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“El humano disfruta de la música porque está ligada a su sistema de recompensa”

Hugo Merchant explicó en El Colegio Nacional algunos de estos mecanismos que ocurren en el cerebro de monos macacos

Neurociencias en El colegio nacional

En El Colegio Nacional se llevó a cabo el encuentro “Las neurociencias de la música y por qué las amamos”.

Hugo Merchant, durante su exposición en el encuentro virtual “Las neurociencias de la música y por qué las amamos”.

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Investigaciones recientes revelan que la música activa un complejo circuito cerebral que integra la percepción auditiva, las funciones motoras, memoria y sistema de recompensa, lo que explica por qué no sólo la escuchamos, sino también cómo la sentimos y amamos profundamente, dijo Pablo Rudomin, investigador emérito del Cinvestav y Premio Príncipe de Asturias.

A través del estudio de la música mediante las neurociencias, dijo, podemos comenzar a comprender cómo simples patrones de sonido pueden evocar respuestas tan intensas y placenteras, conectando la biología del cerebro con la experiencia estética y emocional que la música nos ofrece.

Durante el encuentro “Las neurociencias de la música y por qué las amamos”, realizado en El Colegio Nacional, el científico Premio Crónica refirió que la música ha acompañado a la humanidad desde tiempos inmemoriales, desempeñando un papel crucial en la cohesión social y la expresión de emociones. “Desde primeras flautas hechas con huesos de aves, hasta la complejidad de las sinfonías modernas, la música nos emociona, nos hace sentir placer y ha sido objeto de fascinación para neurocientíficos y psicólogos, que intentan desentrañar su impacto en el cerebro humano”.

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MACACO "MUSICAL".

Durante su exposición, Hugo Merchant —investigador del Instituto de Neurobiología de la UNAM– explicó algunos de estos mecanismos que ocurren en el cerebro de monos macacos.

De acuerdo con el científico, diversas observaciones han permitido generar conjeturas sobre el origen de la inducción al ritmo de la música, a partir de las cuales resulta a su vez la pregunta de si la percepción e inducción al ritmo de la música ¿es exclusivamente humana o existen en otros animales? Hay evidencia que se decanta más por la segunda opción y que tiene consonancia con la hipótesis aprendizaje vocal (propuesta por Aniruddh Patel).

Esta refiere que la sincronización al compás de la música emergió evolutivamente como un subproducto de la capacidad para imitar y aprender sonidos escuchados. Diferentes especies, añadió son capaces del aprendizaje vocal desarrollado, como son los humanos y loros, pero también está presente en cetáceos, murciélagos y elefantes, entre otros. Mientras se han registrado en aves cantoras, pericos y colibrís, agregó, parece que los humanos son los únicos entre los grandes simios que han desarrollado la capacidad de sincronizarse al compás de la música.

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En sus investigaciones en el Instituto de Neurobiología, señaló, han estudiado cómo los monos macacos son capaces de sincronizarse a un ritmo isócrono (como el de un metrónomo), para lo cual los han entrenado.

Las investigaciones en su laboratorio, refiere, permiten señalar que los monos tienen una capacidad predictiva y flexible para percibir un ritmo y sincronizarse de manera predictiva cambiando los tiempos, no sólo con estímulos isócronos, sino también con métricas sencillas. Sin embargo, no cuentan con la estructura cerebral para percibir un placer por sí mismo a través de estos sonidos, sólo si han sido inducidos, como resultó en el laboratorio con un sistema de recompensa.

“Pienso que esto tiene que ver con que el sistema audiomotor de animales como el humano tienen una conexión con un sistema de recompensa. Los monos tienen un sistema sofisticado, pero le falta esta conexión con el de recompensas”.

Darwin se cuestionó la función de la música en la evolución.

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De acuerdo con el científico, el cerebro humano posee un avanzado circuito audiomotor que le permite reconocer los patrones de tonos y duraciones en la música, generar expectativas y predicciones sobre qué es lo que sigue en una melodía, y sentir placer al percibir y bailar al compás de una canción.

CONEXIÓN PLACENTERA.

Durante su exposición, Roberto Zatorre —investigador del Instituto Neurológico de Montreal en la Universidad McGill— explicó los mecanismos de cómo la música genera, desde la neurociencia, un placer en el cerebro.

Para ello, se mezclan los mecanismos neuronales de percepción y producción musical con los mecanismos neuronales de placer y recompensa. “Su interacción producen placer estético que sentimos al escuchar música”.

Roberto Zatorre explicó cómo dos sistemas cerebrales se conectan para que el ser humano sienta placer por escuchar música.

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Los estudios en su laboratorio, que han empleado diversos métodos de resonancia magnética para mapear la actividad neuronal en la generación y escucha de música, develan actividad cerebral en zonas corticales y subcorticales. Las ideas auditivas se analizan en los circuitos corticales y luego se transmiten a la zona de recompensa donde se registra su valor, explicó.

El sistema de recompensa de nuestro cerebro es antiguo, en tanto que las áreas corticales son más avanzados, por lo que, es muy interesante observar cómo la música depende de circuitos muy primordiales, pero también de actividades cognitivas, más recientes en la evolución.

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