Quienes analizamos los fenómenos políticos, tendemos a pensar en términos nacionales. Y peor aún, solemos considerar que la capital representa lo que sucede en todo el país. Esta especie de centralismo mental admite excepciones, pero me parece que se encuentra muy extendido entre la opinología de medios así como en las redes.
Pero no es así. Lo local es relevante. Incluso es necesario observar lo que sucede en la Ciudad de México desde una óptica de su propia realidad.
Vayamos por partes. Los fenómenos políticos tienen una dimensión nacional, desde luego. Lo que hacen las autoridades que nos rigen tiene un impacto en la opinión pública y generan, también, una imagen en la ciudadanía; no podría ser de otra manera porque vivimos realidades compartidas.
De esa manera, figuras políticas nacionales cuentan con un prestigio o imagen que abarca todo el territorio, son juzgadas por la ciudanía de forma amplia y su buena o mala fama les precede.
Pero también lo local es relevante. En cada entidad, alcaldía o municipio, contamos con personajes públicos que hacen de la política su profesión, que elección tras elección, gobierno tras gobierno, participan en las contiendas políticas, desempeñan funciones quedando sujetos al escrutinio público.
Estos personajes, así como sus acciones, aciertos y errores, les son imputados en lo personal, pero también llevan crédito o merma a las fuerzas políticas a las que pertenecen.
De esta manera, el juicio benévolo o riguroso que haga la sociedad de una alcaldía, municipio o estado, acerca de las figuras políticas locales, tiene un impacto en los partidos en que militan, sumando o restando los apoyos.
Por lo mismo, el análisis de los sucesos políticos nacionales, cuando se lleva al campo de lo local o lo municipal/alcaldías, requiere un apunte más fino, que no se contente con reproducir el impacto de lo que sucede en la capital ni asuma que lo nacional se repite en territorios más pequeños.
De esta manera, pueden entenderse dinámicas locales que, desde una visión mas general, parecerían anómalas, pero que son expresiones de una realidad concreta en una porción territorial específica. Darnos cuenta de esta realidad nos ayuda a entender algunas decisiones ciudadanas, también de los partidos.
Hagamos un ejercicio: piense usted en las figuras y las fuerzas políticas del lugar donde vive, en sus acciones, en la apreciación que usted tiene de su actividad, ¿coincide necesariamente con su juicio acerca de las figuras y fuerzas nacionales?
En suma, no hay que confundir al árbol con el bosque.
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