Escenario

‘Motel destino’: Mucho sexo y poco amor

CORTE Y QUEDA EN CANNES. El brasileño Karim Aïnouz es el único cineasta latino en la competencia por la Palma de Oro del Festival de Cannes

Una noche en el bar
Fotograma de 'Motel Destino'. Fotograma de 'Motel Destino'. (CORTESIA Festival de Cannes)

La primera secuencia de Motel Destino es lo contrario al lugar apartado y clandestino que evoca el título. En una toma abierta, luminosa, vemos a dos jóvenes corriendo felices por la playa. El mar como una fuerza que no puede ser domesticada, se convertirá en metáfora del deseo carnal que someterá a uno de ellos.

De frente al mar, Heraldo (Iago Xavier), de veintiún años, le confiesa a Jorge, el mayor, sus planes de irse a vivir a São Paulo para alejarse de la vida que llevan. Por una deuda contraída años antes, ambos están obligados a trabajar como sicarios de Bambina, una narcotraficante local.

Cuando la implacable Bambina se entera de los planes de Heraldo, le dice que antes se tiene que encargar de otro “trabajito”, y ya después ella verá si lo deja ir. El encargo es eliminar a “el francés”, un extranjero que le está robando su clientela. Como siempre está rodeado de matones, la mafiosa especifica que la misión tiene que ser realizada entre dos y por ello debe ir con Jorge.

La víspera del fatídico día, Heraldo conoce a una muchacha en una discoteca y se la lleva al motel de paso, “Destino”. La palabra “de paso” tiene una doble connotación en la película; además de sexo furtivo, el motel esta en una carretera a medio camino entre Ceará, pequeño poblado en la costa nororiental de Brasil, y la playa.

Es un punto de tensión entre lo urbano y lo silvestre, y también revela su carácter liminal. El Motel Destino es una especie de purgatorio; un paso entre el cielo y el infierno; entre la salvación o la condena.

Visualmente, la separación es también muy clara. Por fuera, la cámara de Hélène Louvart captura la naturaleza en toda la simplicidad de su belleza. En contraste, el motel es una estructura de concreto que casi parece una prisión. Dentro, Louvart refleja en forma expresionista una realidad distorsionada.

Los personajes son apenas distinguibles saturados de las luces chillantes de neón. En particular rojos y azules, para hacer más clara la referencia religiosa. Hay un largo pasillo con habitaciones en ambos lados donde no se ve a los clientes, pero se escuchan sus gemidos que se estrellan contra un gran letrero que dice “Silencio”.

Después de una velada de sexo, Heraldo despierta para darse cuenta de que la muchacha huyó con su dinero. No tiene ni para pagar la cuenta de la habitación. Cuando trata de salir, descubre que la puerta está cerrada con llave. La dueña del motel se asoma por una pequeña ventana que da al pasillo y le informa que no podrá salir hasta que pague. Desesperado, Heraldo le suplica.

Después de dejarle su cédula de identidad como garantía, corre desesperado hacia la cita con su hermano para eliminar al “francés”. Pero llega tarde. Es su hermano el que murió durante el enfrentamiento. Sin tiempo para ceder a su dolor al ver a su ser más querido muerto por su culpa, Heraldo huye de la escena del crimen.

Regresa a su casa solo a recoger sus cosas (entre ellas, una pistola) y emprende la fuga. Sin embargo, es interceptado por la novia de su hermano, que junto a los matones de Bambina, quieren cobrarle su fatídico error. 

Heraldo regresa al motel para recoger su carta de identidad, pero como sigue sin dinero se ofrece a trabajar para los dueños Elías (Fábio Assunção), y su esposa, Dayana (Nataly Rocha). Después de todo, en un motel nadie busca, ni quiere ser visto. Además, de día el Motel Destino no parece tan sórdido.

En el jardín hay árboles frutales y algunos animales. Heraldo observa a una pareja de burros fornicando, quizá envidiando la libertad con la que pueden ceder a sus instintos; ceder a los suyos podría poner en riesgo su única posibilidad de sobrevivir. Si quiere permanecer ahí tiene que estar en buenos términos con Elías e ignorar las insinuaciones sexuales que le hace Dayana desde que llega. Pero, el mismo Elías también parece estar fascinado con Heraldo. El decadente cincuentón le prodiga miradas lascivas, mientras lo pone a prueba.

La metáfora del Purgatorio en el guión coescrito por el director Karim Aïnouz junto con Wislan Esmeraldo y Mauricio Zacharias, no es muy estricta, pero funciona a ratos. Por ejemplo, la primera señal de peligro es una serpiente que se ha colado en una de las habitaciones.

Elías, furioso le reclama a Dayana que haya dejado abierta la puerta por donde se metió. Y si, ha sido ella quien simbólicamente deja entrar el peligro. Aprovechando un viaje corto de Elías seduce a Heraldo.

Aïnouz, director de cine y guionista de madre brasileña y padre argelino es de los consentidos de Cannes desde que debutó con Madame Satã en la sección Una Cierta Mirada en 2002. En 2019, La vida invisible de Eurídice Gusmão se presentó en la misma sección y ganó el premio principal.

En el documental Marinero de las montañas el director recuperaba las raíces de su padre en Argelia. Motel Destino podría darle a Aïnouz la codiciada Palma de Oro, puesto que compite en la sección oficial. El thriller erótico usa las convenciones del cine negro para hablar, más que nada, del amor entre dos seres desesperados.

Finalmente, lo que empuja a Heraldo y Dayana a los brazos del otro, son las diferentes formas de violencia, la del pasado, la del marido alcohólico y abusivo; y, por encima de todos los personajes, la de un país que los ha condenado desde su nacimiento a sobrevivir en los límites.  

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