Cultura

"La fundación de El Colegio Nacional", de Javier Garciadiego

En el marco del VIII Encuentro Libertad por el Saber, compartimos con los lectores de "Crónica" un fragmento de próxima publicación de ECN 

el colegio nacional

Javier Garciadiego.

Javier Garciadiego.

ECN

En el marco del VIII Encuentro Libertad por el Saber, dedicado a El Colegio Nacional en la construcción del México moderno, compartimos con los lectores de Crónica un fragmento de próxima publicación La fundación de El Colegio Nacional (El Colegio Nacional, 2023), de Javier Garciadiego.

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El Colegio Nacional se fundó el 15 de mayo de 1943, hace ochenta años, y su creación debe ser vista como una parte del gran proceso de fundación de instituciones educativas y culturales que tuvo lugar en el país desde finales de los años treinta hasta principios de los años cincuenta. La Revolución de 1910 no había sido sólo destructiva: concluida su fase violenta, inició la etapa proteica de creación de instituciones. Sin pretender que haya tenido lugar un proceso rígido y lineal, primero surgieron las instituciones políticas, como la Constitución de 1917 y el Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1929, con el que se buscaba dar fin a los violentos conflictos electorales de ese decenio. Después vinieron las instituciones económicas, con la fundación del Banco de México en 1925 y la posterior integración de comisiones nacionales para la irrigación y las comunicaciones. Luego siguieron las instituciones sociales, como la Ley Federal del Trabajo, de 1931; la Confederación de Trabajadores de México, de 1936, y la Confederación Nacional Campesina, de 1938. Una vez pacificado y estable el país, y habiendo ya reiniciado su crecimiento económico, llegó el momento de la creación de las instituciones educativas y culturales, proceso que no habría podido desarrollarse sin un antecedente ejemplarizante y sin un contexto favorable.

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Dicho antecedente era, obviamente, la creación de la Secretaría de Educación Pública (SEP) en octubre de 1921, que fue diseñada gracias a la refundación de la Universidad Nacional en 1920, a la que le fue concedida la autónoma nueve años después. Sin duda alguna, la construcción de la SEP por José Vasconcelos, apoyado por un notable equipo plurigeneracional, fue uno de los hechos más importantes y decisivos de la historia mexicana posrevolucionaria. Recuérdese que los reclamos educativos habían sido una de las principales banderas revolucionarias, junto con las demandas por la democratización del país, por una estructura de la propiedad rural más justa, por la defensa de los derechos sociales de los trabajadores y por la exigencia de convertirnos en un país soberano. En efecto, todas las facciones participantes en el proceso revolucionario hicieron sus respectivos planteamientos educativos, empezando por los precursores magonistas y los jóvenes que conformaron en 1909 el Ateneo de la Juventud, severos críticos de la decadente pedagogía positivista y demandantes de un sistema educativo en el que tuvieran cabida las humanidades. También fueron significativos los esfuerzos de los zapatistas en favor de la educación cuando gobernaron Morelos entre 1914 y 1916, o los del semianalfabeto Pancho Villa para que se fomentara la educación infantil en los territorios que estuvieran bajo su dominio.

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Hablar de antecedentes y precursores puede interpretarse como algo ajeno y distante. Falso: los primeros miembros de El Colegio Nacional fueron protagonistas de estos hechos y procesos. Si el fértil decenio de los cuarenta tuvo como antecedente directo el periodo vasconcelista, de principios de los años veinte, antes debe considerarse el momento sierrista, a finales del Porfiriato, cuando surgió el grupo del Ateneo y cuando Ezequiel A. Chávez fue el principal colaborador de Justo Sierra en la creación de la Secretaría de Instrucción Pública en 1905, para luego ser quien diseñó la Universidad Nacional y la Escuela de Altos Estudios, inauguradas ambas en 1910. Resulta emocionante recordarlo: Antonio Caso, Alfonso Reyes y Jos. Vasconcelos, aunque todavía jóvenes, fueron protagonistas en los dos procesos. Por otra parte, Alfonso Caso fue miembro del grupo de los Siete Sabios, quienes eran a su vez parte de la generación de 1915, que buscaba en las respuestas profesionales, o sea técnicas, la solución a los problemas del país posrevolucionario. La membresía en este grupo fue una experiencia compartida por varios miembros de El Colegio Nacional.

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Sin duda, el proyecto educativo más completo del Estado posrevolucionario fue el plasmado en el artículo 3º constitucional y la creación institucional más importante fue la SEP. Vasconcelos insistió, deslindándose de la Secretaría de Instrucción Pública creada por Justo Sierra en 1905, en que el concepto de educación rebasaba lo meramente instructivo, lo escolar, pues incluía el arte, la cultura y la ciudadanización de los niños y jóvenes, esto es, el desarrollo de su conciencia cívica. Es evidente que el suyo también era un proyecto ideológico, en busca de construir una identidad compartida por todos los mexicanos. Sin embargo, el proyecto de Vasconcelos daba prioridad a la educación de los niveles básico y medio, pero no a la educación universitaria ni a la investigación científica, lo que se reflejó veinte años después, al momento de la creación de El Colegio Nacional.

El Colegio Nacional alista la próxima edición del encuentro Libertad por el Saber.

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