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‘El hombre de los sueños’: ¿Qué diablos sucede con el mundo?

CORTE Y QUEDA. El más reciente filme del noruego Kristoffer Borgli ha cautivado a la audiencia con su original propuesta sobre la fama, los sueños y la responsabilidad social

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Fotograma de Dream Scenario. Fotograma de Dream Scenario. (CORTESIA)

En el vasto panorama del cine contemporáneo, ocasionalmente emerge una obra que no solo nos entretiene, sino que también nos desafía a reflexionar sobre la complejidad de nuestras sociedades y sus dinámicas.

El hombre de los sueños (Dream Scenario), dirigida por el noruego Kristoffer Borgli (Enferma de mí, 2022) y protagonizada por el excéntrico Nicolas Cage, se aventura en un terreno inexplorado al examinar la intersección entre la fama efímera y la cultura de la cancelación, todo a través de sucesos oníricos.

Esta obra, distribuida por A24, no solo ofrece un argumento bastante original, sino que también arroja luz sobre la intrincada red de consecuencias que rodea el poder viral y la falta de control sobre las percepciones públicas a través de la vida de Paul Matthews (Cage), un profesor común y corriente cuya existencia tranquila se ve trastornada cuando millones de personas comienzan a verlo en sus sueños.

Inicialmente, la premisa promete un festín cómico, pero súbitamente gira hacia las profundidades del desconcierto existencial cuando sus sueños toman un giro siniestro, coqueteando por momentos con el cine de terror mientras plantea una gran pregunta: ¿qué sucede cuando la fama se convierte en una pesadilla?

Uno de los aspectos más destacables de esta película es su habilidad para explorar cómo un momento de notoriedad efímera puede alterar la vida de una persona. Paul, en su búsqueda por controlar su inesperada fama, se enfrenta a un dilema que resuena en la era de las redes sociales: ¿vale la pena el precio del éxito si es a expensas de la propia integridad?

La historia nos invita a reflexionar sobre la naturaleza volátil de la viralidad y cómo puede despojar a las personas de su humanidad, dejándolas atrapadas en un ciclo sin fin de atención no deseada.

Además, El hombre de los sueños no teme adentrarse en el terreno de la cultura pop al hacer referencia directa en su parte más aterradora al señor de las pesadillas, Freddy Krueger, dándole acertados guiños al personaje.

Sin embargo, a diferencia de sus contrapartes más siniestras, opta por mantenerse en el ámbito del drama sin sucumbir completamente al horror. Este enfoque permite que la narrativa mantenga su coherencia interna y profundice en los dilemas personales de Paul, en lugar de desviarse hacia la ciencia ficción o el horror mismo.

La metáfora de los sueños como un reflejo de la falta de control en nuestras vidas es uno de los puntos más impactantes de la película. A medida que Paul lucha por comprender y manejar su nueva realidad, se ve confrontado con la cruda verdad de que los sueños, al igual que la fama, son entidades escurridizas que escapan a nuestro dominio.

Esta reflexión nos invita a cuestionar la ilusión de control en un mundo donde las percepciones pueden cambiar en un instante, dejándonos expuestos a juicios implacables.

Sin embargo, donde El hombre de los sueños alcanza su punto más álgido es en su análisis de la cultura de la cancelación y sus consecuencias devastadoras. A medida que Paul se convierte en blanco de críticas y escrutinios por parte de los desconocidos que lo sueñan, la película pone de relieve cómo la viralidad puede transformarse en una fuerza destructiva que consume todo a su paso.

La incapacidad de Paul para detener el flujo de atención negativa lo coloca en una posición de vulnerabilidad extrema, enfrentándolo a la ira y el juicio de una masa anónima que lo condena sin piedad.

Este aspecto de la trama resuena poderosamente en el contexto de la cultura contemporánea, donde el linchamiento público y la cancelación a través de redes sociales se han convertido en herramientas comunes para ajusticiar a aquellos que no cumplen con los estándares morales fluctuantes de la sociedad.

El hombre de los sueños nos recuerda que la cancelación no solo destruye la vida de su objetivo, sino que también revela la fragilidad de nuestra propia existencia en un mundo donde nuestras acciones y palabras pueden ser utilizadas en nuestra contra sin previo aviso.

En última instancia, el filme es un recordatorio inquietante de que, en un mundo donde la fama puede surgir de la noche a la mañana, la línea entre el sueño y la pesadilla es más delgada de lo que imaginamos.

A través de la brillante interpretación de Cage, que le valió una nominación al Globo de Oro, y la buena dirección de Borgli, la cinta nos sumerge en un viaje emocional y existencial que nos deja cuestionando nuestra propia relación con la fama, el control y la responsabilidad en un mundo cada vez más interconectado.

Así es como El hombre de los sueños termina por ser un comentario perspicaz que nos confronta con la cruda realidad de que, en el juego de la viralidad, nadie está a salvo de las consecuencias de sus propios sueños.

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