El primer acercamiento a la protagonista del título es de espaldas. La cámara toma el cuerpo semidesnudo de Anora (las nalgas en particular), mientras se mueve provocadoramente en las piernas de un cliente, que, excitado, le cuelga billetes en la ropa interior. Esa primera secuencia nos lleva a preguntarnos de entrada si es válido hacer lo mismo que pretendes denunciar—explotación sexual.
Pero, esa cuestión aparte, lo que afecta directamente a la película es que el escritor y guionista, Sean Baker, no se acerca con el mismo detalle al yo interior de la muchacha. Para que funcione la premisa de Anora tienes que creer que la muchacha es buena y en lo único que se concentra en mostrar Baker es en lo buena que es en su trabajo; buena para fingir, deseo, interés y entusiasmo por clientes que le son absolutamente indiferentes.
Ani, como le gusta que le llamen porque cree que Anora es “un estúpido nombre uzbeko”, trabaja como bailarina erótica y prostituta de ocasión en un club de Nueva York. Tiene todo el equipo necesario para realizar su papel como toda una profesional; hermosa figura, alegre sonrisa y la desfachatez para sugerir lugares más privados a los hombres que estén dispuestos a pagar sus favores sexuales.
Como Ani habla un poco de ruso, su jefe en el club le pide que atienda a Iván Zakharov (un magnífico Mark Eydelshteyn). El muchacho queda tan impresionado (y está tan borracho) que le pide a Ani su teléfono. Al otro día la llama y la invita a visitarlo en la espectacular mansión de sus padres.
Aquí Baker se aleja de los ambientes sórdidos que tan bien ha retratado en filmes como Tangerine, The Florida Project y Red Rocket. Aunque muestra el ambiente nefasto en el que trabaja Ani, ella parece flotar por encima y comenta con una colega y amiga sobre clientes depravados como si fueran “un gaje del oficio”.
Iván está en un supuesto viaje de estudios a Estados Unidos, pero lo único que quiere es divertirse y Ani está dispuesta a ayudarlo, siempre que esté dispuesto a pagar el precio por su compañía. Esto es importante remarcarlo en vista de cómo la película pretende luego presentar a Ani como una inocente que se ilusionó pensando que Iván podría enamorarse de ella sinceramente.
Si no tuviéramos la referencia de otras prostitutas en el cine como Cabiria o Sweet Charity, quizás Ani podría pasar como una mujer que ansía encontrar el verdadero amor, pero la chica, algunos años mayor que Iván, está muy curtida en esos menesteres. Por ejemplo, cuando el muchacho le pide que se quede un poco más de tiempo con él en la mansión, ella le hace un gesto con los dedos indicando que eso le va a costar más.
Nada en Ani apunta a que sea víctima del sentimentalismo. Baker se espera hasta la última secuencia para dejarnos ver que había algo mas profundo en el interior de la muchacha y ya para entonces la película se había desviado hasta convertirse en una comedia de pastelazo.
Fascinado, y sobre todo, drogado, Iván le pide a Ani que sea su “novia oficial” la última semana que le queda en Estados Unidos y le ofrece 10 mil dólares por el trabajo. Ella, sin perder la serenidad, le dice 15 mil y por adelantado. El dinero no es un problema para el junior. Ani es impenetrable como una efigie. Avisa en el club que estará fuera una semana y se va con Iván a hacerle bailes eróticos exclusivos.
Pasan los días con unos amigos rusos de Ivan yendo de bar en bar. Entre borracheras, marihuana y cocaína deciden irse a Las Vegas. El joven usa el avión privado de sus padres. En Las Vegas, un Iván alcoholizado le platica a Ani que su papá está esperando que el regrese a Rusia y se haga cargo de los negocios de la familia.
Por supuesto, él quiere seguir la fiesta. De repente se le ocurre que, ya que están en Las Vegas, se casen y así él obtendría la nacionalidad estadounidense y ya no tendría que irse. En una nube de estupor por las drogas y el alcohol, al que también le entra con gusto Ani, se casan.
La historia toma en este punto el derrotero de Mujer bonita. Ani, feliz con su anillo de 4 quilates y abrigo de mink, se presenta en el club para avisarles de su nueva posición. En la mansión, ella e Iván siguen la fiesta. Ella está planeando su luna de miel en Disney World. Sin embargo, la realidad se impone. Cuando los padres de Iván se enteran del matrimonio y el oficio de la novia, viajan a Estados Unidos para anularlo.
Mientras tanto le piden a un amigo armenio, Toros (Karren Karagulian), que vaya a la casa para advertirle a su hijo que se prepare para acabar legalmente con la unión y regresar a Rusia. Junto con dos matones, Garnick (Vache Tovmasyan) e Igor (Yura Borisov) se apersona en la casa. Ivan huye y deja a Ani sola para lidiar con los matones. La película se convierte entonces en una comedia “de pastelazo” y en una secuencia interminable, todos gritan, pegan y rompen objetos preciosos en la mansión. Al final, se ponen de acuerdo en ir a buscar a Iván.
Baker describe Anora como una historia de Cenicienta, pero el amor no tiene cabida en esta farsa. En todo caso, el único que realmente peca de ingenuo y se muestra generoso (por lo menos en la primera parte), es Ivan. Eydelshteyn es en realidad lo mejor de la película. El actor ruso tiene un carisma que hace que se pase por alto sus muchos defectos. Iván no pone la misma pasión a hacer el amor con Ani como se la pone a los videojuegos. Es, como dice alguno de los personajes, “un niño que nunca creció”.
Anora es un entremés que simula convertirse en su desenlace con el mismo talento con el que Ani finge para los clientes. El filme de Baker sale mal parado comparado con otros clásicos del cine de prostitutas, pero, sobre todo, comparado con la obra anterior de Baker. Es un simulacro que pretende ser amor.
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