Las huestes morenistas de Coahuila andan dolidas por la secuencia de derrotas que han padecido en el estado. En la pasada elección para gobernador, Manolo Jiménez los arrolló, algo inusitado en el contexto nacional que hace ver a esos morenistas como el negro del arroz.
Por eso trataron de emprender un contra ataque aprovechando la presencia en Coahuila del presidente López Obrador y de la doctora Sheinbaum. Pero les falló.
Fue el propio presidente quien los paró en seco, recordándoles que la elección ya pasó. Jiménez está haciendo en el gobierno lo que prometió en la campaña, atrayendo inversiones y conservando la paz, de ahí la reacción furibunda de algunos grupos que les cuesta trabajo asumir esa realidad.
El Partido de la Revolución Democrática se desfondó hace años. Nadie se esmeró en volverlo a llenar.
Desde que se fue el contingente que terminó fundando Morena, el Sol Azteca comenzó a volverse un cascarón vacío, una organización lista para recibir prerrogativas, pero sin militancia nueva, a pesar de ser el único partido propiamente de izquierda del espectro político.
El populismo autoritario, que es la línea de Morena, no es de izquierda, pero el PRD falló al recordarle a la gente las reformas que empujó y las que tiene en su agenda. Se equivocó en su comunicación política y ya no existe más.
Jesús Zambrano fue descortés en descargar la responsabilidad de la campaña fallida sobre la candidata Xóchitl Gálvez. Los que se equivocaron fueron las dirigencias de los partidos que la lanzaron y después la abandonaron a su suerte. Esa es la realidad.
Alito Moreno no quiere aguardar un par de elecciones más para terminar con el PRI, el dirigente lo quiere liquidar desde ahora mismo.
Con tal de no presentar su renuncia, Alito es capaz de cambiarle el nombre y despojar sus colores al PRI como si ese fuera el problema y no el hecho de que sus dirigentes se estén sirviendo con la cuchara grande sin voltear a ver a los ciudadanos.
La distancia entre el PRI y la población es cada día más grande. Los dirigentes no la quieren cerrar y buscar nuevos vínculos. No quiere escuchar lo que la gente tenga que decir.
Piensan que buscando algún color bonito y un nombre adecuado puede recuperar el terreno arrebatado. Están perdidos.
Los dirigentes tienen sus cargos y una plataforma del 10 por ciento de los votos suficiente para hacer negocios espléndidos. Por eso Alito no quiere esperar más para terminar con el tricolor, lo quiere sepultar ahora mismo.
Amalia Pulido Gómez, la Consejera Presidenta del Instituto Estatal Electoral mexiquense, sacó adelante una elección local que lucía complicada. Fueron los primeros sufragios después de la marea morenista de hace tres años y una época de reacomodos en los partidos de oposición; se juntaba además con el proceso federal. Una receta para que hubiera inconformidades y el órgano electoral se convirtiera en blanco de críticas.
Y las hubo, efectivamente, aunque, curioso es, la mayor parte de ellas se refirieron a la juventud de la consejera presidenta más que a errores verdaderos en la conducción del organismo que encabeza.
Al paso del tiempo, las críticas amainaron y sobre el tema de la juventud, pues Pulido ya puede presumir que ha acumulado jornadas electorales a cuestas y que éstas han resultado bien.
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