Parece que el terror religioso y las crisis de fe vuelven a ponerse de moda en el cine. Desde aquella época de los años setenta donde El Exorcista y La Profecía marcaron hito por su temática, espantando y escandalizando al público, no se vivía algo así. Este revival del género parece ser aprovechado por Sydney Sweeney que, después de muchos años, pudo realizar un filme de terror como Inmaculada.
Dirigida por Michael Mohan y escrita por Andrew Lobel, la cinta producida por la actriz nos sumerge en un mundo oscuro y perturbador donde la religión, la inocencia y el horror se entrelazan de manera inquietante. Cecilia (Sweeney), una mujer de fe devota, recibe una cálida bienvenida a la perfecta campiña italiana, donde le ofrecen un nuevo puesto en un ilustre convento. Pero pronto las cosas no serán como esperaba pues se dará cuenta de que su nuevo hogar esconde oscuros y horripilantes secretos.
La brillantez interpretativa de Sidney Sweeney como Cecilia es un testimonio de su versatilidad y talento como actriz. Con una carrera que ha ido en ascenso, la oriunda de Washington ha demostrado una capacidad notable para sumergirse en una variedad de géneros y roles con gran habilidad. Su papel en este nuevo proyecto es otro ejemplo de su destreza en la pantalla, donde logra captar la atención del espectador y demostrar una vez más que su papel en la serie de HBO, Euforia, ha quedado atrás.
Y es que después de hacer una comedia romántica bastante burda en una adaptación floja de Shakespeare, Con todos menos contigo, su experiencia como productora sin duda ha enriquecido su comprensión del proceso creativo en la industria, lo que se refleja en su habilidad para haber generado expectativa sobre esta película desde convenciones como lo vimos en la CCXP México y también en las diferentes promocionales que hizo de manera internacional.
Además, es interesante destacar que Sweeney ya había trabajado previamente con Mohan en Los Voyeristas en 2021. Esta colaboración previa sin duda contribuyó a establecer una conexión entre la actriz y el director, lo que puede haber facilitado la exploración más profunda del personaje de Cecilia en Inmaculada, destacando así su experiencia en proyectos cinematográficos y televisivos de renombre sin temer a tomar riesgos en busca de ampliar su rango actoral.
Si hablamos de Álvaro Morte, conocido por su papel en La Casa de Papel como El Profesor, y que aquí interpreta al Padre Sal Tedeschi, muestra una actuación igualmente sólida pero su personaje se siente genérico y desaprovechado por momentos, lo que resulta en una falta de conexión emocional con el público además de tener poco tiempo para lucir en escena.
Por otro lado, la fotografía, dirigida por Elisha Christian, es impresionante en su capacidad para capturar la belleza y la opresión del entorno del convento. Desde los paisajes bucólicos de la campiña italiana hasta los pasillos oscuros y claustrofóbicos del convento, Christian utiliza la luz y la sombra de manera magistral para crear una atmósfera inquietante que se adhiere a la piel en los momentos correctos para que se vaya desenredando la trama más allá de la historia.
En cuanto al guion, que tiene muchos guiños al cine de horror religioso setentero, la trama se aventura en la oscura idea de que la hermandad religiosa se convierte en un arma contra las mujeres en lugar de un escudo protector, alcanzando su máximo potencial demostrando cómo muchos ven a las mujeres dentro de ambientes machistas y gobernados por la hipocresía que tanto profesan, además de tomar ese sonado tema sobre las maternidades modernas que se ha convertido en constante dentro del género.
La exhibición de sangre supera con creces la exploración de las entrañas de los personajes y su entorno, convirtiéndose así en un relato que oscila entre el horror más visceral y la santidad más profunda. Inmaculada entonces destaca por sus destellos de terror y espiritualidad, como si fuera una obra de arte en la que la sangre y la fe se entrelazan en un lienzo imaginario.
Sin embargo, es lamentable que estos momentos sean escasos y breves, ya que la trama se desvía con demasiada frecuencia hacia terrenos que buscan impactar de manera superficial en lugar de explorar temas más complejos y dejar una marca perdurable en la mente del espectador. En lugar de profundizar en las dinámicas de poder y género dentro del convento, a menudo opta por la violencia gráfica y los giros melodramáticos, sacrificando así la profundidad temática en aras del entretenimiento instantáneo.
La narrativa, aunque llena de misterio y suspenso, se convierte en pura explotación a medida que avanza la historia. Los picos exagerados de violencia y los excesos de venganza desdibujan la línea entre el horror y lo grotesco, dejando al espectador en un estado de shock para el último acto.
Es así que este filme, que está a medio camino entre el clásico impacto de El Bebé de Rosemary o más recientemente La primera profecía, a pesar de sus intentos, apenas rasca la superficie de los temas que se propone abordar. La religión sirve más como un escenario y accesorios que como un elemento integral de la trama
Si, Inmaculada prometía explorar temas profundos y perturbadores, pero éstos se pierden en su propia ambición. Aunque cuenta con actuaciones sólidas y momentos de verdadero terror, su enfoque excesivo en la explotación de los clichés y jump scares facilones, así como la falta de profundidad temática, convierten este proyecto en una película más de buenas ideas, pero mala ejecución.
Copyright © 2024 La Crónica de Hoy .