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"La bilis derramada", un artículo de Antonio Lazcano

La carta de renuncia a la AMC de la directora de Conahcyt “fue escrita con bilis, pero la incontinencia ideológica la volvió chusca” · Aunque la dirigió a la opinión pública, en realidad tiene una destinataria adicional: Claudia Sheinbaum

La Secretaria de Educación Pública, Delfina Gómez Álvarez, durante una conferencia de prensa.
El documento publicado por la AMC y la UdG, señala Antonio Lazcano, no está dirigido a Elena Álvarez-Buylla, directora de Conahcyt. El documento publicado por la AMC y la UdG, señala Antonio Lazcano, no está dirigido a Elena Álvarez-Buylla, directora de Conahcyt. (Cuartoscuro)

Convocados por la Academia Mexicana de Ciencias y el Instituto de Investigación en Políticas Públicas y Gobierno de la Universidad de Guadalajara, un grupo de investigadores participamos hace unos meses en un taller en donde se discutieron, en un ambiente de absoluta libertad intelectual, recomendaciones y propuestas de política científica que podrían ser de utilidad para el siguiente gobierno de México. El resultado de dichas discusiones fue un volumen editado por Enrique Cabrero, antiguo director del CONACYT, y José Seade, actual presidente de la Academia Mexicana de Ciencias. El texto es gratuito y se encuentra en la red.

El libro está formado por una serie de textos que, en su conjunto, se pueden leer como opiniones y sugerencias para la reconstrucción y desarrollo de la ciencia y la innovación tecnológica del país. Es indispensable hacerlo, porque a unos meses de que termine el sexenio, el aparato científico nacional muestra los síntomas del peor descalabro que ha sufrido en su historia. 

Al igual que muchos de sus predecesores, López Obrador entró y saldrá de la Presidencia sin comprender ni lo que es la ciencia, ni su importancia en la construcción de una nación moderna y más igualitaria. Aunque la Dra. Elena Álvarez-Buylla es una buena científica, su herencia será una red de agujeros, porque no tuvo la capacidad para responder al reto de modernizar el aparato científico mexicano, y el listado de sus errores, excesos y omisiones al frente del CONACYT, con “h” o sin ella, es abrumador.

Junto con la mayor contracción que haya sufrido la ciencia en nuestro país, estamos atestiguando el divorcio más profundo que se haya registrado entre la comunidad académica nacional y la instancia gubernamental encargada de promover a la ciencia. A la ausencia de un programa coherente de crecimiento del sector, se suman las consecuencias del uso discrecional del poder por parte de la Dra. Álvarez-Buylla, incluyendo su ridícula animadversión contra la biotecnología, el fracaso de los ventiladores, la expropiación ilegal de cerca de un centenar de fideicomisos, y la remoción forzada de directivos de algunos Centros Públicos de Investigación, como lo muestran los casos del Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica, el Centro de Investigación Científica de Yucatán, el INECOL y el CIDE, cuya dirección sigue ocupando un plagiario cuya lealtad a su jefa es dudosa. 

Movida por una rabia incontenible, promovió el linchamiento mediático de sus críticos y, como a algunos se embriagan con el poder, cayó en excesos grotescos como el intento de enviar a quienes la precedieron en el cargo a una cárcel de alta seguridad.

El volumen que editaron Cabrero y Seade no está dirigido a Elena Álvarez-Buylla. Sin embargo, ella respondió publicando en las redes sociales una larga carta en donde anuncia su decisión de dejar la Academia Mexicana de Ciencias en protesta por lo que decimos y describimos en el libro. La carta fue escrita con bilis, pero la incontinencia ideológica la volvió chusca. Sin embargo, su lectura es indispensable para comprender algunas de las motivaciones y acicates que provocaron los excesos autoritarios que han caracterizado la administración de Elena Álvarez-Buylla y otros funcionarios.

Aunque la Dra. Álvarez-Buylla se dirigió a la opinión pública, su carta en realidad tiene una destinataria adicional. El texto es un intento desesperado para atraer la atención de Claudia Sheinbaum y su equipo, porque a pesar de su lealtad al Presidente, ha sido marginada de una campaña a la que no ha sido invitada. Es bien sabido que Sheinbaum hubiera preferido tener a alguien más cercano en el CONACYT, pero por disciplina ideológica o por un sentido de conservación política nunca criticó la designación presidencial. A Elena Álvarez-Buylla ni la invocan ni la evocan, porque es un personaje incómodo cuyo valor político terminó hace mucho tiempo. No sólo es una aliada inútil, sino también estorbosa.

Elena Álvarez-Buylla no será requerida, pero ello no basta para que el grupo de Sheinbaum marque una distancia de la política científica del sexenio que está terminando. Lo que se requiere es un análisis crítico que lleve a una reforma integral de la ciencia, tecnología e innovación en donde participe la comunidad académica. Ello no lo podrán hacer ni Álvarez-Buylla, ni los operadores políticos con los que contó Claudia Sheinbaum para implementar sus proyectos de investigación académica o de educación científica, porque para lograrlo necesitan comenzar con el rechazo explícito a la Ley General de Humanidades Ciencia y Tecnologá que Morena y sus aliados aprobaron con trampas, y que representa la implantación de un sistema centralista e ideologizado de una ciencia de Estado. Mientras no lo hagan, será difícil creer en la posibilidad de un cambio real en la relación de un gobierno de Morena con la comunidad científica.

*Profesor de la FC-UNAM y miembro de El Colegio Nacional.

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