Opinión

Las crisis de la sociedad y la juventud (IV)

En un par de semanas cumpliré trece años como profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México. Veinticinco semestres he tenido la oportunidad de estar frente a jóvenes que apenas alcanzaron la mayoría de edad. Más de cuarenta cursos impartidos a cerca de 2000 universitarios. Las cifras son lo de menos. No se trata, en lo absoluto, de una fatua presunción, sino, en todo caso, del argumento de mi compromiso con las y los jóvenes que, desde mi primer día como profesor, se han convertido en razón, causa y, espero, efecto, de mi más grande vocación. Es por esto que no puedo escribir de las crisis en las que se encuentran la sociedad y la juventud sin dirigirme a ellas y ellos, a ustedes, que son parte central de la sociedad y eje fundamental de las instituciones de educación superior, como la UNAM.

El mundo y el país que les tocó vivir es el más contrastante de la historia. Jamás las personas habían conquistado tantos derechos y libertades como en nuestros días, pero también nunca antes hubiéramos imaginado que, al llegar a este punto de nuestra evolución, flagelos como la esclavitud disfrazada de trabajo infantil o explotación sexual o el desplazamiento forzado provocado por la inseguridad o el deterioro ambiental siguieran reinando entre millones de seres humanos. Hoy como nunca, la tecnología y la ciencia han logrado avances inauditos, permitiendo poner en la palma de la mano todo el conocimiento existente o desarrollando vacunas en unos cuantos meses para enfermedades nunca antes vistas, como tampoco la pobreza, la marginación y la desigualdad se habían convertido en la realidad y el destino de una parte importante de la población.

La vida no es sencilla para ustedes y en los próximos años, temo decirles, seguirá siendo sumamente compleja. Transformar la realidad es responsabilidad de todos, incluidos ustedes, y no solo de quienes, aun queriéndolo, no hemos sido capaces de construir un presente más halagüeño y la expectativa de un mejor futuro. Los adultos tendremos que asumir nuestro compromiso por lo que hemos hecho y dejado de hacer, pero ustedes también tendrán que hacer la tarea. Con profundo cariño y a manera de provocación, lanzo algunas ideas que tal vez resulten útiles para salir de las crisis en las que estamos.

Recuperen los valores del humanismo como esencia de su construcción ética individual, como fundamento de las relaciones con otros y como cimientos de la sociedad. La libertad, la dignidad, la igualdad, el respeto, la solidaridad, la empatía, la justicia, la honestidad, la responsabilidad, la disciplina, la inclusión, entre muchos otros, deben formar parte de forma de ser. El humanismo como fundamento.

Construyan una y tantas comunidades como quieran y puedan, pues la razón de ser de las personas no se encuentra en otro sitio sino en el recreo de uno mismo con otros con quienes coincidimos en ideas, sueños, aspiraciones, valores e ideales. El individualismo no solo dificulta y limita el alcance de aquello que uno añora, sino que priva de la sorpresa de descubrir que existen otros como uno y evita la felicidad que significa compartir con los demás. La comunidad por encima del individualismo.

Transformen esa realidad incómoda de la que se sienten excluidos y que los ha replegado a estar detrás y enfrente de una pantalla de celular. El mundo digital es una consecuencia del avance de la tecnología y puede ser una herramienta sumamente poderosa para cambiar aquello que no nos gusta, pero jamás podrá sustituir la realidad tangible y palpable que los rodea. Las personas no son avatares, sino carne, razón y sentimientos, la vida no permite el uso de filtros ni emojis, pero en cambio se vibra a cada segundo. Existe una realidad más allá de las pantallas.

Queridas y queridos jóvenes, aprovechen cada momento para reconocerse como personas, construir algo más grande que ustedes que los trascienda y para vivir con la intensidad que la realidad ofrece. Sepan que la felicidad depende de ustedes, pues para conseguirla no hay que ser, a los ojos de otros, exitosos, sino que el éxito consiste en, a pesar de lo que sea, ser felices. Quizá entonces ustedes serán el primer paso para poner de pie a una sociedad que lleva tiempo derrumbada.

Profesor y titular de la DGACO, UNAM

Twitter: @JoaquinNarro

Correo electrónico: joaquin.narro@gmail.com

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