Opinión

Trampa-22

Una de las razones del reciente éxito electoral de Morena es que, a través del discurso del presidente López Obrador, logró instalar en millones de ciudadanos la idea de que su gobierno le estaba quitando privilegios a quienes habían sido injustamente beneficiados por las décadas de gobiernos priistas y panistas, englobados en la etiqueta de “neoliberales”. La lógica de la revancha social.

Lo curioso es que la forma de demostrar que le estaba quitando privilegios a ese grupo no fue quitándoselos, sino asegurando que toda crítica a su gobierno era en realidad una queja de los antiguos poderosos porque habían perdido sus privilegios, y los querían de vuelta.

Con esa táctica, López Obrador puso una gruesa capa de teflón a su gobierno y, simultáneamente, metió a la oposición en una suerte de Trampa-22, de la que no pudo o no quiso salir.

La Trampa-22 es el título de una novela de Joseph Heller, que cuenta las aventuras y desventuras de un escuadrón aéreo en la II Guerra Mundial, en el que los pilotos son forzados a llevar a cabo demasiadas misiones de combate. El título responde a una provisión burocrática, según la cual un loco no puede llevar a cabo una misión de combate, pero si un aviador solicita no realizarla, eso prueba que está cuerdo… por lo que tiene que ir.

Trampa-22

Trampa-22

En este caso sucedió algo similar. Si las críticas al gobierno sólo pueden provenir de quienes están perdiendo sus privilegios, la oposición sólo puede estar formada por privilegiados. Y si decidiera no criticar al gobierno, entonces ya no sería oposición. Una fórmula ganadora.

Hay una gran paradoja en todo esto. Que, salvo contadísimas excepciones, no hubo quien perdiera privilegios. Las grandes empresas siguieron teniendo grandes ganancias; los posibles dientes para evitar comportamientos monopólicos en áreas estratégicas fueron limados por el propio gobierno; las relaciones sociales de poder se mantuvieron intactas, así como casi todos los tics de conservadurismo económico. Lo que privó fue el cambio de un capitalismo de cuates a un capitalismo de otros cuates (los más grandes nada más cambiaron de amistades): un “quítate tú para ponerme yo”, que no cambia la esencia del funcionamiento social.

La clave está en un discurso de revancha que entrampó a las oposiciones. Y las entrampó por dos razones: la primera, que actuaron de manera reactiva. Respondían a cada acción o afirmación de AMLO, dejándole la agenda. Y creyendo que daban golpes a diestra y siniestra, en realidad estaban dando palos de ciego. Jamás fijaron temas prioritarios, y los temas de discusión pasaban de un campo a otro sin ton ni son. Las pocas veces que cimbraron al rival y lo pusieron en arenas movedizas -principalmente en temas de corrupción familiar- no pudieron evitar que el Presidente cambiara de tema.

La segunda es que no pudieron o no quisieron delinear un proyecto de país que tuviera diferencias sustanciales con el pasado reciente, que sus partidos representaban. No importa que hubiera partes defendibles de aquel pasado: el caso es que eso había sido rechazado por la mayoría de los electores. Sin la suficiente autocrítica (o peor, con una crítica dirigida a los votantes de Morena, y no al accionar de ese partido-movimiento), fueron incapaces de presentarse como algo sustancialmente diferente a la caricatura que de ellos hacía López Obrador.

Ahora tenemos en puerta una nueva Trampa-22, pero ya no en la relación del gobierno con la oposición, sino con el Poder Judicial. En la medida en que éste subraye su autonomía, será atacado como un gremio que defiende sus privilegios y que se beneficia de la corrupción. En la medida en que se pliegue a los designios del gobierno -estoy pensando en las trascendentales decisiones del TEPJF-, estará creando las condiciones para que esa pérdida de autonomía sea total y definitiva.

En este caso, a final de cuentas, el Poder Judicial debe intentar salirse de la agenda que le han preparado el Ejecutivo y el Legislativo. Pero, sobre todo, le convendría delinear un proyecto propio de reforma, que toque los puntos de la relación directa que tiene la mayoría de la población con la justicia. Y eso no está en la Suprema Corte o en los jueces, sino en el Ministerio Público, en la integración de expedientes, en la burocracia judicial, capaz de inventar Trampas-22 en todos lados.

Recordemos al respecto otra de las provisiones de la novela de Heller: "La Trampa-22 señala que los agentes que la hacen cumplir no necesitan probar que la Trampa-22 contenga el artículo que el detenido está acusado de violar”. Así es como se comportan muchas veces los supuestos agentes del orden, los MP y los fiscales, en la lógica de la ley del más fuerte.

Y es precisamente contra la lógica de la ley del más fuerte con la que se pueden crear sociedades democráticas.

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fbaez@cronica.com.mx

Twitter: @franciscobaezr