Todavía no tiene el poder y ya está enseñando el cobre la doctora Claudia Sheinbaum. Me refiero, don Mario, a ciertas actitudes mostradas en sus actos de campaña.
Durante un mitin celebrado el domingo en Tultepec, Edomex, la candidata morenista dijo que llevará su victoria a los libros de texto gratuito. No disminuyo un ápice la importancia de que una mujer llegue a la Presidencia, máxime que vivimos en un país de machos; pero su triunfo sería tan destacable como el Xóchitl Gálvez, la candidata de Fuerza y Corazón por México.
Así pues, ya desde ahora calificar su eventual victoria como un suceso para ser incluido en los libros de texto es un enorme despropósito.
En otro mitin, realizado en Zumpango también el domingo, los asistentes mostraron su rechazo a algunos candidatos morenistas a diputaciones locales y federales. Me hago cargo que no es nada agradable iniciar un evento en medio de la gritería, pero el control que la doctora Sheinbaum ejerció sobre el auditorio no fue amable; de mal modo, preguntó a los asistentes en varias ocasiones: “¿Me van a dejar hablar?”
Podríamos atribuir tales desplantes a que las últimas encuestas –confiables o no- muestran que se cierra la distancia que la separa de Xóchitl Gálvez. Pero no. No es la primera vez que la doña Claudia tiene estos desplantes.
Y eso es lo preocupante.
Si los manifiesta como imitación a su jefe, mala cosa; como decía mi abuela, “segundas partes nunca fueron buenas”. La verdad sea dicha, aunque son muy desagradables los desplantes de López Obrador, van en consonancia con su comportamiento de líder de masas que, para bien o para mal, nunca ha abandonado. No es el caso de la doctora Sheinbaum.
Ahora que si los desplantes forman parte de su personalidad, la verdad, don Mario, ¡qué miedo! Si en los momentos en que está enamorando al electorado le habla de ese modo, pues qué se puede esperar de ella ya sentada en la silla presidencial.
Hay una línea muy delgada entre la firmeza y el despotismo, entre el temple y la soberbia. Cruzarla no es buena idea, mucho menos cuando el país está tan agitado, lo quieran reconocer o no sus seguidores morenistas. Le hago un recuento muy sintético.
A la violencia del crimen organizado se suma ahora la violencia política. Cuando no se encuentra una fosa clandestina, ocurre una masacre o balean a un candidato. Hay entidades del país en estado crítico.
Las finanzas públicas penden de un hilo, merced la situación de PEMEX y que ya no hay guardaditos. A eso súmele el enorme gasto que representan los programas sociales. Que el dólar se cotice a 17 pesos en nada sirve al común de los ciudadanos, cuando los alimentos no paran de aumentar de precio; de hecho, lastima a los que viven de las remesas, lo mismo que a los exportadores.
Mucho me temo que la población le pasará a doña Claudia las facturas de las falacias lopezobradoristas, empezando por el sector salud. Las promesas de contar con un sistema como el de Dinamarca y de acabar con la violencia pasarán a ser un caricatura tétrica de la realidad. El combate a la corrupción ha sido una entelequia y peor se pone con las revelaciones del tráfico de influencias de los hijos del presidente.
La doctora Sheinbaum no contará con el beneficio de la duda que la población le dio a MORENA los primeros seis años. A doña Claudia le tocará cumplir y pronto.
Y para cumplir, para gobernar un país tan convulsionado, es necesario sumar voluntades; lamentablemente, el estilo de doña Adriana denota muy poca disposición al diálogo. La candidata ha usado un tono polarizador y descalificador para referirse a la oposición, tanto de los partidos como de los ciudadanos. Es violencia innecesaria cuando dice que los de la oposición “todavía no entienden que no entienden”, cual si fueran retrasados mentales. La expresión, además, está cargada de soberbia como si su verdad fuera la única, siendo que vivimos en una sociedad plural.
Como van las cosas, difícilmente MORENA alcanzará la mayoría calificada en el Congreso, aduana indispensable de pasar para cualquier proyecto, empezando por el presupuesto. ¿Cómo piensa gobernar con una oposición resentida y menospreciada?
La sociedad, por su parte, ya probó que sí puede unirse para manifestar su rechazo a las medidas gubernamentales. Ya demostró que un sencillo llamado en redes sociales puede concitar cientos de miles de ciudadanos en todo el país. La marea rosa llegó para quedarse.
Termino recordando lo que Winston Churchill, ese gran estadista, apuntó en sus memorias: “En la guerra, resolución. En la derrota, resistencia. En la victoria, magananimidad. En la paz, buena voluntad.”
En la doctora Sheinbaum solo veo resolución, aplicada a una guerra que no es tal.
De lo demás, nada.
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