La comprensión cabal de la delincuencia organizada implica tener presentes múltiples variables, la económica es sustancial considerarla. Lo primero a discurrir es que, el narcotráfico se rige por las leyes del mercado de la oferta y la demanda, la moda y la capacidad de pago de los consumidores.
Aunque el consumo de drogas, como premisa de la creación de un mercado, en el hemisferio occidental, se inicia en el siglo XIX y es a lo largo de los siglos XX y XXI que el fenómeno del tráfico de enervantes evoluciona, primero con la creación de un mercado interno legal y posteriormente a la par que la globalización económica, como un mercado ilegal interno y trasnacional.
Desde el siglo XVI el opio inicia su expansión en occidente como medicamente, cuando el alquimista Paracelso (1493-1541) elaboró un bálsamo que nombró “láudano”. Durante el siglo XVIII el uso del opio, como remedio “curatodo”, se extendió por Europa y América. El consumo continuo del láudano en Estados Unidos durante siglo XIX fue propiciando la adicción a la par que se edificaba una cultura antidolor.
Por otra parte, la expansión mundial del consumo de opio tiene su origen en las “guerras del opio”. En la primera (1839-1842), Inglaterra se confrontó con China y en la segunda (1856-1860) Francia se sumó a Inglaterra para combatir las medidas tomadas por el gobierno imperial chino contra el tráfico ilegal del opio controlado por contrabandistas ingleses.
Las potencias coloniales requerían de la plata china para estabilizar su balanza de pagos y, por otro lado, el negocio de la venta del opio también fue un mecanismo de acumulación de capital. La posterior emigración china a Estados Unidos contribuyó a ampliar el uso del opio con fines recreativos.
Aunado a lo anterior, la extracción de la morfina (1806), principal alcaloide del opio, y la invención de la aguja hipodérmica (1853) trajo a la medicina un nuevo y potente analgésico. Su amplia utilización durante la guerra civil estadounidense (1861-1865) convirtió en adictos a muchos combatientes. El mundo medicó consideró que no era adictiva y fue utilizada en el tratamiento de opiómanos, acrecentando el número de personas adictas. Otros analgésicos derivados del opio son la codeína y la heroína.
La cocaína que fue sintetizada de la hoja de coca, en Alemania por Albert Nieman (1859), comenzó a utilizarse con fines médicos y fue distribuida por las farmacéuticas en Europa y Estados Unidos, para utilizarse como anestésico y prevenir la fatiga física. En 1883, el médico militar Theodor Aschenbrandt se la proporcionó a los soldados alemanes participantes en unas maniobras y posteriormente escribió un artículo sobre el beneficio de la droga para soportar la fatiga física. Sigmund Freud la utilizó personalmente como tónico para curar la depresión y la impotencia sexual y la llamó “sustancia mágica”.
Un punto alto en la popularidad de la cocaína fue cuando en 1886 la hoja de coca se convirtió en ingrediente de la Coca Cola, hasta que en 1903 la presión pública llevó a la empresa a eliminarla del refresco. A partir de 1905 se volvió popular aspirar la cocaína y en 1912 se dio, la que podríamos considerar la primera crisis de adicción, pues el gobierno de los Estados Unidos informó de cinco mil muertes causadas por el consumo de cocaína en un año. Oficialmente la droga fue prohibida en 1922.
En Estados Unidos, desde la Guerra de Secesión hasta antes de la primera guerra mundial, el consumo de opio había aumentado un 900% y el de la morfina un 1100% mientras la población creció solo un 59%. Nunca hubo un consumo tan masivo de drogas por parte de los soldados como durante la Primera Guerra Mundial, cuando el alcohol, la morfina y la cocaína adquirieron un enorme protagonismo, fue la contienda de la cocaína.
Los nazis fueron pioneros en usar la anfetamina o “speed”. En 1940 los alemanes recibieron más de 35 millones de pastillas de pervitina. Esta droga fue particularmente usada por los tanquistas y los aviadores en las invasiones de Polonia y Francia. El propio Hitler se volvió un adicto a las drogas, desde 1943 le inyectaba diariamente un cóctel, que incluía esteroides, opiáceos y otras sustancias.
Se calcula que los británicos consumieron un total de 72 millones de pastillas de anfetaminas durante la segunda guerra mundial. Los Estados Unidos utilizaron, a partir de 1943, entre 250 y 500 millones de pastillas de bencedrina. La URSS fue la única de las grandes potencias que se abstuvo de entrar en esta guerra farmacológica. Mantuvieron su lealtad a la valeriana y el vodka, excepcionalmente a la cocaína.
Durante la guerra los estadounidenses lograron el primer lugar en la producción de las drogas químicas, procesando 61% del consumo en todo el mundo, en comparación con 8% de Suiza, 6% de Alemania, 5% del Reino Unido, o 3.5% de Francia.
En 1971, un informe del Comité sobre Criminalidad del Congreso reveló que entre 1966 y 1969, los militares norteamericanos habían usado 225 millones de píldoras de estimulantes, principalmente Dexedrine (dextroanfetamina), un derivado de la anfetamina casi el doble de fuerte que la Benzedrina usada en la Segunda Guerra Mundial. También se les inyectaban esteroides.
Lukas Kamienski relata en su libro (Las drogas de la guerra) que la primera guerra verdaderamente farmacológica fue la de Vietnam. En 1973 el 70% de los soldados tomaba algún estupefaciente; marihuana, dexedrina (anfetas), heroína, morfina, opio, sedantes o alucinógenos. Por lo cual se conocía al ejército de EU como el “ejército yonqui”.
Aquellas sustancias psicoactivas no sólo buscaban mejorar las capacidades de combate, sino también reducir los daños mentales causados por el estrés. Por primera vez en la historia militar se prescribían de forma rutinaria potentes antipsicóticos como cloropromacina.
Este proceso hizo que Estados Unidos fuera una nación con un apetito inmenso de narcóticos. Hasta los años noventa del siglo pasado, consumía alrededor de 70% de la cocaína que se producía en el mundo. Desde esa fecha también los médicos estadounidenses aumentaron la prescripción de opioides, muy adictivos, para paliar los dolores. Entre estos, OxyContin, de la farmacéutica Purdue Pharma; que pagó a médicos para promocionar su producto. Con el tiempo, muchos pacientes se volvieron adictos.
Actualmente el fentanilo está desplazando a otras drogas, porque es muy barato de producir sintéticamente en laboratorios y los traficantes de droga han incrementado sus ganancias. En 2022, la Administración para el Control de Drogas de EE. UU. incautó 379 millones de dosis letales de fentanilo, suficientes para matar a toda la población del país. Casi 70.000 personas en Estados Unidos murieron por sobredosis de drogas que involucraron fentanilo en 2021, un aumento de casi cuatro veces en cinco años. En 2023, las muertes por sobredosis de diferentes drogas llegaron casi a 110 mil. Dos tercios de esas muertes involucraron opioides sintéticos.
Según el Centro Nacional de Estadísticas sobre el Abuso de Drogas (NCDAS), casi 32 millones de personas (el 11,7 % de la población) consumían activamente drogas a partir de 2021, siendo la marihuana, los estimulantes y analgésicos recetados y las metanfetaminas las más populares. Según datos oficiales, el consumo de drogas ha aumentado considerablemente entre las personas de 50 años o más.
En la creación del mercado de drogas más grande del mundo, en la Unión Americana, confluyen diversos factores como son las consecuencias de las guerras en que se ha visto involucrada, por sus afanes hegemónicos; la creación de una cultura antidolor; la codicia de la industria farmacéutica y la red macrocriminal que protege a la delincuencia organizada en ese país. Los Estados Unidos debe reconocer que tiene un problema interno multifactorial. Hacer responsables sólo a los países productores es una puerta falsa, sin salida.
*Profesor UAM-I,
@jsc_santiago
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