Opinión

¿Y el tiradero?

Cuauhtémoc Blanco ya tomó una decisión. Se tomó su tiempo, aprovechó que los magistrados del TEPJF lo tienen entre algodones, pero finalmente optó por dejar el gobierno de Morelos y lanzarse a buscar una diputación plurinominal por Morena, por lo que pedirá licencia de 60 días al Congreso local.

Lo curioso es que la oposición no quiere que se vaya, exige que se quede a levantar el tiradero. Los que lo quieren lejos son los morenistas ya que su mala fama daña a los candidatos de 4T.

Mientras Blanco anunciaba que se va, se informó en Morelos que 14 aspirantes de diversos partidos se bajaron de la contienda por amenazas de grupos de la delincuencia organizada.

No habrá para el mandatario fiesta de despedida. Lo que se dice en corto es que en las próximas horas saldrá del estado de manera discreta y se despedirá desde lejos. ¿Será?

La existencia de colectivos de madres buscadoras es una irregularidad inadmisible. Acostumbrarnos a verlas deambular por páramos cargando picos y palas es normalizar la violencia. Una violencia que tarde o temprano dará una dentellada a algún ser querido.

Algunas de las buscadoras se distinguen de sus compañeras y adquieren voz y rostro ante la opinión pública, una de ellas es Cecilia Flores fundadora de un colectivo en Sonora.

Como trató infructuosamente de que el presidente la recibiera se transformó en una figura pública identificable. Ella busca dos hijos desaparecidos.

Dijo en entrevista con Crónica algo estrujante: ni siquiera pretenden justicia, lo único que quieren es encontrar a sus hijos, ubicar su destino final, pero eso a algunos políticos les parece demasiado pedir.

Que los empleados del Tren Maya no puedan pronunciar la palabra descarrilamiento no augura nada bueno.

La interrupción del flujo, como le dicen, sin ningún herido qué lamentar, es una oportunidad para revisar vías y trenes y corregir cualquier anomalía.

Pero si se le abre la puerta a la teoría de la conspiración se encontrarán sospechosos comunes, pero no las causas del descarrilamiento.

El Tren Maya está en su etapa inicial. Requiere, para consolidarse, de la confianza de sus potenciales pasajeros dentro y fuera del país, porque se diseñó como producto mundial. No se conseguirá la confianza echándole la culpa a rivales políticos.

La migración no sale de vacaciones. Un nuevo contingente de migrantes bautizó como Vía Crucis su marcha a través de México con el objetivo de llegar a la frontera norte.

Mientras la clase política de Estados Unidos compite para dilucidar quién propone la barbaridad más atroz para contener a los migrantes, y los presidentes de los países expulsores se sienten a gusto porque se libran de ciudadanos inconformes, México se convierte en bestia de carga.

Hay que lidiar con la xenofobia gringa y el desinterés de los países del continente. Hacerlo sin recursos para atender el problema y ni siquiera tener el reconocimiento de los organismos internacionales, como la ONU y la OEA, cuyas omisiones en este tema son desastrosas, de pena ajena.

El Viacrucis se extiende en el país.

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