Escenario

‘Hachiko’: La versión china de la trágica historia del perro que ha hecho llorar a generaciones

CORTE Y QUEDA. El reconocido director Xu Ang hace una nueva entrega superior al más reciente remake hollywoodense pero lejos del primer filme

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Fotograma del filme.

Fotograma del filme.

Cortesía

En 1987, la dupla de Seijiro Koyama en la dirección y Kaneto Shindō como guionista, traerían a la vida por primera vez en cines la trágica pero linda historia de Hachiko, un perro de raza Akita que siempre fue leal a su amo, el profesor Ueno, esperándolo todos los días en la entrada de una estación incluso después de la muerte de su amo.

Tan significativo es este relato en Japón que, en memoria del can, existe una estatua de bronce que se encuentra en el reloj de la estación Shibuya de Tokio.

Después de un remake un tanto simplón por parte de Lasse Hallström en Hollywood del 2009, llega una nueva versión, esta vez china, de Hachiko, donde la raza Akita es cambiada por un perro pastor que es encontrado por un maestro, Chen (Feng Xiaogan), al salir a uno de los estudios que su profesión le encomienda.

A pesar de la renuencia de su esposa por tener mascotas en su casa, el docente genera un estrecho lazo con el canino, a quien nombra Batong, nombre original en chino que se relaciona con una ficha del popular juego Mahjong, adoptándolo y ofreciéndole un nuevo hogar.

Si bien la premisa de la historia es básicamente lo mismo que la historia original japonesa, el reconocido director Xu Ang le da un par de capas interesantes al relato que lo sacan del lugar común de su homónimo hollywoodense.

Una de las decisiones más interesantes es ubicar al perro protagonista en la comunidad de Chongqing, misma que está en la mira de la gentrificación así como de los problemas que las inundaciones y lluvias implican a sus habitantes. Ese tema ronda significativamente la narrativa con detalles que van ahondando en esos dilemas.

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Asimismo, ese dilema social tan actual deriva en un comentario relevante acerca de las raíces que uno tiene y que no puede abandonar. En ese sentido, la resistencia de Batong/Hachiko por no sólo esperar a su adorado dueño fuera de la estación de trenes, misma que se encuentra en constante cambio en la cinta, sino que el perro siempre sabe encontrar su camino a casa, una de las pocas que mantiene su estructura a pesar del abandono y las consecuencias de la gentrificación antes mostrada, convirtiéndose en un simbolismo de esa conexión con nuestras raíces.

Claro que eso también pone en la mesa otro tema interesante que Ang y sus guionistas trabajan de buena forma. Aunque la historia original se centra básicamente en Hachiko y su dueño, haciendo prácticamente lo mismo en el remake, esta versión le da una mayor profundidad al punto de la familia.

Si bien ese lazo inquebrantable se sostiene, es el impacto que el adorable Batong tiene en el resto de los miembros el cual se destaca, sobre todo porque el cuadrúpedo adorable sirve como vehículo para ver la dinámica entre Chen, su esposa y sus hijos, cada uno reaccionando de forma diferente a la presencia del fiel pastor.

Es ahí donde esta adaptación se enriquece, pues vemos cómo el hijo Xinqiao (Bai Jugang) envidia la relación entre el perro y su padre así como el distanciamiento entre lo que hacen ambos que parece ser irreconciliable. En contraparte, se encuentra su hermana mayor, Xiaozhou (Huang Chutong) que tiene una mejor relación con su padre pero cuyas ganas de salir de casa a diferencia de la decisión del padre por no salir de su pueblo la llevan a tener ciertas diferencias de opinión con su madre.

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Y Joan Chen como la matriarca del grupo, Li Jiazhen, que al inicio odia la presencia de esta coqueta mascota, también tiene un arco un tanto más simple donde reconoce la valía del can, convirtiéndose en ese bastión que la familia necesitaba para no olvidar sus raíces.

Otro punto destacado es la actuación de Feng Xiaogang, que muestra una química hermosa con Baton/Hachiko en todo momento además de manejar un sentido del humor inocente y una expresividad que no cae en la exageración o la sensiblería.

Esto se suma a la elección de los perros actores, que son la suma de varios cuadrúpedos peludos de esa zona rural quienes dan vida a las diferentes etapas de vida de esta inolvidable mascota. La dinámica que tiene en pantalla construye ese lazo que nos lleva al desenlace trágico que conocemos.

Sin embargo, Hachiko padece de una situación en su ritmo que hace que el desarrollo de la historia se torne un tanto cansada, especialmente en su primer acto mientras plantea el encuentro entre el perrito y su amo, llegando a mejor puerto hasta la segunda mitad donde la dinámica de la familia, los retos de la gentrificación y el crecimiento del pastor chino se vuelven clave para conectar nuevamente con esta historia que parece nunca pasar de moda.

Así, a casi 101 años del nacimiento del original perro Akita que conmovió a los japoneses y después al mundo, esa historia del lazo y amor entre el perro y el hombre sigue siendo trascendental para recordarnos que ese vínculo puede explorar más aspectos, como el significado de la familia, la importancia de las raíces que nos hacen lo que somos, los cambios inevitables de la vida y el paso cambiante del tiempo que, eventualmente, nos hará decir adiós sin antes recordarnos que la memoria de aquellos a quienes queremos siempre estará a nuestro lado, fiel a ese lazo inquebrantable.