Mal, muy mal debió caer en Palacio Nacional la publicación de su libro “Los puntos sobre las íes”. El legado de un gobierno que mintió, robó y traicionó.
Veo que su obra es una suerte de contra-informe presidencial de los cinco años de la administración lopezobradorista, basado en datos oficiales y los dichos del propio presidente en distintos momentos. Permítame explicar a los lectores que nos acompañan a qué se refiere usted con los puntos sobre las íes; se trata de la (des) institucionalización, la ilegalidad, la impunidad, la (des) información, la incompetencia y la incongruencia que han caracterizado la gestión de don Andrés.
Nada de lo que nos cuenta es nuevo, doctora Casar; de hecho, muchos analistas y columnistas nos hemos referido a varios de los casos que aparecen en el libro. Sin embargo, entre tantas cortinas de humo y golpes espectaculares aquí y allá, muchas veces gana la visión de coyuntura y se pierde una perspectiva general de la conducción del país.
Por ello, el valor de su obra es colocar cada una de las acciones de AMLO en “la i” que les corresponde para tener la película completa y revelar de manera innegable, la estrategia de López Obrador para concentrar el poder en aras de un proyecto político estrictamente personal y de dudoso beneficio para el país.
Pero como menciono al principio, el enojo presidencial debió de ser mayúsculo, porque en la mañanera del pasado viernes, a unos días de que apareciera su libro “Los puntos sobre las íes”, resulta que PEMEX se encuentra con el expediente sobre la pensión usted recibió por el fallecimiento de su esposo, Carlos Fernando Márquez Padilla, hace ¡20 años!
Si usted y sus hijos tenían derecho o no a la pensión del señor Márquez Padilla, en tanto funcionario de PEMEX al momento de su muerte, no lo sé. En todo caso, lo tendría que dirimir un juez y no Octavio Romero, quien en vez de conducir a PEMEX como debiera, se ha erigido como ministerio público y comparsa de López Obrador.
Usted, doctora Casar, forma parte de los “villanos favoritos” de AMLO, porque además de ese libro, a través de Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI) ha puesto el dedo en la llaga de las malas gestiones cuatroteístas. El presidente convenientemente olvida que lo mismo se hizo con gobiernos anteriores, pero le sirve para acusarla de conservadora al servicio de intereses oscuros.
Como sea, las investigaciones de MCCI, siempre a partir de documentos oficiales obtenidos vía transparencia, ponen de manifiesto las grandes deficiencias, cuando no corrupciones, del lopezobradorismo.
Solo que el inquilino de Palacio Nacional nunca ha podido refutar los expuesto por la organización que usted encabeza.
Y tampoco podrá refutar lo expuesto en el libro.
¿Qué le queda al presidente?
Hacer escarnio de usted, doña Amparo, sin importarle para ello atropellar la ley. Don Andrés violó la ley de protección de datos personales, al exhibir en la mañanera el expediente sobre la pensión de la familia Casar. Y, en una de esas, también violó el debido proceso para cualquier discusión legal posterior. No es la primera vez; de hecho, la ilegalidad –como usted lo apunta en su libro- forma parte de la estrategia política de López Obrador cuando se trata de atacar a los que considera sus enemigos.
¿Cuántos periodistas, activistas y organizaciones han sido puestos en la picota? Difícil mantener la cuenta, pues cada vez que alguien hace un señalamiento o una denuncia, los llena de epítetos. Como si señalar errores fuera un anatema o una blasfemia. Y no solo eso: el presidente se hace la víctima; en su egocentrismo, todo se trata de él y nada más que de él, no del país.
El caso de una persona tan conocida y respetada como usted, doña Amparo, debiera ponernos en máxima alerta a las organizaciones de la sociedad civil que pugnan por nuestra democracia y el Estado de Derecho, lo mismo que a los medios de comunicación, activistas, analistas y un largo etcétera. Nadie podrá estar a salvo si se mal usan los recursos del gobierno para aniquilar a los críticos.
Y tal actitud es, ni más ni menos, que un ataque a las libertades y a la democracia.
Toda esta situación hace que venga a mi memoria la historia de Joseph McCarthy, el senador encargado de perseguir a supuestos opositores del sistema estadounidense allá por los años 50s del siglo pasado, al inicio de la guerra fría. Artistas, escritores, músicos y empresarios debieron abandonar EUA por aparecer en las listas negras de McCarthy, acusados de estar al servicio de la URSS.
Hasta que un día, el abogado Joseph Welch le espetó: “Hasta este momento, creo que no había captado su crueldad y su temeridad, senador McCartthy. ¿Acaso no tiene sentido de la decencia?”
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