Con inusitada frecuencia en estos tiempos decimos, tal o cual cosa nunca había sido vista antes. Esto jamás había ocurrido.
Por ejemplo, el asalto a la embajada mexicana en Quito.
Pero también en asuntos domésticos la novedad de los asuntos impide la rápida reacción ante ellos y en muchos casos hasta su cabal comprensión y calibración.
El Instituto Nacional Electoral, cuyo papel en este proceso oscila entre la timidez y la servidumbre, ha elaborado –y aquí se dijo en su momento—un galimatías confuso cuya finalidad, pareciera ser, sabotear la utilidad de los debates entre candidatos, para mantener la percepción en el dominio de las encuestas.
Y si a eso se le agrega la distracción de Xóchitl Gálvez cuya audacia pone de cabeza la bandera, como colofón de una diatriba sin consecuencias, pues la finalidad continuista se logra con mayor facilidad.
La consejera Carla Humphrey, responsable de la organización de los debates, escogió el camino más complicado para su formato y contenido. No sólo en cuanto a la mecánica; también en cuanto al temario. En un aparente afán de incluir muchas voces y muchas regiones del país y cumplir así con el principio de equidad, llamaron a la universidad jalisciense (ITESO) y construyeron una catedral de preguntas sin ton ni son, con el pretexto de recaudar así la voz del pueblo.
Después las cribaron y seleccionaron para ponerlas en manos de dos conductores de televisión a quienes se les amordazó y ató. No podían ni respirar fuera del aherrojado guión.
Pero lo más grave es la creación de una nueva categoría: el “post debate”, como se llamó a la discusión.
Si se pudiera hacer un símil con un encuentro deportivo —un partido de fútbol, una pelea de box o una carrera de Maratón-- no podríamos hablar de un post encuentro. El juego se terminó; el marcador quedó como quedó y cada uno terminó la carrera en el mejor lugar posible. Los análisis no tienen importancia ni modifican los resultados.
Pero lo verdaderamente insólito es la participación presidencial en el post debate.
“…Qué mal estamos en salud, sin reconocer absolutamente nada, qué mal en educación, qué mal en todo. Aun así, no pudieron dejar mal –yo no estoy hablando del partido– lo que se ha hecho en el combate a la corrupción”,
Obviamente la velada censura contra su candidata por no haber defendido con la suficiente vehemencia su magna obra de gobierno (el señalamiento no puede ser contra los opositores), es una pantalla para diluir el tutelaje en la preparación y estrategia durante el debate mismo. Yo planteo la estrategia y luego la critico. Es un viejo truco.
Pero lo insólito es esto:
“…Por eso también lo que dije sobre el debate, no a favor ni en contra de nadie, sino la forma esta tan especial en que se da la narrativa que es todo el discurso de los medios convencionales. Entonces, pues no, no es lo mismo, tenemos autoridad moral.
“Pero qué bien que la gente no es susceptible de manipulación porque, imagínense, con las campañas que padecemos. Repito, desde el tiempo del presidente Madero no se había atacado tanto a un presidente de México como ahora, y miren lo que nos hacen...”
Más allá del fomento de la imagen martirizada, hay una evidencia: el control presidencial no reconoce fronteras.
Lo mismo aspira a modelar los debates o redactar las opiniones de gringos y canadienses sobre los hechos de Quito y el allanamiento de la embajada.
¿Por qué dijeron estol o aquello y se negaron a decir esto o lo de más allá?
“…Ellos son libres, ellos son libres, son libres de expresarse o no, lo único es que yo tengo la responsabilidad de informarle al pueblo de México de dónde ha habido solidaridad en un caso tan grave como este, en dónde se ha actuado con ambigüedad y en dónde de plano se ha tolerado el autoritarismo…”
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