El México de los años setenta del siglo pasado era un país de diversiones sencillas. La gente se emocionaba con contenidos televisivos cuyas referencias venían de un mundo relacionado con la vida de las comunidades pequeñas: un barrio, un edificio de departamentos, la cuadra en la que se vivía, una parte de la colonia. Pero también miraba al mundo. El gobierno de Luis Echeverría tenía una intensa vida diplomática. Era imposible no reaccionar al cuartelazo que derrocó a Salvador Allende
Bertha hernández