Este lunes los aspirantes a la Presidencia cumplirán con el trámite de firmar con la jerarquía católica el llamado Compromiso Nacional por la Paz. Será una de las notas del día.
La jerarquía queda complacida porque muestra su incontrastable poder de convocatoria y los candidatos se llevan a sus campañas una foto lucidora.
Algunos obispos, sin embargo, quieren ir más allá. Van por un compromiso de verdad. Sobre todo, los que encabezan diócesis con presencia intensa de bandas del crimen organizado, ya sea en Guerrero, Michoacán, Guanajuato.
Las bandas criminales se han empoderado. En esas plazas y otras no tienen claro cómo pueden evitar que los capos sean los grandes electores.
Por esa razón, los obispos quieren firmar otro compromiso, pero con los feligreses, para que sean ellos los que presionen a los candidatos a poner la seguridad, la paz, como prioridad de sus ofertas, y si no lo hacen, que en las urnas se lo demanden.
El presidente López Obrador, entre audaz y descarado, asumió personalmente la investigación del caso Ayotzinapa. En ese momento se le olvidó la existencia de la FGR que no está en el organigrama de Presidencia.
No solamente carece de experiencia como fiscal, sino que es parte interesada, pues quiere darle al caso la salida que le convenga políticamente más a su movimiento. Todos lo saben.
¿Qué podía salir mal? La respuesta, lo estamos viendo, es todo, todo puede salir mal. Ya hay entre las normalistas nuevas víctimas fatales, de modo que el rompimiento parece irreversible.
La factura política que se tendrá que pagar crece hora tras hora y como el presidente asumió personalmente la investigación, los cobradores andan por ahí preguntando por él.
En medio del ajetreo por el inicio de la campaña política 2024, cuando lo lógico es que los partidos estén concentrados al cien por ciento en las tareas de proselitismo, en el PAN se multiplican las voces sobre cambios en la dirigencia nacional.
Ya hay, incluso, nombres sobre la mesa, como Damián Zepeda, que se promueve a sí mismo todos los días. También se habla de Margarita Zavala que sería la carta de Xóchitl y se añade a Jorge Romero.
No tiene sentido montar el cambio de dirigente sobre la campaña. Es como estar pensando en el nuevo director técnico de la Selección en el primer partido de un Mundial.
Con esos amigos para qué quieren enemigos los azules.
Las campañas están diseñadas para que los candidatos debatan entre ellos, no para que el presidente se meta a la discusión, porque eso desequilibra la competencia.
De hecho, el instituto electoral invierte tiempo, dinero y esfuerzo en organizar debates formales sobre los temas más relevantes de la agenda nacional.
La que tiene que debatir con Xóchitl y hacerle notar sus errores son Claudia Sheinbaum, Jorge Álvarez Máynez, sus voceros o los dirigentes partidistas, pero no el presidente López Obrador.
Pero el presidente quiere ser el muñequito de todas las roscas, no hay manera de que se quede al margen. La pregunta es si en los debates que organiza el INE le harán un lugar a López Obrador que no puede calmar sus ansias.
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