Al conflicto en Medio Oriente se agrega ahora la incursión armada de Irán contra Israel con cientos de drones kamikaze y misiles de crucero como respuesta a los constantes ataques armados y provocaciones israelíes, tanto en Líbano y Siria, como en Irak y Yemen, así como en otros países de la región. La agresión más reciente ocurrió el pasado 1 de abril en contra de instalaciones diplomáticas iraníes en Damasco donde fueron asesinados siete mandos militares. Por ello, resulta significativo que por primera vez la reacción militar haya partido directamente de Teherán. Es una nueva confrontación con tecnologías avanzadas y tácticas innovadoras que no se habían visto antes. Esta ofensiva transformará los equilibrios geopolíticos de la región.
Una guerra global se encuentra a la vuelta de la esquina y de precipitarse, rápidamente podría extenderse a otras regiones del planeta. El sangriento genocidio por parte de Israel contra los palestinos en Gaza, sobre todo civiles -que ya se acerca a los 34 mil asesinatos y rebasa los 76 mil heridos- utiliza distintos medios de exterminio de masa que van desde el hambre como estrategia militar, hasta el uso de la inteligencia artificial de reconocimiento facial para eliminar a los “terroristas”. La destrucción del pueblo palestino fue decidida, organizada y ejecutada por el gobierno derechista de Benjamín Netanyahu. La ilegal colonización de los territorios ocupados continúa. Según datos del gobierno israelí en 2023, 506 mil colonos judíos vivían en 262 asentamientos ilegales. Recordemos que el aumento desmedido de las colonias judías en territorios palestinos ha sido el principal factor del desencadenamiento de las sucesivas intifadas.
El riesgo de una extensión de las hostilidades se incrementa con la participación abierta en el conflicto por parte de los Estados Unidos, Reino Unido y Francia quienes apoyan y financian a un aliado incómodo. Israel es gobernado por una élite conservadora, culturalmente orientalista y geopolíticamente occidental, que emergió del fracaso de los acuerdos de Camp David. Netanyahu representa una concepción política autoritaria sustentada en preceptos religiosos. Su credo es: «el Estado hebreo vivirá por siempre» y refleja la convicción militarista de que la nación judía está legitimada no por el Holocausto, sino por su ambición expansionista. Israel representa un peculiar sistema político étnico que ejerce una estrategia de colonización forzada promoviendo asentamientos ilegales de judíos en tierras palestinas, lo que ha incrementado el odio internacional en su contra.
Sin embargo, esta historia de odio contra los judíos tiene orígenes milenarios. Está documentada desde los orígenes del cristianismo y de la época helenística, hasta
su expulsión de España en 1492, siguiendo los guetos venecianos de 1516 y romanos de 1572, así como de otras ciudades europeas como Praga, Frankfurt y Hamburgo, llegando hasta los progromos rusos de 1881 y la persecución nazista desde 1933 hasta 1945. El origen de esta animadversión es de tipo económico (la usura), religioso (fundamentalistas), étnico (grupos cerrados), cultural (diferencialistas) o político (la igualdad impuesta) y se mantiene, justifica y difunde, incluso en las sociedades secularizadas. El genocidio palestino fomentará nuevamente los viejos odios.
El antisemitismo es definido como “hostilidad contra los hebreos”, o como “el odio eterno contra el pueblo eterno”. El nacimiento del antisemitismo como corriente moderna de pensamiento está ligado al surgimiento de los nacionalismos en el siglo XIX, que tuvieron como bandera común la hipótesis de “un pueblo, un Estado”, tal y como lo teorizaba el pensador judío Theodor Herzl. El antisemitismo considera a los judíos en esencia como un pueblo apátrida, ajeno al cuerpo de la nación y como enemigo potencial de ésta. La judeofobia no tiene, como en el pasado, connotaciones exclusivamente religiosas. En las nuevas condiciones, Benjamín Netanyahu será considerado el más grande enemigo de Israel, después de Hitler.
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