No fue una campaña equitativa. Es lo primero que debemos decir: todas las fuerzas del Estado se volcaron a favor de Morena –desvíos de recursos, programas clientelares, publicidad desde palacio, etc.-- y eso, necesariamente, inclinó la balanza de las simpatías y de los votos a su favor. Pero aún con esa ventaja irregular, la oposición no debe darse por satisfecha, dada sobre todo la enorme diferencia que hubo en los resultados.
Debe haber, urge, una autocrítica de la Alianza. He aquí algunas notas:
La Alianza jamás pudo interpretar correctamente la figura política de AMLO y lo que representaba; no percibió que el punto fuerte del presidente era, por un lado, su poderoso discurso justiciero y, por otro, el coraje, la fuerza con la cual lo expresaba.
A AMLO había que rebasarlo por la izquierda, no por la derecha ni por posiciones intermedias. O ambiguas. El problema de la Alianza fue su incapacidad para protagonizar el papel de una izquierda enfática y clara cuando estaba orgánicamente compuesta por partidos conservadores --PAN y PRI-- y por un representante débil de esa tendencia.
Se subestimó al adversario. Nunca se interpretó correctamente la dimensión y el significado que tuvo entre las masas el triunfo de AMLO en 2018 y predominó la tendencia errónea de juzgarlo como una sucesión presidencial tradicional.
Hubo error en la selección de líderes. Los cabecillas de los partidos principales de la alianza eran personajes mediocres o polémicos, con los efectos consecuentes. Además, la Alianza convocó a ocupar los puestos subordinados a políticos tradicionales, quizá personas nobles, bondadosas, pero que carecían de capacidad analítica, agudeza y presencia política.
Durante la campaña, la candidata de la Alianza y los líderes de los partidos que la integran volcaron más energía en atacar a AMLO, a Morena y a sus representantes, que en explicar su proyecto de nación sin darse cuenta que esa agresividad se volcaría eventualmente en su contra.
El comportamiento diario del presidente tuvo un papel crucial. Es verdad que utilizó las mañaneras ilegalmente para apoyar a su partido, pero lo que debe ser obvio actualmente es que la narrativa en la cual se enfrentan en lucha eterna populistas contra los neoliberales, tiene una real credibilidad entre el pueblo de la se suponía.
Es probable que estas elecciones traigan consigo un cambio de régimen político. La Alianza no tiene futuro y puede suceder, es es probable –y deseable, en mi opinión—que los partidos políticos que la integraron desaparezcan en el futuro próximo y que en su lugar surjan nuevas formaciones políticas, con nuevos perfiles y con nuevos liderazgos.
México ha dejado se ser lo que era, necesita un cambio.
Lo que necesitamos es construir una nueva nación, una nación justa y democrática; necesitamos una estrategia bien elaborada para que el país crezca y al mismo tiempo disminuya su pobreza; requerimos combatir con eficacia la violencia criminal de acuerdo con la ley y con cuerpos policiacos --civiles y de extracción militar-- que sean necesarios. Necesitamos que el Estado ofrezca buenos servicios de salud y excelentes servicios de educación --sobre todo educación básica de calidad que prepare a nuestros futuros ciudadanos.
Este sencillo programa es el programa de todos los mexicanos. Lo que necesitamos es llevarlo a cabo con los medios que existan en el futuro, la condición clave sería que desde el ejecutivo se ponga en práctica una política de diálogo y conciliación.
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