Opinión

Kamala la fiscal y Donald, el delincuente

La decisión de Joe Biden de retirarse de la carrera presidencial genera nuevo interés en las elecciones en Estados Unidos y abre una rendija de esperanza, cuando empezaba a imperar la resignación acerca de una vuelta al poder de Donald Trump.

Donald Trump y Kamala Harris

Donald Trump y Kamala Harris

EFE

Es una decisión que llega con un retraso de al menos tres semanas, luego del desastroso debate del demócrata ante Trump (recordemos que en esos espectáculos político-televisivos cuentan más las impresiones que los argumentos), de las distracciones y meteduras de pata que prosiguieron, del aparente atentado en el que Trump salió ileso y de la Convención Nacional Republicana, que mostró unido al partido rival.

Las diferentes encuestas muestran a Trump adelante en muchos de los estados que Biden ganó hace cuatro años, y que son decisivos en la formación del Colegio Electoral que nombra presidente en EU. No sólo eso, mostraban -hasta estos días- una victoria del republicano en el voto popular (algo que sólo ha sucedido una vez en este siglo, con Bush en 2004), así como una tendencia de Trump al alza y de Biden a la baja.

Ante las crecientes evidencias de que la edad estaba haciendo estragos en la capacidad de Biden para hacer una campaña ganadora, empezó a hacerse visible que los demócratas iban a perder feo, por mucho que algunos intentaran que su candidato fuera algo así como El Cid amarrado a su caballo, capaz de ganar una batalla con el solo recuerdo de su valor y de sus valores.

Más vale tarde que nunca. Biden tomado una decisión difícil en el momento, y dura en lo personal, pero correcta. Esa decisión servirá también para justipreciar su trabajo como presidente de Estados Unidos, ya sin el baldón de haberse portado como un viejo necio y ambicioso que le puso en bandeja de plata la presidencia al megalómano Trump.

Junto con su renuncia a la candidatura, Biden expresó su apoyo para que la vicepresidenta Kamala Harris sea quien lo sustituya. Era una decisión lógica, tanto por razones de identificación política como de pragmatismo elemental: sólo Kamala, como parte de la fórmula presidencial, puede usar el dinero ya recaudado para la campaña de Biden. Los Clinton, por su parte, se sumaron en el apoyo a Harris, y lo están haciendo otros notables políticos del Partido Demócrata, de distintas alas del partido, que van desde la izquierdista Elizabeth Warren hasta la muy moderada Amy Klobuchar (con la muy visible excepción de Barack Obama).

Aun así, la nominación de Harris no es segura. Sin embargo, los demócratas no pueden darse el lujo de tener una convención nacional dividida -como la muy famosa de Chicago en 1968, tras la declinación de Lyndon Johnson y el asesinato de Bobby Kennedy-. Más aún cuando sus rivales se unieron en un solo haz alrededor de su candidato, y cuando lo que más requieren es unidad para enfrentarse a Trump, y la posibilidad de un neofascismo en el país más poderoso del mundo. Esta convención, cosas de la historia, también será en Chicago.

También tendrán que buscar consensos en la elección del candidato a vicepresidente. En la lógica de los tickets estadunidenses, tendría que ser un hombre blanco, del medio-oeste o del este del país, atractivo para los votantes moderados. La elección más congruente con esta idea sería el gobernador de Kentucky, Andy Beshear, quien además puede ser la contraparte hillbilly del candidato republicano a vice, J.D. Vance. De seguro habrá otros candidatos a ese puesto.

Si los demócratas logran salir avante de su convención, a mediados de agosto, tendrán sólo tres meses para llevar a cabo una campaña en la que Trump les lleva mucho tiempo de ventaja. En esa carrera cuesta arriba, por lo menos tendrán una candidata que puede realizar una campaña vigorosa, sin estar siendo juzgada por gerontólogos de opinión pública. Trump tendrá que enfrentarse a alguien más joven y con mejor salud física y mental que él, y hasta se le pueden revertir sus chistes groseros sobre senilidad.

De entrada, varios de quienes pensaban en abstenerse porque no querían votar por Trump, pero pensaban -como 77% de los estadunidenses en una encuesta- que Biden estaba muy viejo como para gobernar efectivamente un segundo periodo, ahora irán a las urnas. Pero eso no basta, dada la ventaja con la que parte el republicano.

Es seguro que los republicanos aprovechen la coyuntura para impulsar que Biden también renuncie a la presidencia, y con ello acusar a los demócratas de irresponsables. Pero difícilmente irá más allá de una escaramuza.

Trump parece todavía en caballo de hacienda, pero vale la pena subrayar que, además de que también es viejo, está cada vez más lunático. Basta escuchar su discurso en la convención republicana para comprender que, entre su narcisismo incontrolado, sus delusiones y su victimización, se deja ver que es un peligro, no sólo para su país, sino para el mundo entero. Y es conveniente no olvidar que el candidato republicano es un criminal convicto que, sólo gracias a que él propuso a varios de los miembros de la Suprema Corte, ha podido ser candidato a la presidencia.

En ese tenor de cosas, no deja de ser elocuente que Kamala Harris haya iniciado su carrera como fiscal de distrito y que luego haya sido Procuradora de California. Tendríamos una campaña entre una fiscal y un delincuente. Lo curioso, y preocupante, es que el delincuente es el favorito.

Lee también

fbaez@cronica.com.mx

Twitter: @franciscobaezr