Votar por MC, habiendo otra opción, es respaldar a Morena.
Algunas personas proponen hacer un voto simbólico por los desaparecidos. Esa es otra forma de malgastar el sufragio. Lo más congruente sería castigar, votando por quien le puede ganar, al gobierno y al partido que han desdeñado la búsqueda de desaparecidos y la admirable causa de sus familiares. Además los votos por candidatos no registrados no forman parte de la “votación válida emitida” que se toma en cuenta para que los partidos mantengan su registro. Mientras menor sea la suma de esa votación, más les conviene a los partidos pequeños. Votar por candidatos no registrados beneficia a partidos de cuestionable reputación como el PT y el PVEM. Lo mismo sucede con los votos anulados.
Votar por Xóchitl Gálvez y los candidatos del frente de oposición —PAN, PRI y/o PRD— es votar en contra de la polarización inducida por el actual presidente y su partido. (Yo marcaré todos mis votos a favor del PRD).
A diferencia del sufragio del miedo que promueve el oficialismo votar por Xóchitl Gálvez será votar con alegría, con la confianza de que estaremos haciendo lo correcto.
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